Marta Palomas (Igualada, 1981) forma parte del Colectivo Eixarcolant y es la responsable de la recuperación de plantas y semillas olvidadas, junto con Júlia Yuste, Ramon Gassó y Marta Ferrer. Después de estudiar Ingeniería Agrónoma, especializarse en jardinería y paisajismo, trabajó durante un tiempo como delineante hasta que se dio cuenta de que lo que realmente quería hacer era cultivar una huerta ecológica.
Nos encontramos con Marta en la sede de Eixarcolant en Jorba, en la comarca del Anoia, porque queremos conocer su trayectoria, su vínculo con el campesinado y los orígenes de su pasión por recuperar semillas antiguas y transformar el modelo agroalimentario. Durante la conversación, nos muestra con detalle todos los espacios de la cooperativa e incluso nos lleva a la cámara frigorífica en la que conservan las semillas. También paseamos por el huerto, donde nos invita a degustar la hoja verde de una amapola, que nos resulta deliciosa. Esta planta, que a menudo se considera una «mala herba», ahora se utiliza en muchos mezclums de brotes y hojas, y da un toque diferente a las típicas ensaladas. El mismo nombre del colectivo ya nos da una idea clara de la tarea que desarrolla, ya que «eixarcolar» implica utilizar como alimento o remedio las plantas llamadas popularmente «males herbes».
¿Cuándo y cómo empiezas a conectar con el campesinado ya vincularte con la tierra?
De joven ya me gustaba tocar las plantas. Recuerdo que antes de iniciar los estudios universitarios, les dije a mis padres que quería seguir un ciclo formativo de jardinería. Pero ellos me recomendaron que estudiara para tener «un futuro mejore» y, finalmente, opté por estudiar la carrera de Ingeniería Agrónoma. No fue hasta después de unos años cuando empecé a trabajar en lo que realmente deseaba.
Mi primera experiencia laboral fue como delineante, un trabajo que no me gustó en absoluto. ¡Yo quería trabajar con la tierra y cultivar una huerta ecológica! Cuando me quedé embarazada, perdí ese trabajo y con mi pareja decidimos trasladarnos a Luxemburgo. Fue allí donde empecé a buscar trabajos relacionados con la horticultura ecológica, pero fue imposible. Esa zona es la antítesis de lo que queremos hacer aquí: en Luxemburgo, todo se importa.
Después nos trasladamos a Bélgica, donde empecé a trabajar con unos campesinos que se dedicaban al cultivo de manzanas ecológicas. Ellos lo hacían todo: desde cultivar la fruta hasta gestionar pedidos y vender directamente. Además, tenían un supermercado pequeñito y una tiendecita de verduras. ¡Por fin podía tocar tierra!
¿Existe alguna experiencia de los primeros años como campesina que te haya marcado especialmente? ¿Qué aprendiste con los campesinos de Bélgica? ¿Cómo fue ese cambio de vida y de profesión para ti?
Fue una transición sencilla, porque finalmente estaba haciendo lo que realmente deseaba. Durante ese tiempo, aprendí muchas cosas, pero hay un evento especialmente significativo que me hizo ver el mundo del campesinado con otros ojos. Un año, heló justo cuando los campos estaban en plena floración, y sólo sobrevivió un 20% de la producción. Los campesinos me dijeron que, por desgracia, no podrían pagarme el sueldo acordado... Por suerte para ellos, la familia había arrendado una hectárea de sus tierras a una chica que practicaba la agricultura apoyada por la comunidad, que en inglés se llama «Community Supported Agriculture». Esta forma de cultivar funciona muy bien y se basa en que tú, como consumidor de aquellas verduras, pagas por adelantado al campesino, compartiendo los riesgos de las inclemencias climáticas y las repercusiones negativas del cambio climático.
Después de esta experiencia, pasé a trabajar en un proyecto pequeño en otro sitio. Además de seguir ese mismo sistema de cultivo, los consumidores también cosechaban sus propias verduras. El trabajo del campesino era cultivar e indicar con una banderita de color amarillo las unidades que cada persona podía cosechar y, con una verde, señalar que podía cosechar todo lo que quisiera.
