El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ofrece una oportunidad para visibilizar a las protagonistas de una revolución silenciosa que está transformando el campo barcelonés. Los datos son contundentes: en solo dos décadas, las mujeres que lideran explotaciones agrícolas en la provincia de Barcelona casi se han duplicado, pasando de un 11% en 1999 a un 19% en 2020. Frente a un sector tradicionalmente masculinizado, las 16 mujeres entrevistadas en el libro 'Barcelona payesa' (Diputación de Barcelona, 2024) representan la vanguardia de este cambio histórico. Son testimonio vivo de una nueva agricultura que combina formación académica, conciencia ecológica y vínculo con la tierra. En un contexto donde las explotaciones agrarias disminuyen, las dirigidas por mujeres han aumentado de 1.313 a 1.613, desafiando la tendencia general del sector y demostrando que la perspectiva femenina aporta resiliencia e innovación a la agricultura local.
“Opté por esta vida para ser más libre”, afirma Paloma Fuentes de La Datzira en Castellcir, sintetizando un sentimiento compartido por muchas de las protagonistas de esta transformación agraria. Para ella, que abandonó la ciudad impulsada por una necesidad vital, la libertad y la autogestión aparecen como motivaciones recurrentes, junto con una profunda conexión con la naturaleza. "Trabajando aprendes que la tierra, si la cuidas, te lo da todo", reflexiona Alba Casasayas de Les Arnaules en Manresa, evidenciando una filosofía basada en la reciprocidad y los cuidados que caracteriza el enfoque de muchas mujeres hacia el trabajo agrario. Esta joven agricultora, que combina el trabajo en el campo con su pasión por el triatlón, representa la nueva generación que toma el relevo familiar con orgullo: "Cuando tenía quince años decía que venía de familia campesina en voz baja, pero ahora he cambiado y lo digo en positivo".
Liderazgo femenino
La viticultura emerge como uno de los sectores con mayor participación femenina, especialmente en el Alt Penedès, donde las mujeres gestionan el 24% de las explotaciones. Marta Casas de Parés Baltà representa esta realidad cuando expresa: "Estoy superorgullosísima de haber llegado a comprender la biodinámica, de formar parte de esta familia, de crear un producto que viene de la tierra y que, además, brinda placer. El vino es un alimento que, con moderación, nos permite disfrutar y nos da la satisfacción de entender el territorio, la naturaleza. También nos da la oportunidad de averiguar quién lo ha elaborado y de dónde proviene". Esta enóloga ejemplifica la revolución que se está produciendo en el Penedès, donde según sus palabras "aproximadamente el 70% de los viticultores ya siguen prácticas ecológicas" con el ambicioso objetivo de convertirse "en la primera DO del mundo con el 100% de la producción en ecológico" para el año 2030.
Los cereales y la huerta también son ámbitos donde la presencia femenina crece significativamente, con ejemplos como Maria Giner de La Kosturica, quien afirma orgullosa: "Siempre voy con la cabeza bien alta por el hecho de ser campesina, a pesar de que inicialmente me costaba porque no me venía de familia". Esta horticultora, que lleva más de dos décadas al frente de un proyecto agroecológico en Canovelles, refleja una tendencia creciente entre las mujeres de los campos de la provincia: "Me encanta estar en la huerta y ver cómo amanece, contemplar cómo la luz toca los diferentes verdes de las hortalizas, estar al aire libre... Todo esto me llena el alma". Su testimonio evidencia cómo las mujeres no solo están transformando la tierra, sino también la percepción social del oficio: "Me decanté por esta opción de vida porque quería contribuir a que la gente pudiera disfrutar de una alimentación más saludable, cuidar el medio ambiente y no contaminar".
La formación, una herramienta transformadora
Uno de los aspectos más prometedores de esta nueva ola de agricultoras es su elevada formación. El 14% de las jóvenes agricultoras cuentan con estudios universitarios en ámbitos agrarios, superando el 10% de sus homólogos masculinos. Este es el caso de Marta Palomas, la responsable de la recuperación de plantas y semillas olvidadas del colectivo Eixarcolant en Jorba. Esta ingeniera agrónoma decidió volver a la tierra por vocación: "Creo que, más allá de trabajar con la tierra, en Eixarcolant estamos contribuyendo a transformar el modelo agroalimentario; estamos construyendo algo. Para mí, ser campesino no es solo cuidar, poner cañas, cultivar y cosechar. Estamos cambiando el modelo". Su perspectiva no solo refleja una conciencia ecológica, sino también una misión transformadora: "Vamos a contracorriente. Los campesinos mayores existen porque vieron que, comprando un tractor, todo era más fácil y podían cultivar más hectáreas; y comprando una variedad híbrida, producían más. Pero también creo que el modelo actual falla y, por tanto, hay que intentarlo de nuevo de una manera diferente".
