Marta Casas (Vilanova y la Geltrú, 1976) llegó a Parés Baltà por un giro del destino e impulsada por el amor: se enamoró de Josep Cusiné, uno de los hijos de Can Baltà. Con una formación farmacéutica, decidió estudiar enología para comprender mejor lo que tenía entre manos cada vez que cogía una copa de vino. Cuando Marta se unió a la empresa familiar, ya trabajaban, además de su marido, dos cuñados: Maria Elena y Joan. Ella se incorporó bajo la premisa de elaborar vinos y cavas de forma totalmente natural, tal y como «el abuelo», Joan Cusiné Hill, lo había deseado. Marta quedó sorprendida cuando el abuelo le dijo que él quería el mosto fermentado con sólo una pequeña cantidad de conservante, y que «podía olvidar todo lo que le habían enseñado sobre enología». En ese momento, tuvo la sensación de empezar de nuevo, y también entendió que el abuelo había hecho siempre vinos ecológicos, pero sin decirlo.
¿Cómo eran los viñedos de Parés Baltà cuando llegaste?
El abuelo, a los ochenta y dos años, todavía se cuidaba de los viñedos, trabajando sin pesticidas ni herbicidas, de la forma más natural posible. Sin química, como él decía. Y teniendo en cuenta que yo soy farmacéutica, y mi cuñada, ingeniera química, el pobre hombre debió de pensar: «Estas dos me desmontan el pastel». Quizá por eso, desde el principio, me dijo que me olvidara de todo lo que me habían contado en la escuela de Enología y que hiciera lo mismo que él: aprovechar a los animales de la finca para que actuaran de herbicidas naturales y aplicar lo menos posible de azufre y cobre.
No sé qué significa “agricultura convencional”, nunca la he aplicado. La estudié, claro, porque te la enseñan, pero nunca utilizo ningún procedimiento convencional en mi trabajo. Cuando empecé en Parés Baltà, ya se trabajaba en ecológico, y justamente en ese momento iniciaron la tramitación de toda la documentación para obtener el certificado y poder etiquetar los vinos como ecológicos.
¿Introdujo más cambios junto con el abuelo? Nacido en 1917, Joan Cuisiné Hill murió en 2010. ¿Puedo vivir la transición de la bodega hacia la agricultura biodinámica?
Justo el año en que el abuelo murió, mi cuñado se enteró de la existencia de un grupo en Catalunya, cerca de Igualada, que estaba practicando algo llamado “agricultura biodinámica”. Como viaja mucho y trabaja con importadores, ya había observado la etiqueta “Demeter” en algunas botellas de vino, y nos comentó que en Alemania se hablaba mucho.
Entonces, le propuso a mi cuñada que hiciera el curso de biodinámica, asegurándole que ella lo entendería todo perfectamente, gracias a su formación científica. Yo leí el programa del curso y vi que abordaba conceptos como las energías sutiles, las fuerzas del cosmos, y los ritmos de la naturaleza y de la luna, la energía vital de los alimentos, la estructura del suelo y los organismos- granja, entre otros temas muy peculiares. Finalmente, decidieron asistir unos pocos, no sea que les «lavaran el cerebro».
«No sé qué significa “agricultura convencional”, nunca la he aplicado. La estudié, claro, porque te la enseñan, pero nunca utilizo ningún procedimiento convencional en mi trabajo» Marta Casas
¿Existían prejuicios sobre la formación en agricultura biodinámica?
¡Por supuesto! Y, de hecho, actualmente todavía hay gente que ve distorsionada esta forma de cultivar, pero por desconocimiento. Es curioso, porque ahora yo soy profesora de biodinámica y me dicen que las personas que la practican «son esotéricas, medio brujas que miran el cielo y la luna, hippies que hacen rituales y danzas para que llueva e incluso entierran cuernos de vaca rellenos con estiércol».
Al principio, yo también era muy escéptica y, cuando los compañeros que habían ido a las formaciones me contaban lo aprendido, no entendía nada. Me hablaban de rizomas, cubiertas vegetales, leguminosas que fijan el nitrógeno, y yo pensaba que habían perdido la chaveta... Piense que yo venía del campo de la Farmacia. Pero al final decidí estudiar agricultura biodinámica, en parte porque veía a mi suegro tan entusiasmado que quería saber de qué mal moriríamos si se le ponía entre ceja y ceja que debíamos trabajar el viñedo según los principios biodinámicos. Pero fui pensando que me harían realizar extraños rituales y salir de noche a mirar la luna.