Fue en este proyecto que me di cuenta de que estaba aprendiendo y al mismo tiempo haciendo lo que realmente deseaba: ser campesina y tocar la tierra. Como ingeniera agrónoma, ese deseo parecía extraño para muchos, pero era exactamente lo que yo quería hacer.
Después de esta experiencia, ¿cuándo pudiste aplicar los conocimientos adquiridos sobre la tierra y el modelo de campesinado en Catalunya?
Fue después de separarme de mi marido que decidí volver a Catalunya con mi hija y empezar a buscar trabajo. Mi padre me habló de Marc Talavera, el presidente de Eixarcolant, y le contacté para decirle que buscaba trabajo. Él me respondió que, en ese momento, no tenían ningún...
En 2018 empecé a colaborar en las jornadas gastronómicas de las plantas olvidadas que organiza la entidad y, poco después, tuve la oportunidad de unirme al proyecto gracias al programa de ayudas para jóvenes agricultores. Al principio, mi trabajo no estaba vinculado con la recuperación de semillas, sino más bien con la horticultura. Yo sabía cómo cultivar y cómo llevar la huerta, pero cuando iniciaron el proyecto del banco de entonces, no lo pensé dos veces. ¡Me parece una tarea tan bonita!
«Yo sabía cómo cultivar y cómo llevar la huerta, pero cuando iniciaron el proyecto del banco de entonces, no me lo pensé dos veces. ¡Me parece una tarea tan bonita!» Marta Palomas
¿Qué ventajas te ha aportado trabajar con la tierra y formar parte de un modelo cooperativo?
Creo que, más allá de trabajar con la tierra, en Eixarcolant estamos contribuyendo a transformar el modelo agroalimentario; estamos construyendo algo. Para mí, ser campesino no es sólo cuidar, poner cañas, cultivar y cosechar. Estamos cambiando el modelo. Es cierto que hay momentos muy complicados y difíciles, pero a mí esto realmente me gusta. Me gusta mucho y lo que hacemos no es sencillo, porque vamos a contracorriente. Los agricultores grandes existen porque vieron que, comprando un tractor, todo era más fácil y podían cultivar más hectáreas; y comprando una variedad híbrida, producían más. Pero también creo que el modelo actual falla y, por tanto, hay que intentarlo de nuevo de una forma diferente. Por eso soy campesina.
Dicho esto, no nos equivocamos pensando que el trabajo de payés es fácil, porque realmente es duro y muy ligado. A veces, el viento sopla fuerte mientras duermes y piensas que tienes que ir a cerrar el invernadero. O cuando no llueve, por ejemplo, sufres. Es muy diferente de un trabajo en el que te sientas delante del ordenador y haces un horario concreto.
Las personas que trabajan en ganadería están aún más atadas... Las vacas deben ordeñarse, a diferencia de las plantas, que si las dejas bien regadas, llega el fin de semana y te puedes desentender. En resumen, el campesinado debe gustarte. Para mí, es un trabajo vocacional.
En Eixarcolant, por suerte, tenemos una ventaja: somos muchos, y podemos tener días de descanso. Podemos marchar una semana con la familia y hacerlo con la tranquilidad de saber que hay alguien al que delegar el trabajo y que el que ha plantado no se va a morir. El trabajo es sacrificado, pero no queremos ser esclavos. El hecho de ser muchos nos brinda esa tranquilidad.
Me gusta el trabajo que hago. Voy a trabajar contenta y estoy cerca de casa, otra ventaja cuando tienes una familia. Además, trabajo con personas maravillosas: ¡Eixarcolant tiene un gran equipo! También puedo afirmar que, con el trabajo que realizo, estoy contribuyendo a que el futuro y el mundo sean algo mejores.
«Creo que si hemos llegado hasta aquí es porque el modelo actual está fallando, y por tanto, hay que intentarlo de nuevo de una forma diferente. Por eso soy pagesa» Marta Palomas
¿Podrías poner un ejemplo concreto de la función social que realiza en Eixarcolant, teniendo en cuenta las diferentes ramas de la cooperativa?
