Natxo Tarrés, cofundador d’Irehom. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Natxo Tarrés, cofundador de Irehom. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Natxo Tarrés: «Los movimientos de transformación debemos iniciarlos las personas: los políticos van detrás»

El músico que lideró durante muchos años el grupo de rock Gossos nos invita a conocer Irehom, un espacio de trabajo compartido que ha cofundado en el Parc Rural del Montserrat.

Natxo Tarrés (Manresa, 1974) lideró durante muchos años el grupo de rock Gossos y hoy sigue enamorado de la música, un arte que le permite expresarse y conectar con sus emociones. Pero las inquietudes creativas le han llevado más allá del mundo cultural y ahora tiene varios proyectos entre manos.

Muy consciente de la necesidad de encontrar nuevas soluciones a los retos del siglo XXI, nos abre las puertas de Irehom, un espacio de trabajo compartido que ha cofundado en el Parque Rural del Montserrat y que protagoniza el nuevo cortometraje de las 'Historias BCN Smart Rural'.

 



¿Qué es Irehom?

Irehom es el acrónimo del Instituto de Investigación Holística de Montserrat, una asociación sin ánimo de lucro que nació hace casi once años gracias a la iniciativa de un grupo de amigos de Manresa y sus alrededores. Queríamos trabajar conjuntamente en un proyecto que intentara resolver de forma colectiva algunas preguntas que nos planteábamos a nivel individual.

 

¿Qué era lo que más os preocupaba?

La perspectiva de futuro que nos esperaba si no hacíamos nada. En 2008 fue muy evidente que el sistema se tambaleaba y que cosas que pasaban en la otra punta del mundo nos afectaban de una manera directa. Sentimos que debíamos custodiar mejor nuestras vidas y nuestro territorio y decidimos crear una especie de escuela de experiencias que nos permitiera experimentar y ver qué herramientas funcionaban realmente. Entre todos nosotros acordamos comprar Can Casassaies, una gran finca vitivinícola que había caído en el abandono con la irrupción de la filoxera y la Revolución Industrial, y fundar allí Irehom.

 

Como proyecto que quiere dar respuestas creativas a los retos del futuro, ¿en qué aspectos os habéis centrado desde su fundación?

Sobre todo hemos aprendido a trabajar de forma voluntaria en cosas que nadie nos obliga a hacer pero sentimos que son nuestra responsabilidad; en este sentido, hemos aprendido cómo funciona la cooperación entre personas y cómo organizarnos para llegar a nuestros objetivos. Como acciones más concretas, hemos instalado energías renovables, diseñado un sistema de captación de agua, creado un proyecto de permacultura y elaborado un plan estratégico de desarrollo de este valle, entre otras muchas iniciativas que nos han permitido aprender, disfrutar y hacernos responsables de nuestras propias decisiones. Pero no queremos ser una seta bonita: en Irehom queremos transformar la realidad. Así que hemos dedicado muchos esfuerzos a intentar conseguir que lo que hacemos trascienda e inspire a otros colectivos.

 

La actitud de aprendizaje constante parece una característica fundamental de las personas que integran vuestro centro. ¿Es así?

Sí, de hecho el proyecto se plantea como una escuela porque tenemos claro que seguir haciendo las cosas de la misma manera sólo agravará los problemas. Seguir viviendo en un modelo de crecimiento ilimitado en un mundo que es limitado sólo puede llevarnos al colapso. Mi hijo de diez años lo tiene clarísimo, pero la sociedad general parece que no, ya que no se plantea de verdad los retos que tiene por delante. ¿Qué hace que las personas estemos tan dormidas que no seamos capaces de ver que el mundo no podrá seguir de la misma forma? Creo que lo primero que debemos hacer es desaprender lo que sabemos y, a continuación, aprender lo que deberíamos saber.

 

«Seguir viviendo en un modelo de crecimiento ilimitado en un mundo que es limitado solo puede llevarnos al colapso. Mi hijo de diez años lo tiene clarísimo, pero la sociedad general parece que no» Natxo Tarrés

 

En el mundo rural, ¿por dónde pasa este proceso de aprendizaje?