¿Qué te encontraste en el curso? ¿Qué es lo que más te sorprendió de la formación en biodinámica?
Ante todo, me sorprendió la forma en que estaban estructurados los contenidos del curso. Era aparentemente muy desordenado... Del capítulo 1, saltaban al 8 y después al 5... Todas las explicaciones se hacían en círculo, sin zapatos y en el campo. Me costaba mucho leer el libro y nunca me había pasado antes de tener que volver atrás para entender lo que leía.
Después, capté que la biodinámica se explica de forma espiral, y que la explicación teórica sigue el esquema de lo que hacemos cuando realizamos los preparados biodinámicos: elaboramos una dinamización para dar vida a la tierra oa la planta y transferimos esta información del preparado en el agua que aplicaremos posteriormente. Diluimos el producto en el agua y creamos un vórtice, girándolo varias veces. Creamos el caos para que, al terminar, se vuelva a formar el equilibrio. Y de la misma forma se enseña la biodinámica: se alterna el caos con el equilibrio porque, si no lo haces así, hay una fuerza centrífuga que te expulsa hacia fuera.
De hecho, Rudolf Steiner, el padre de la antroposofía, escribió aquellos libros tan complejos sobre biodinámica para hacer la disciplina accesible a quienes realmente estén en un momento vital que les permita entenderla.
¿Crees que la antroposofía es un buen complemento para la ciencia?
Sin duda. Cuando imparto clase, siempre remarco que la biodinámica está basada en la antroposofía, que es el conocimiento en profundidad del anthropos, el ser humano, pero va más allá. Si nos quedáramos sólo con la antroposofía, la disciplina sería poco práctica y demasiado filosófica.
Sin embargo, si combinamos la antroposofía con el empirismo, con un conocimiento de la naturaleza que incluye matemáticas, biología y química, lo comprendemos todo mucho mejor. Al vino le suceden procesos químicos naturales: hay levaduras que transforman el azúcar en alcohol. ¡Pues, antes, los antiguos pensaban que este proceso era magia! Pero no, ¡es ciencia! Por tanto, si observamos la naturaleza, tal y como hizo Steiner, la práctica biodinámica siempre será un complemento a la ciencia.
«Cuando imparto clase, siempre remarco que la biodinámica está basada en la antroposofía, que es el conocimiento. Pero si nos quedáramos sólo con la antroposofía, la disciplina sería poco práctica y demasiado filosófica» Marta Casas
¿Qué te ha aportado la biodinámica en tu labor como agricultora y enóloga? ¿Y en tu vida personal?
Estoy superorgullosísima de haber llegado a comprender la biodinámica, de formar parte de esta familia, de crear un producto que viene de la tierra y que, además, brinda placer. El vino es un alimento que, en moderación, nos permite gozar y nos da la satisfacción de entender el territorio, la naturaleza. También nos da la oportunidad de averiguar quién lo ha elaborado y de dónde proviene. No es lo mismo una garnacha producida aquí que en el sur de Francia o en Australia.
Me encanta la biodinámica y la antroposofía y, si además puedo combinarlas con el conocimiento científico que tengo y comprender los ritmos cósmicos, es una maravilla. Por ejemplo, ahora sé que cada planta tiene su propio ciclo y está relacionada a su vez con el ciclo de un planeta diferente. Estoy tan contenta, orgullosa y profundamente agradecida por lo que me sucede en la vida que soy completamente feliz de haber llegado hasta aquí. Si antes pensaba que había llegado a Parés Baltà por casualidad, creo que ahora fue una sincronización.
"Me encanta la biodinámica y la antroposofía, y si además puedo combinarlo con el conocimiento científico que tengo y comprender los ritmos cósmicos, es una maravilla" Marta Casas
¿Quieres que tus hijos sigan vinculados al mundo del vino y de la agricultura?