Al lado del trozo donde tenemos las plantas y justo enfrente de nuestra sede, donde se encuentra el obrador y la nevera con el banco de semillas, tenemos un horno de pan que cogimos cuando murió la persona que lo gestionaba. Y decidimos hacernos cargo, porque creemos que es mucho más que un simple horno de pan: ¡es un punto de encuentro para la gente del pueblo! Además, nosotros hacemos el pan con harinas de proximidad, apoyando así a pequeños agricultores y personas que tienen proyectos en los que realmente creemos. Quisiéramos que todo el mundo hiciera lo mismo y que, quien tenga ideas, las lleve a cabo.
Cuando compras pan en el horno de Eixarcolant, no estás sólo comprando pan, sino que estás contribuyendo a que nosotros compramos la harina a los campesinos de proximidad y que haya horticultores que nos abastecen de verduras por las tortas, por ejemplo. Esto crea una red de soporte en la que todo está relacionado. Los consumidores a menudo no somos conscientes de ello, pero tenemos mucho poder. Con nuestras decisiones de consumo, influenciamos muchas cosas. Si compras un pan congelado en la gasolinera, estás favoreciendo un modelo productivo determinado. En cambio, si vas a una tiendecita de pueblo oa un horno pequeño donde hay una persona que hace el pan allí mismo con harinas locales, tu dinero está contribuyendo a otro tipo de modelo.
«Los consumidores a menudo no somos conscientes de ello, pero tenemos mucho poder. Con nuestras decisiones de consumo, influenciamos muchas cosas» Marta Palomas
Desde que trabajas en el banco de semillas antiguas, ¿has descubierto alguna especie que te sorprenda saber que todavía pervive?
Una señora nos trajo un ajo de secar que llevan más de cien años cultivando, por ejemplo. Te encuentras con personas que son muy conscientes de lo que significa tener una semilla que han estado conservando toda la vida y, a medida que se hacen mayores y se dan cuenta de que no hay nadie a su alrededor que esté interesado en preservar ese legado, ven en Ensanchando una oportunidad para su continuidad. Algunas personas nos envían cartas en las que cuentan la historia de estas semillas. ¡Es muy bonito!
«Te encuentras con personas que son muy conscientes de lo que significa tener una semilla que han estado conservando toda la vida y, a medida que se hacen mayores y se dan cuenta de que no hay nadie a su alrededor que esté interesado en preservar este legado, ven en Ensanchando una oportunidad para su continuidade» Marta Palomas
¿Existe un reconocimiento de su trabajo y de la red ecosistémica que está alimentando?
Aún queda camino por recorrer, pero creo que sí. Hay muchas personas que nos hacen saber que están agradecidos por la labor que realizamos. Nos felicitan a través de las redes sociales, como Instagram, o cuando vamos a alguna feria. Es gratificante recibir ese reconocimiento. Pero también hay que decir que no estamos solos: por ejemplo, en Catalunya, está la Red Catalana de Graners, una iniciativa que aglutina a los diferentes bancos de semillas del territorio.
¿Qué acciones lleva a cabo para fomentar la conciencia sobre el uso responsable de los recursos como el agua y en el cultivo de los alimentos?
Por lo que respecta a la gestión de los huertos, utilizamos el riego por goteo, ya que nos permite optimizar el consumo de agua. En el ámbito hídrico, no podemos hacer mucho más. Regamos con el agua acumulada en la esclusa, una presa que se hizo antiguamente para abastecer al pueblo. Dependemos totalmente de este suministro de agua y sufrimos mucho.
Por lo que respecta a las semillas, utilizamos variedades autóctonas tradicionales, adaptadas a nuestro territorio. ¡Esto también nos ayudará de cara al futuro! Además trabajamos con especies silvestres y animamos a la gente a cultivarlas. Estas plantas crecen de forma espontánea en el territorio y no hay nada más adaptado que ellas. Por ejemplo, de las amapolas que salen a los campos de trigo podemos comer las hojas. ¡Y estas hojas se pueden mezclar con otros tipos de brotes y hojas y obtener una ensalada buenísima!