Pues pasa por mirar cómo vivían nuestros antepasados y entender qué hacían exactamente para ser tan resilientes y sostenibles: hay toda una serie de conocimientos y técnicas ancestrales que no podemos permitirnos el lujo de perder. Pero, además, necesitamos enriquecer esta mirada con conocimientos de otros lugares. Por ejemplo, un proyecto de Argentina que lleva treinta años trabajando con barro y paja nos puede asesorar si queremos construir casas con estos materiales. Esta red colectiva está ahí y cada vez es más evidente a nivel mundial y también en nuestro territorio. Durante estos años hemos conocido en Catalunya infinidad de proyectos que parten de la misma filosofía que Irehom, aunque ésta se concrete en actuaciones distintas. Para entender el mundo que nos toca vivir, debemos mirarlo desde una perspectiva holística e integradora.

 

«Para entender el mundo que nos toca vivir, debemos mirarlo desde una perspectiva holística» Natxo Tarrés

 

Irehom está situado en un entorno natural maravilloso. ¿Qué os enseña el contacto con la naturaleza?

La naturaleza es la eterna olvidada, pero a poco que la observemos, ¡se hacen evidente tantas cosas! Entendemos, por ejemplo, que muchas acciones que consideramos positivas para nosotros pueden, a su vez, destruir todo un ecosistema. Que la diversidad no es un problema para la naturaleza, sino una clave fundamental. La naturaleza es la maestra que siempre está ahí.

 

¿Cómo deben relacionarse las personas para que funcione un proyecto de aprendizaje y trabajo compartido como Irehom?

El primer punto es que las personas que participamos tengamos claro qué queremos hacer, qué es lo que nos une, por qué estamos aquí, qué recursos tenemos, cómo trabajamos, cómo nos organizamos, cómo definimos objetivos, etc. Quizás no lo encaremos desde un lenguaje que para nosotros es arcaico, sino con un lenguaje más integrador que reconoce los talentos de cada uno de nosotros y nos anima a desarrollarlos en beneficio del colectivo. Además, nos gusta explorar fórmulas de gobernanza que vayan más allá de la asamblea y buscamos formas de operar que sean realmente eficaces y comprobables con datos. En Irehom, esto se acaba traduciendo en diferentes experimentos que vamos haciendo a medida que tenemos los recursos económicos y personales para poder desarrollarlos. Aquí los proyectos que se llevan adelante salen porque hay alguien que los lidera, pero no sólo por eso, sino también porque esa persona sabe que tiene detrás toda la base humana del colectivo, el apoyo de la red de iniciativas del territorio y otros proyectos locales, nacionales e incluso internacionales. Nosotros tenemos acuerdos estratégicos con proyectos de Brasil, Argentina, Estados Unidos, etc., y a menudo compartimos ideas, recursos y estrategias con gente que se encuentra en la otra punta del mundo.

 

¿Qué proyectos concretos tenéis en marcha actualmente?

Desde el principio, teníamos un taller para arreglar y hacer cosas en la finca y, gracias a la iniciativa y experiencia de una persona que vino al proyecto, decidimos convertir este taller en una carpintería. Le gustaba mucho trabajar con herramientas tradicionales y hacer formación en la materia, y el resto del grupo le ayudamos a poner en funcionamiento una carpintería que tiene diversas funciones. Por un lado, nos permite procesar la madera que recuperamos del bosque y utilizarla para diferentes usos, y esto es muy importante porque en los bosques que nos rodean hay mucha madera que, si no es retirada, se puede acabar quemando en un incendio. Y, por otra parte, aprovechamos la carpintería para realizar cursos y compartir una serie de conocimientos técnicos que corren el riesgo de perderse.

 

¿En qué consiste vuestra colaboración con la panadería Coma de Manresa?

Este horno era un negocio tradicional que heredó gente joven con ideas innovadoras y, desde Irehom, decidimos apoyar el proyecto. Ellos querían hacer pan con semillas autóctonas que no tuvieran tanto gluten y ahora nosotros plantamos espelta y kamut en la finca. Les damos los cereales que recolectamos para que puedan molerlos en el molino que compramos conjuntamente y hagan harina con ellos.

 

El carácter experimental de Irehom es muy apreciado en el territorio y, de hecho, participáis en la formación de alumnos de diversas escuelas agrarias.