Pronto les tocará pensar en el futuro y elegir si quieren estudiar bachillerato o ciclos formativos. Yo sólo les digo que estudiar significa conocer, y que hacerlo les proporcionará más libertad de opinión, más libertad de conocimiento y más libertad para explorar el mundo y vivir con plenitud.
La antroposofía nos invita a observar, pensar, sentir y actuar. ¿Y qué hacemos normalmente? Sólo actuamos, y lo hacemos sin oír, pensar ni observar.
Les animo a aprovechar las oportunidades que se les presenten ya seguir sus sentimientos sin miedo a equivocarse, porque no ocurre nada si se cometen errores. No se pierde ni un año ni se pierde nada, sino que se ganan experiencias y conocimientos.
¿Tienes algún vino preferido?
Sí y no. Sí, porque evidentemente, como cualquier ser humano, siempre te decantas por un estilo, pero ese estilo lo voy cambiando. Y además todos los vinos son como hijos para mí. Quizá haya uno que es el más guapo y otro que es algo más cojo, pero cada uno tiene su carácter y su momento.
¿Cuántos tipos de vinos elabora?
Cuando empecé, teníamos unos siete u ocho vinos, y ahora en total hacemos cincuenta. Con 200 hectáreas de viñedo repartidas por todo el Penedès, a diferentes alturas y microclimas, tenemos la oportunidad de crear una gran diversidad de vinos. Aunque con la práctica de la biodinámica producimos menos cantidad, esta metodología nos permite jugar.
¿Qué futuro prevés para los viñedos y los vinos del Alt Penedès?
En el Penedès, existe una revolución. No será una transición de hoy para mañana, pero es un cambio a valorar y que nos traerá un muy buen futuro para la zona.
Normalmente, las personas asocian el estilo del vino con la zona en la que se produce. Por ejemplo, relacionan un vino de Burdeos con el coupage Merlot y Cabernet.
Pero el Penedès siempre ha sido un jardín de diversas variedades. Ahora está existiendo un aumento significativo de la producción de vinos ecológicos en la región porque, si quieres situarte en la parte superior de la pirámide de calificación de los vinos, debes ser ecológico. En el Penedès, aproximadamente el 70% de los viticultores ya siguen prácticas ecológicas, y durante la última Barcelona Wine Week, el presidente de la Denominación de Origen Penedés se afirmó que en 2030 seremos la primera DO del mundo con el 100% de la producción en ecológico. Es un objetivo posible y realizable.
Además, aquí existe otra revolución en marcha: se está adoptando una técnica de poda más manual y mucho más respetuosa con el viñedo, porque se ha observado que la mecanización del campo ha envejecido los viñedos. Se están realizando mejoras significativas. Se cosecha más a mano y se hace una poda de respeto, buscando que el flujo de savia no se vea obstruido. Estas prácticas permiten que los viñedos tengan una vida más larga y nos permitan aspirar a ser una región de gran envergadura, lo que se llama « Make Penedès great again ». Podemos volver a que el Penedès sea grande en términos de calidad, y no en kilos. Y la calidad se consigue haciendo las cosas de forma más manual, sin maltratar las plantas mecánicamente ni con el uso de productos químicos.
«En el Penedès, existe una revolución. No será una transición de hoy para mañana, pero es un cambio a valorar y que nos traerá un muy buen futuro para la zona» Marta Casas
Has pasado de ser farmacéutica a enóloga y agricultora. En tu trayecto del laboratorio al campo, ¿que destacarías?
Me he quitado la bata blanca porque creo que el enólogo debe pisar el viñedo. El blanco es para el laboratorio, mientras aquí estamos creando una materia viva que evoluciona dentro de la botella.
Es necesario que haya una revolución mental y reconocer que el enólogo también debe estar atento a la viña y tomar decisiones en el campo. ¡Haremos un buen vino si tenemos una materia prima de calidad! Si no, deberemos utilizar muchos mecanismos para hacerlo bueno y añadir cosas que, a pesar de estar aprobadas a nivel sanitario, no son saludables para nuestro cuerpo. En resumen, si tomas las decisiones correctas en el viñedo, no tendrás que hacer retoques en el vino.
