Un camino entre encinas conduce a la edificación del Mas Les Vinyes, el escenario del proyecto de vida comunitaria que impulsan en Sant Martí de Albars tres núcleos familiares. Se trata de un sueño que comparten seis personas adultas y tres jóvenes de entre 12 y 15 años, y que gestionan a diario como cooperativa de trabajo. En total, 25 hectáreas de tierras, ganado y una preciosa casa de 1000 m2 que llevan con empuje Ariadna Tremoleda, Sergi Caballero y Robert Fontan. Ella estudió psicología; Sergi, ingeniería multimedia; y Robert tiene formación en energías renovables. Entre los tres, lideran un laboratorio productivo y educativo que quiere contribuir a transformar la agricultura y la ganadería del territorio.
El proyecto nace en 2013 de la voluntad de un grupo de personas de fomentar la salud de la tierra y los seres que habitamos en ella, y desde entonces siguen criterios de permacultura y agricultura regenerativa. Además de recibir regularmente alumnado para formarse, acogen a personas voluntarias del proyecto Europeo Erasmus Plus. Robert nos enseña el ganado que cuida día a día y conocemos a fondo a Ariadna, con quien recorremos cada rincón del proyecto. En el horizonte de la conversación se dibuja un futuro mejor en el que la observación de la naturaleza y el decrecimiento son dos estrategias clave para la adaptación al cambio climático.
La permacultura como herramienta de transformación
Entrar en el Mas Les Vinyes es ilusionarse por cada sorpresa que reserva la finca. Siempre diseñada siguiendo criterios de permacultura, no hay nada al azar: como en la naturaleza, cada elemento tiene una función específica. Desde el bosque comestible al gallinero móvil, pasando por las balsas de depuración de aguas, la zona de vermicompuesto, la cabaña de autoconstrucción o los simpáticos patos carnívoros, todo está pensado y diseñado de acuerdo con el objetivo de mitigar el emergencia climática y, al mismo tiempo, sirve como espacio de producción de alimentos y formativo. Ariadna Tremoleda (Barcelona, 1982) sitúa el proyecto: «Diversas personas hemos decidido llevar conjuntamente la finca y esto nos permite ser eficientes a muchos niveles.
La idea que guía la iniciativa es la permacultura, «un sistema de diseño de hábitats humanos que debe generar más energía de la que necesita para funcionar», explica Ariadna. Esta filosofía les apasiona y, de hecho, no sólo la practican sino que también la comparten con todo el alumnado que pasa cada año por esta aula de naturaleza en el marco del Curso Internacional de Diseño en Permacultura. En la vertiente educativa, la actividad principal del proyecto, añaden dos líneas más de actuación: la producción de alimentos (con huerta, frutales, huevos, carne de pollo y cordero) y el asesoramiento a otras fincas, que complementan con la colaboración con el Ateneo Cooperativo de la Catalunya Central y la Cátedra del Mundo Rural de la Universidad de Vic - Universidad Central de Catalunya.
Los orígenes de un sueño compartido
Pero ¿dónde comienza la ilusión que permitió tejer el sueño del Mas Les Vinyes? Ariadna recuerda muy bien el momento revelador. Originaria de Barcelona, tras finalizar sus estudios, giró un tiempo por Granada y Sabadell, realizando varios trabajos. De más joven estaba muy implicada en los movimientos sociales feministas, y le preocupaba especialmente el derecho a la vivienda, pero siempre adoptaba un enfoque muy «anti», es decir, señalando todo lo que no le gustaba. En 2006, cuando se quedó embarazada con Sergi, su compañero, sufrió una crisis: «No me cuadraba ni la crianza dentro del núcleo clásico de padre-madre-criatura ni hacerlo en la ciudad». Además, le ocurrió un fenómeno bastante común en la época gestante: no quería destruir, sino ser creativa. «Quería empezar a crear el mundo que deseaba para mis hijos e hijas y para el futuro del planeta», explica. Y de esa necesidad surgió un sueño de vida en comunidad y en contacto con la naturaleza. Acompañados de varias familias que estaban formándose en crecimiento personal, crearon un grupo para intentar aterrizar y materializar esta idea.