De los despachos a la tierra
La diversidad de trayectorias y perfiles entre las protagonistas demuestra que no existe un único camino hacia la agricultura. Encontramos desde mujeres que han heredado explotaciones familiares hasta recién llegadas que han abandonado profesiones urbanas para reconectar con la tierra. Tatiana Segura, quien dejó su trabajo de auditora para impulsar Can Rasca Orella en Esparreguera, confiesa: "Yo era auditora, me ganaba la vida, tenía unos jefes muy majos y una seguridad que a mucha gente le gustaría, y, aun así, decidí lanzarme hacia mi sueño". Esta transformación la ha llevado a un redescubrimiento personal: "A mí este proyecto me ha traído un fuerte empoderamiento. Me he regenerado a mí misma y me ha dado algo importante: ahora me siento auténtica". También Adela Martínez, ingeniera de telecomunicaciones reconvertida en impulsora de huertos urbanos en Barcelona, refleja esta nueva conexión con la tierra: "Poner las manos en la tierra y observar los ciclos de las plantas es el mejor regalo de Huertos in the Sky. Hay ocasiones en las que me siento enfadada con el mundo y, cuando subo al huerto, todo eso se evapora". Su conclusión resume el sentir de muchas de estas nuevas agricultoras: "Cuando empiezas a plantar ya no hay marcha atrás".
Bienestar emocional
El testimonio de Maria Costa de L'Escairador en Berga, revela una dimensión a menudo ignorada de la actividad agraria: el bienestar emocional que proporciona el contacto directo con la naturaleza y los ciclos de vida. Museógrafa reconvertida en productora de alimentos artesanales, dejó atrás una carrera de proyectos internacionales para dedicarse a recuperar el oficio de descascarillar cereales: "Ahora, siendo campesina, tengo mucha paz interior. La ansiedad la gestiono de una manera muy diferente". Por su parte, Ariadna Tremoleda de Mas Les Vinyes ha creado una comunidad basada en la permacultura donde experimenta alternativas al modelo agroalimentario convencional: "La permacultura observa los patrones naturales y diseña en función de estos modelos. En cambio, la agricultura convencional parece que está peleándose contra la naturaleza". En este espacio de biodiversidad donde trabaja con sus compañeros, ha descubierto que "vivir en comunidad es una pasada, porque te aporta sostenibilidad emocional y física". Ambas comparten una visión transformadora que va más allá de la simple producción de alimentos: "Quiero un futuro que tenga que ver con responsabilizarnos, con los cuidados, con el respeto a la naturaleza, con sentirnos parte del entorno", afirma Ariadna. Esta conciencia del potencial revolucionario de la agricultura sostenible constituye uno de los principales legados que estas mujeres transmiten a las nuevas generaciones de agricultoras.
Por un futuro agrario más igualitario
Mirando al futuro, el camino hacia la igualdad plena en el sector agrario barcelonés aún presenta obstáculos, pero también ofrece oportunidades sin precedentes. Las 16 protagonistas femeninas de 'Barcelona payesa' no solo representan el presente de una agricultura en transformación, sino que construyen, con cada semilla plantada y cada decisión tomada, un modelo más diverso, sostenible y equitativo para la agricultura del territorio. Como dice Dolors Roca de Fruta de Cal Roca en La Granada: “La agricultura es la mejor manera de vivir que hay, pero te tiene que gustar. Es un trabajo sacrificado y en el que casi siempre somos el último soldado". Para ella, esta conexión trasciende las dificultades cotidianas y se convierte en una fuente de bienestar: "A veces, los domingos por la mañana cojo el tractor y me voy a arar viñas. Desde fuera se puede ver como un sacrificio, pero para mí es un privilegio. También me gusta ir a podar: me encanta el sonido que hacen las ramas cuando caen al suelo".
Las historias recogidas en 'Barcelona payesa' nos recuerdan que el futuro del sector agroalimentario pasa por una mirada más diversa e inclusiva. La contribución de las mujeres no solo es una cuestión de igualdad y justicia, sino también una apuesta por la sostenibilidad y el relevo generacional. Este 8 de marzo, celebramos a las mujeres que cultivan el futuro.
Para más información sobre las acciones de dinamización agraria impulsadas por Barcelona Agraria, puedes escribir a Sònia Callau, responsable de la Dirección Territorial Agraria de la Diputación de Barcelona y coordinadora del programa.