De hecho, de seguir los principios antroposóficos, las cosas mejorarían en todos los ámbitos: política, economía y relaciones sociales, entre otros. Si comemos bien, tendremos la cabeza más clara y más despierta para tomar decisiones correctas. Mi profesor de biodinámica decía que, si los políticos y los economistas comieran elementos vivos y vitales, incorporarían esta vibración energética y seríamos una sociedad distinta.
¿Cómo culmina esta revolución en el Penedès?
El tercer aspecto de la revolución es mitigar el cambio climático y estamos tomando medidas. Los agricultores vemos que debemos hacer algo ahora que no tenemos nada de agua y las temperaturas aumentan. ¡Y estamos actuando! Hemos recuperado variedades ancestrales, que se adaptan al cambio climático, y las estamos plantando.
Con las temperaturas cada vez más altas, debemos cosechar las uvas antes y la vendimia se adelanta. Hemos comprobado que las variedades autóctonas tradicionales de la zona son las que mejor salen, mientras que las variedades importadas, procedentes de regiones más frías, ya no están funcionando. Además, hemos aprendido técnicas manuales para aprovechar al máximo la cosecha y variedades locales.
Ya no podemos centrarnos en producir grandes cantidades de uva ni tener tanto vino sobrante. Tampoco pueden mantener unos precios tan bajos... Debemos restaurar el prestigio de las zonas vinícolas del Penedès. Aunque ésta es una revolución lenta, estamos encaminados hacia estos cambios, ya que no hay vuelta atrás.
«Ya no podemos centrarnos en producir grandes cantidades de uva ni tener tanto vino sobrante. Tampoco pueden mantener unos precios tan bajos... Debemos restaurar el prestigio de las zonas vinícolas del Penedès» Marta Casas
¿Cómo ves el papel de la mujer en la agricultura vitivinícola?
La figura de la mujer siempre ha estado en el viñedo, pero a menudo era invisible. Muchas mujeres no osaban exponerse en público, y todo el reconocimiento iba dirigido a sus maridos. Nosotros elaboramos un vino en honor a "la abuela", Rosa Cusinell, que vivió hasta los cien un años. Murió en el 2021.
Recuerdo que, cuando le enseñé que le habíamos dedicado un vino, me dijo: «A mí no me saques a ninguna parte. ¡Yo no soy nadie! Es el dueño quien debe salir». ¿Cómo que el dueño? El dueño era su marido, y cuando éste murió, ¡su hijo! Le dije que sin ella no tendríamos los viñedos que tenemos. Por eso estoy tan agradecida de poder trabajar con esta materia prima y en estas tierras, que son nuestro diamante. Y hemos podido conseguir todo esto gracias a ella.
Más allá de la abuela, soy consciente de que hay muchas mujeres trabajando entre bastidores que han sufrido un montón, incluso discriminación. Ahora, sin embargo, en el mundo del vino, se valora mucho más el papel de la mujer y se nos reconoce por nuestra capacidad de cuidar y proteger. Las mujeres tenemos una sensibilidad distinta. No mejor ni peor que los hombres, sino simplemente distinto.
El vino se prueba, se huele y se mira. ¿También se escucha? ¿A ti te habla el espíritu del vino?
La planta no tiene sentimiento, pero sí tiene aves e insectos que le rodean y son ellos quienes aportan la energía emocional a la planta, porque van a las hojas, la polinizan y diseminan sus semillas. Y si se trata de abejas, también lo polen. Son los pájaros y los insectos los que dan el alma a la planta.
El espíritu del vino te habla primero en el viñedo, cuando lo observamos. Si el enólogo quiere que el vino tenga alma, que transmita, que exprese, y que, cuando se pruebe, diga de dónde viene y revele el carácter que tiene, debes haberlo escuchado. Cuando esto sucede, es porque alguien ha estado detrás de esta botella y presente en este viñedo, observando y escuchando todo con atención.
Detrás de una botella de vino, de una copa, se esconde toda una historia, un terreno, una variedad, personas que piensan y la impronta de cómo se ha trabajado.
Cuando disfruto más del ciclo del vino es cuando estoy en compañía, probando los vinos, incluso con personas que tienen intolerancias diversas, y me dicen: «¡Tu vino se me pone tan bien!». En estos momentos, me siento llena.
— Redacción BCN Smart Rural —