Ahora ella y Sergi tienen dos hijos, Nael y Ainara. Cuando el pequeño tenía unos meses, en el 2007, dejaron de vivir en ciudad y estuvieron rondando por el Montseny y la Garrotxa hasta que en el 2013 llegaron al Mas Les Vinyes. Con la ayuda de una hipoteca, cuatro personas se pusieron de acuerdo para comprar la casa y poner en marcha el proyecto. «Nos pusimos como condición estar a una hora y media de la familia de Barcelona. Y como en ese momento uno de los chicos que se asoció con nosotros para comprar la masía trabajaba en el Berguedà y nosotros llevábamos a los niños a Vic, este lugar estaba a medio camino», recuerda. La zona les pareció bonita y fértil, y aunque en la masía no encontraron casi ninguna fuente de agua que se salvara de los nitratos procedentes de la industria cárnica, decidieron hacer del problema una oportunidad. «Teníamos que cuidar muchísimo el proceso del agua», dice Ariadna.
El agua y la energía, bienes a conservar
Si tuviéramos que describir el Mas Les Vinyes con algún color, éste sería el verde de la clorofila: en la finca se ven todos los tonos del verde, lo que genera sensación de abundancia. A pesar de ser el invierno, la época de reposo de la naturaleza, Ariadna se adentra dentro de un campo de mostaza que luce teñido de un verde intenso. La mostaza es una planta que aprecian mucho en la finca, ya que tiene buenas raíces que remueven el subsuelo y, al mismo tiempo, es un buen fertilizante natural. «Siempre buscamos que todo tenga más de una función», explica la nueva campesina.
Para sostener la huerta, el bosque comestible de frutales y todo el proyecto, necesitan agua, por supuesto, y por eso la acumulan y la retienen en los suelos con un sistema llamado Línea Clave, del inglés Keyline. «Al contrario de lo que hace la agricultura industrial, nosotros queremos retener el agua que cae en la finca», explica Ariadna. También recogen aguas pluviales y utilizan plantas acuáticas específicas para limpiar los residuos presentes en el agua. Dado que el agua es un bien muy preciado, se preocupan mucho de reaprovecharla.
Ariadna, junto a sus compañeros, analizan qué está pasando con el cambio climático, uno de los grandes retos que tienen sobre la mesa. «Los patrones climáticos están cambiando: no es que llueva menos, sino que lo hace irregularmenteaudade_2_saudade, dice, a pesar de reconocer la agudización de la sequía en los últimos dos años. Para mitigar sus efectos, idearon un sistema de recogida de agua de lluvia de los tejados y cuentan con un depósito de 280.000 litros. «Nosotros sólo recogemos la mitad del agua que recoge toda la ciudad de Barcelona», explica antes de añadir que en la ciudad condal utilizan dos depósitos como el que tienen en la masía. Además de los inodoros secos, han construido cuatro balsas de depuración de aguas donde limpian el agua gris, y ésta, una vez regenerada, la utilizan para regar los frutales.
Otro aspecto muy importante del proyecto es que cierran ciclos: intentan que no existan pérdidas energéticas y depender el mínimo de la energía externa. Por eso, no sólo producen y almacenan energía, sino que intentan generar diseños con la máxima eficiencia. Otros recursos que utilizan para el aprovechamiento en la finca son los suelos, que están cubiertos para mejorar sus propiedades, y la combinación de especies de árboles, arbustos y plantas. Como anécdota, nos explican que trituran y torren las cáscaras de huevo de las gallinas para aportar cal a los pollos.