La campesina Maria Riera nos ha comprado algunas semillas de plantas silvestres y ya ha incorporado a sus cultivos el corazón de venado y la coscoja. Haciendo experimentos con estas especies, ha creado su propio mezclum. Pero lo interesante es que tú mismo puedes obtener tus propias semillas y ya no debes depender de nadie. ¡Son entonces que compras una sola vez y ya está! El día que germine la semilla, se reproducirá donde la plantes. Y todo esto tiene grandes ventajas: si cultivas con tus propias semillas, habrá menos vehículos circulando arriba y abajo, porque podrás hacerte la cantera en casa.
Ahora eres responsable de recuperar plantas y semillas olvidadas. ¿Cómo describirías esta tarea en relación con la horticultura y cómo se complementan?
Es una tarea distinta, pero también muy bonita. Desde el Departamento de Semillas de Eixarcolant tomamos algunas variedades y las caracterizamos en fichas. Allí, explicamos cómo es la planta y esta variedad concreta, el origen, quien nos la ha proporcionado, cuántos años lleva cultivando, etc. Llenamos la ficha, ponemos las semillas, y después nos encargamos de hacer la inscripción en el catálogo estatal. Pero no siempre es posible registrarlas... ¡Eso es otro tema! Algunas veces nos han dicho que la variedad no era homogénea y tenía muchos morfotipos diferentes y, por tanto, no se podía registrar. Querrían que todas las plantas fueran iguales e idénticas; pero, de hecho, lo bonito es que haya diversidad dentro de una misma variedad. Además, esta variabilidad también las hace más resistentes. Imagínese si todos los individuos fuéramos iguales e idénticos... ¡Un virus podría eliminar a todo el mundo rápidamente! Nosotros vemos riqueza en la diversidad genética, pero la normativa a menudo no la contempla. Es necesario preservar la diversidad.
«Nosotros vemos riqueza en la diversidad genética, pero la normativa a menudo no la contempla. Es necesario preservar la diversidad» Marta Palomas
Si pudieras dar un consejo que llegara a mucha gente y ayudara a darle la vuelta a las injusticias, ¿cuál sería?
Daría un consejo que parece muy tonto, pero en realidad no lo es: antes de consumir, plantéate si realmente lo necesitas. Si dejáramos de comprar cosas que no nos hacen falta, podríamos destinar nuestro dinero a adquirir productos que, aun siendo quizás más caros, ayudan a cambiar el modelo económico.
«Antes de consumir, plantéate si realmente lo necesitas. Si dejáramos de comprar cosas que no nos hacen falta, podríamos destinar nuestro dinero a adquirir productos que, a pesar de ser quizás más caros, ayudan a cambiar el modelo económico» Marta Palomas
¿Qué te da esperanza en tu trabajo y futuro de la agricultura sostenible?
Ver que el proyecto sale adelante y que hay gente que comparte nuestras ideas nos da fuerza para confiar en que haremos mejor las cosas, sobre todo por las generaciones que vienen. No sé cómo será el mundo del futuro, ya veces no quiero ni imaginarlo, pero estamos dando pasos para cambiar las cosas. Entre todas las semillas que estoy sembrando, la que más me está enseñando es mi hija Vinyet. Es un aprendizaje que nos toca vivir a las personas que hemos decidido ser madres o padres, y, al final, parte de lo que hacemos, lo hacemos pensando en nuestros hijos y en las generaciones futuras.
Si pudieras hablar con Marta de hace veinte años, ¿qué le dirías?
No le daría ninguna lección. Creo que no tenemos ni idea de qué nos va a deparar la vida, y al final creo que no aprendes estudiando en la universidad, sino viviendo la vida. Pienso que si no hubiera estudiado agronomía, quizás también habría acabado trabajando en Eixarcolant, quién sabe! A Marta de hace veinte años le diría que debe vivir su propio camino y que, en ese camino, tendrá que tomar decisiones. Éstas nunca serán ni buenas ni malas, sino que habrá que gestionar las consecuencias de la mejor manera posible y hacer lo que una siente que debe hacer en cada momento.
— Redacción BCN Smart Rural —