Sí, colaboramos regularmente con la Escuela Agraria de Manresa y la Asociación L'Era: sus alumnos nos visitan dos o tres veces al año para realizar talleres y participar en dinámicas. Nos gusta que la gente pueda poner en práctica sus conocimientos y enriquecerlos con nuestros propios aprendizajes en temas de agricultura ecológica, permacultura, energías renovables, aprovechamiento del agua, gestión forestal sostenible, construcciones de piedra seca, tratamiento de residuos, etc. Queremos compartir informaciones útiles para cualquier persona que viva y trabaje en el mundo rural, y lo hacemos con la mirada puesta en el objetivo de repoblar y dinamizar el territorio. Si todo el mundo vive en la ciudad, ¿quién cultivará nuestros alimentos? ¿O quizás queremos dejar la comida en manos de transnacionales que igual la producirán en la otra punta del planeta?

 

«Si todo el mundo vive en la ciudad, ¿quién cultivará nuestros alimentos? ¿O quizás queremos dejar la comida en manos de transnacionales que igual la producirán en la otra punta del planeta?» Natxo Tarrés

 

Esta pasión por aprender y compartir conocimientos es, claramente, uno de los elementos diferenciadores de Irehom. ¿Qué otros valores inspiran el proyecto?

Valoramos mucho la espiritualidad, un concepto que a menudo incomoda y que nosotros asociamos a preguntarnos quiénes somos, qué hacemos aquí y cuál es nuestro papel en todo esto. La espiritualidad la vemos traducida a la naturaleza, un principio con el que convivimos y que exploramos de muchísimas maneras: por ejemplo, con prácticas de silencio en el bosque. Hemos recuperado ocho barracas de piedra a pie de viña que hemos convertido en celdas donde las personas pueden hacer retiros y recibir el acompañamiento de uno de los miembros de Irehom, Oriol Tarragó. Él es psicólogo y ayuda a las personas a detenerse, reflexionar sobre su vida y recuperar el equilibrio perdido.

 

Irehom está situado en medio del bosque. ¿Os preocupan los incendios? ¿Cómo protegéis el entorno de vuestro centro?

Uno de los trabajos fundamentales que desarrollamos es la vinculación con el territorio y nos preocupa el riesgo que supone el fuego en los árboles y campos que nos rodean. Este peligro lo sentimos de forma intuitiva y lo conocemos bien porque trabajamos con el Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales (GRAF), los bomberos de la Generalitat, las Asociaciones de Defensa Forestal, etc. De hecho, estamos trabajando en la gestión forestal de la finca aplicando distintas técnicas concretas. Durante un tiempo, hemos estado haciendo cremas controladas, un sistema muy eficaz que permite reducir masa forestal en lugares estratégicos en los que pensamos que existe riesgo de fuego. Y ahora empezamos un proyecto muy interesante de microesclusas, unas pequeñas construcciones en los torrentes que rodean nuestra finca y que levantamos imitando a los castores y utilizando piedras y restos vegetales. Cuando llueve muy fuerte, estos torrentes bajan llenos de agua, generando problemas y dolores de cabeza en la zona de Sant Vicenç. Sin embargo, a nosotros esta agua nos iría fantástica, así que queremos que se quede aquí, recogida en pequeñas balsas. El agua mejoraría el estado de salud del bosque, ya que se filtraría despacio por capilaridad y generaría una humedad que favorecería todo el ecosistema.

 

¿Habéis recibido apoyo de las administraciones para tirar adelante Irehom? ¿Crees que, en general, se incentivan suficientemente los proyectos rurales como el vuestro?

Para realizar proyectos como el nuestro tenemos muchas dificultades, muchas: no todo el monte es orégano. Pero lo más complicado es el encaje administrativo entre nuestro proyecto y la normativa vigente. Por ejemplo, la ley de urbanismo se hizo en su momento para evitar que las urbanizaciones siguieran conquistando el espacio natural, pero a proyectos como el nuestro, que precisamente trabajamos a favor de la naturaleza, esta normativa nos impide crecer y desarrollarnos. Hay infinidad de iniciativas como Irehom que piden a gritos un marco regulatorio distinto, mucho más amplio y flexible. También es importante destacar el tema de las ayudas, puesto que no funcionan demasiado bien. A menudo debemos hacer encajes surrealistas para recibir una ayuda que al final no nos permitirá hacer lo que queríamos hacer. Nos gustaría poder dialogar más con los políticos, que salgan de los despachos, pisen el territorio y nos conozcan mejor.

 

«Hay infinidad de iniciativas como Irehom que piden a gritos un marco regulatorio distinto, mucho más amplio y flexible» Natxo Tarrés

 

¿Cómo podemos volver a repoblar las grandes masías que tenemos en Catalunya?