La gestión forestal, clave contra el cambio climático
Hacer la ruta completa en el Mas Les Vinyes significa dedicar una jornada, a ser posible con una libreta a mano, ya que está organizada por ámbitos precisos: la zona 0 es donde vive la comunidad; la zona 1, donde se encuentran las huertas principales y el ganado pequeño; la zona 2, donde se ve el mayor ganado y los frutales; la zona 3, donde tienen árboles más grandes; la zona 4, donde recolectan setas, plantas y piedras; y, por último, la zona 5, donde nada se toca y sólo se observa. Cada zona tiene su atractivo y, dependiendo de la época del año, se tiene más la sensación de estar en una reserva de biodiversidad que en una granja productiva y educativa.
«La permacultura observa los patrones naturales y diseña en función de estos modelos. En cambio, la agricultura convencional parece estar peleando contra la naturaleza», explica Ariadna. Por ejemplo, todos sabemos que, si dejamos un campo sin cultivar, tiende a convertirse en un bosque. Teniendo en cuenta este hecho, en el Mas Les Vinyes pensaron qué tipo de bosque querían tener y, para conseguirlo, plantaron un bosque comestible. Con la fauna hacen igual: primero ponen ovejas, después pollos que se comen las larvas que las moscas ponen en las heces de las ovejas y, en este entorno, no faltan las abejas para polinizar. «La cuestión es cerrar ciclos», afirma Ariadna.
«La permacultura observa los patrones naturales y diseña en función de estos modelos. En cambio, la agricultura convencional parece estar peleando contra la naturaleza» Ariadna Tremoleda
Del bosque de la finca también extraen cada año 12 toneladas de leña, principalmente de pino, porque vieron que esta especie sufre más plagas y se muestra más vulnerable que los robles y encinas a efectos del cambio climático. Con la madera nutren la calefacción de la masía y el sistema de caldera de llama invertida, con el que pueden calentar hasta 2.000 litros de agua, mientras que los serrín los añaden al compost para enriquecerlo con carbono. Además, quemando pino en la caldera, y no encina ni roble, ayudan al bosque a adaptarse mejor a los retos de la emergencia climática.
Otra línea de gestión forestal que desarrollan en el Mas Les Vinyes se relaciona con el pastoreo de su rebaño de ovejas. Implementar el silvopasto de los pequeños rumiantes permite mantener las zonas de protección contra incendios en buenas condiciones y, al mismo tiempo, el pastoreo rotacional permite que los animales aprovechen la riqueza nutricional de las variedades vegetales que crecen en el bosque y evita que coman demasiado en un mismo lugar .
La felicidad de vivir en comunidad
La vida en comunidad tiene un punto de sostenibilidad muy grande. «Es un pase», confiesa, feliz, Ariadna. El grupo del hogar les aporta sostenibilidad emocional y física, además de facilitar su logística familiar. Tienen una lavadora colectiva y ninguna nevera, porque dicen que no necesitan. Encuentran más emocionante entrar en la despensa colectiva y ver los alimentos almacenados.
«Vivir en comunidad es una pasada, porque te aporta sostenibilidad emocional y física, además de facilitar la logística familiar» Ariadna Tremoleda
Conocer a una persona como Ariadna es entender que la alimentación es un eslabón que nos permite regenerarnos como seres humanos, educarnos y responsabilizarnos de nuestra salud física, mental y emocional. Sólo necesita evocar un recuerdo de infancia para afianzar la convicción de que los cambios son posibles. Ella, como tanta gente de ciudad, había comido verduras congeladas toda la vida. Hasta que un día probó guisantes y espinacas ecológicas («Espinacs vivos y guisantes con tavelles», precisa) y, de repente, se preguntó, sorprendida, si los alimentos que ella comía eran realmente guisantes y espinacas. Quien le iba a decir en ese punto que se convertiría en productora de hortalizas ecológicas un día no demasiado lejano.
Una parte muy importante del trabajo del Mas Les Vinyes tiene que ver con el decrecimiento, es decir, al averiguar cuáles son las necesidades auténticas de las personas y cuáles vienen impuestas por el mercado. Esta investigación les ayuda mucho a evitar residuos, como los embalajes de alimentos procesados, por ejemplo.
Ariadna es una mujer fuerte, una auténtica fuente de energía e información. Pero con el equipo de su familia, cooperativa y comunidad se siente aún más poderosa. Cuando se le pregunta sobre el papel que juegan mujeres como ella en el sector primario, se muestra contundente: «Los queremos todos, los papeles. De hecho, lo que creo que es necesario recuperar es la parte femenina de todas las personas », concluye.
La responsabilidad y la libertad a menudo van juntas, y ella se siente más libre ahora que vive sintiéndose parte de la naturaleza. «En esta nueva vida, tengo mis ciclos más cuidados. Esto me da mucha libertad, mucho más contacto con el cuerpo, mucho más respeto hacia mi». El futuro lo ve teñido de permacultura y feminismo: «Quiero un futuro que tenga que ver con responsabilizarnos, con los cuidados, con el respeto a la naturaleza, con sentirnos parte del entorno ».
«Quiero un futuro que tenga que ver con responsabilizarnos, con los cuidados, con el respeto a la naturaleza, con sentirnos parte del entorno» Ariadna Tremoleda
Retos bajo control
Las consecuencias de la emergencia climática o la falta de agua son problemáticas que les generan incertidumbre, en el Mas Les Vinyes. «Ya nos estamos responsabilizando, pero es necesario que sigamos trabajando para adaptarnos a los cambios que vendrán por el bajón de energía», alerta Ariadna.
Ante las crisis que pueden llegar, la biodiversidad se postula como uno de los puntos fuertes de la finca y una de las apuestas que debería permitirles mejorar su resiliencia. Las tres líneas de actuación de la cooperativa y su especial énfasis en el ámbito educativo también se encaminan a aumentar la sostenibilidad económica. Sin embargo, les cuesta que la administración entienda su vocación holística. «A la Generalitat de Catalunya, por ejemplo, si te diriges a la vez a Agricultura ya Ganadería, no lo entenen», se queja. Al mismo tiempo, para acceder a ayudas de producción, la administración no comprende que puedan tener cuatrocientos tipos de fruta y asumen que tendrán una o dos sólo.
«No sabemos cómo hacer entender a la Administración que hay proyectos que son sistémicos y tienen más de una actividade», explica. Para intentar cambiar esta mentalidad, se sumaron al Ateneo Cooperativo de la Catalunya Central y participan en otros grupos. De momento, sin embargo, en el Mas Les Vinyes no son considerados oficialmente como productores agrícolas, porque, a pesar de serlo, la Administración considera que no llegan al mínimo de ingresos. Otro escollo que todavía no han logrado saltar es poder actuar como granja escuela. Cuando iniciaron el procedimiento, se hallaron con la obligación de tener un espacio cerrado con aire acondicionado. Este requisito legal era incoherente con los principios del proyecto y su compromiso con la lucha contra el cambio climático, así que lo dejaron correr.
Una mirada optimista
Pese a los retos, son optimistas y siguen pensando fórmulas para transformar en oportunidades los actuales problemas. Cuando piensan en las futuras incorporaciones al sector primario, tienen claro que es necesario apoyar a las personas que, como ellas mismas, no vienen de familia campesina. Y, para ello, consideran que es necesario empezar por facilitar el acceso a la tierra. Iniciativas como el Banco de Tierras del Parque Rural del Montserrat y otras propuestas que ofrecen entidades privadas les parecen herramientas muy interesantes, siempre que vayan acompañadas. En relación con los bancos de tierras, a esta nueva campesina le parecen muy potentes los espacios test agrarios que se desarrollan en el marco de la estrategia BCN Smart Rural, ya que permiten a los jóvenes probar la actividad agraria antes de atarse' cinco años, que es lo que exigen las ayudas para la primera instalación de jóvenes agricultores que impulsa la Generalitat de Catalunya. Otras actuaciones que inspiran a Ariadna son el Estatuto del Agricultor de Francia o los contratos agrarios. Una larga lista de herramientas y propuestas que provienen de una finca, Mas Les Vinyes, que es mucho más que una comunidad de permacultura: es un laboratorio de ideas y praxis en ebullición permanente.
— Redacción BCN Smart Rural —