Lo más fácil para volver a llevar a las personas al territorio y esparcirlas por el mundo rural es que las personas se den cuenta de que su vida mejoraría mucho: si pueden tener cubiertas unas necesidades esenciales, serían mucho más felices. Evidentemente, vivir en el mundo rural nunca será como vivir en la ciudad, pero es que la ciudad depende de ese mundo rural. Debemos cohabitar. De hecho, este mundo rural sirve como refugio para que las personas que están todo el día en las ciudades puedan venir, pisar el territorio, pasear y contemplar esta maravilla y que, al marcharse, se vayan más armonizadas, más amorosas, sintiendo que vivir es mucho más que tener cosas, prisa y objetivos a corto plazo. Poder detenerse un rato en admirar una puesta de sol o escuchar el canto de los pájaros tiene un gran valor. Pero quizá lo primero sea experimentar: pasar un tiempo en el mundo rural y ver si realmente la experiencia mejora tu calidad de vida.

 

¿Qué papel juegan en esa filosofía los espacios de trabajo compartido?

Lo importante es crear comunidad y conseguir que esta comunidad tenga un poco de todo. Que puedas hacer un rato de coworking y tener tu huerto y crear con otros compañeros una escuela rural donde favorecer un sistema educativo distinto. Los movimientos de transformación debemos iniciarlos las personas: los políticos van detrás.

 

¿Qué aporta a vuestro espacio estar en torno al Parque Rural del Montserrat? ¿Cuáles son los beneficios de vivir y trabajar en un entorno como éste?

La idea del Parque Rural del Montserrat me parece clave porque lo que hace es religar a personas y proyectos del territorio con unas ideas muy claras que tienen que ver con la sostenibilidad y la resiliencia. Desde Irehom ayudamos a definir las líneas estratégicas de la iniciativa, a redactar el plan de gestión e incluso participamos en el acto de presentación, pero nuestra participación ha sido principalmente inspiracional: intentamos que se entienda lo que nosotros custodiamos y se valoren las sinergias poderosas que generamos en el territorio. Y, para conseguirlo, el primer paso es inspirar: si no ves algo es muy difícil que te lo puedas imaginar. En cualquier caso, bienvenidos todos los proyectos de la Administración que ayuden a fomentar esta conexión necesaria entre las personas que vivimos en el mundo rural.

 

¿Cómo se integra la comunidad de Castellgalí en Irehom? La gente del territorio, ¿ha entendido vuestro proyecto?

Que seas aceptado en un lugar si eres foráneo depende del paso del tiempo, el recorrido, la experiencia, etc. Yo creo que nosotros hemos pasado de ser unos “abrazaarboles”, como simpáticamente nos podía llamar alguien, a ser un espacio de referencia en el que compartimos muchas cosas con nuestros vecinos y otros proyectos del entorno. Al final todo se acaba entendiendo más fácilmente cuando vienen a visitarnos y nos conocen. Por este motivo, creo que las iniciativas como la nuestra deben favorecer espacios de conexión y sociabilidad tocando la naturaleza y otras realidades que con nuestro compromiso son posibles.

 

A nivel personal, ¿siempre te ha gustado aprender y colaborar? ¿Qué experiencias vitales te han llevado a llevar adelante un espacio de trabajo colectivo como éste?

Supongo que llego aquí de la misma forma que he llegado a otros lugares a lo largo de mi vida. En la adolescencia yo ya me hacía muchas preguntas a las que no acababa de encontrar respuesta y tampoco acababa de encajar en ninguno de los caminos que me proponía la sociedad. Afortunadamente, la música me sirvió para vivir un proyecto colectivo compartido con otras personas, y también para comprobar que, rodeado de personas, siempre aprendo muchas más cosas. Por tanto, para mí, la visión colectiva y cooperativa de la vida es totalmente necesaria y me lleva de manera natural a encontrar a otros compañeros de viaje con los que decidimos arrancar este proyecto. Aquí me siento muy contento y realizado en mi papel de puente entre personas e iniciativas. De hecho, para mí, lo importante de ser músico es poder conectar con alguien a través de una emoción o una historia y esto lo puedo vivir aquí con la treintena de personas que hay trabajando hoy: unas están moviendo troncos en el bosque, otros hacen el almuerzo, el resto ayudará a recoger. Ese espíritu colectivo es el que me alimenta y hace que mañana tenga ganas de seguir.


— Redacción BCN Smart Rural —

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