Eva Carmona (Barcelona, 1987) y Armand Suriñach (Gurb, 1990) son una pareja de jóvenes payeses que comparten la ilusión por sacar adelante un proyecto de vida y trabajo basado en la agricultura ecológica. El Circell está situado en el Mas La Baga de Vespella de Gurb y hasta allí nos desplazamos para entender su forma de practicar la agricultura.
La finca es de la familia de Armand, y aunque ni los padres ni los abuelos se dedicaron a la tierra, sus dos hijos están felices de crecer en un contexto tan bonito y cercano a la naturaleza. Es realmente agradable recorrer las dos hectáreas de frutales y huerta que cultivan. Durante la visita, los únicos tractores que encontramos son de juguete y pertenecen a los más pequeños de la casa, de cuatro y seis años. A cambio, admiramos las hileras de coles, apios o puerros que descubrimos tranquilamente a pie mientras Eva y Armand nos cuentan con orgullo que su producción está certificada por el Consejo Catalán de la Producción Agraria Ecológica (CCPAE). También que, desde hace poco, se han constituido como Sociedad Civil Privada, una fórmula habitual en las empresas agrícolas familiares. En cuanto a la comercialización, distribuyen un centenar de cestas semanales entre la tienda de la asociación de productores y consumidores Mengem Osona y los clientes que tienen distribuidos por toda la comarca.
Ahora bien, combinar la crianza y el trabajo no ha sido siempre un camino sencillo. Pese a contar con la ayuda de una persona que trabaja con ellos, a menudo se han visto obligados a reorganizarse para poder seguir adelante. De hecho, hablar con Eva nos permite entender los dilemas de una mujer feminista que lucha por superar los desafíos actuales que afronta un oficio ancestral. Acompañada de Armand, se esfuerza por encontrar soluciones a los problemas que surgen inevitablemente cuando los cuidados y el trabajo han dejado de compartirse en el seno de una comunidad.
El nombre del proyecto común, El Circell (El Zarcillo), evoca los hilos volubles que utilizan algunas plantas para crecer más fácilmente apoyándose en sus vecinas, un concepto muy bien elegido que refleja a la perfección la forma de entender la agricultura y el medio ambiente que tienen Eva y Armand. Sacar la empresa adelante les cuesta sudores y esfuerzos, pero también les aporta la enorme gratificación de saber que están contribuyendo a mejorar el mundo. Te presentamos a una joven pareja de agricultores que te remendamos que sigas de cerca.
Vuestra historia común comienza cuando érais muy jóvenes. ¿Cuándo se fusionan vuestros trayectos vitales?
Eva Carmona (E): Así como Armand había vivido toda la vida en Gurb, yo nací en Barcelona y crecí en Castellbisbal. Estudié la carrera de Ciencias Ambientales y, un buen día, haciendo el Camino de Santiago, conocí a Armand; yo tenía 23 años y él, 21. Durante el trayecto que compartimos vimos que teníamos una misma visión del mundo. La pasión por cuidar la tierra nos unió mucho.
Tuvisteis infancias bastante diferentes. Sin embargo, en cuanto a los estudios, elegisteis opciones bastante complementarias.
Armand (A): Yo soy ingeniero técnico agrícola y, de hecho, el trabajo final de la carrera lo dediqué a diseñar esta finca.
E: Y yo, como te comentaba antes, soy licenciada en Ciencias Ambientales y cuando al payés que tenía arrendadas estas tierras se le acabó el contrato, decidimos llevarlas nosotros. Esto fue en el 2014 y, aunque la finca pertenece a la familia, tuvimos que empezar de cero, porque ni los abuelos de Armand ni sus padres se habían dedicado nunca a la agricultura. Nosotros somos la primera generación interesada y, para empezar a trabajar, tuvimos que conseguir las herramientas y el material y parcelar la tierra, que parece una tontería, pero no lo es en absoluto. Además, debíamos transformar en huerta los cultivos habituales en la comarca: trigo, cebada y colza. Después de un año preparándolo todo, en 2015 pusimos en marcha la comercialización de las cestas.
A pesar de empezar de nuevo, las tierras ya las teníais. Sois de esta minoría de 9,5% de jóvenes menores de 41 años que acceden al oficio de payés, según datos del Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural.
A: Sí, al menos teníamos las tierras, pero necesitamos hacer una fuerte inversión inicial, y por suerte la familia nos ayudó. Que sean tierras familiares nos garantiza que lo que hacemos, aquí se quedará. Si estás en tierras que no son tuyas y te echan, debe ser muy duro. Conocemos a gente que ya ha tenido que cambiar dos o tres veces de finca y es un descalabro.
Para favorecer el acceso a la tierra, existe la Red de Bancos de Tierras que impulsa la Diputación de Barcelona y otras iniciativas privadas que están cerrando acuerdos de arrendamiento. Sin embargo, ¿creeis que encontrar tierras hoy en día es complejo?
E: ¡Encontrar tierras es una de las cosas más difíciles que hay! Y, sin ellas, ya no puedes ni empezar... Además, tienes que elegirlas bien, puesto que trabajarlas es un trabajo que haces muy a largo plazo: estás cuidando una finca para que en un futuro te dé sus frutos y las inversiones que haces cuestan muchos años de amortizar.
El ciclo de la naturaleza funciona a largo plazo; en cambio, la economía obliga a llevar un ritmo acelerado. En el contexto actual, ¿qué propondríais para facilitar el relevo agrario?
E: Creo que la administración debería hacer políticas reales de apoyo al campesinado, y no sólo en el ámbito de las subvenciones. Queremos que se defiendan los productos del territorio y esto no se consigue con cuatro anuncios en televisión. Una forma efectiva de apostar por la producción de proximidad sería que todos los comedores públicos, los hospitales, las escuelas y las entidades gestionadas desde instancias públicas sirvieran comida del país. ¡Y que se incentivara que los productos de aquí salieran más económicos que los de fuera! Esto son apuestas reales. Si el sector primario fuera un sector viable, habría más gente que quisiera dedicarse a él. Ahora mismo, sólo te dedicas al campesinado si te apasiona y valoras muchas otras cosas que no son la economía.
A: Nosotros somos payeses porque es una forma de vida y de pensar. Creemos que estamos haciendo un bien común. Y, claro, sacamos un beneficio económico porque tenemos que vivir, pero nuestro objetivo no es enriquecernos.
«Una forma efectiva de apostar por la producción de proximidad sería que todos los comedores públicos, los hospitales, las escuelas y las entidades gestionadas desde instancias públicas sirvieran comida del país» Eva Carmona
¿Qué elementos de vuestro día a día os gustan especialmente?
E: Es gratificante sentir que con tu trabajo contribuyes a un mundo mejor. Vivir aquí y estar en contacto con la tierra nos gusta mucho. Producir alimentos sanos, cuidar el planeta y las personas nos aportan muchas cosas y nos hacen sentir bien. Sí que hay gente en el sector primario que se dedica a la tierra para ganar dinero, pero sigue un modelo muy diferente al nuestro. Ahora bien, también hay momentos en los que te cabreas, porque por mucho que yo haga de payesa porque me gusta, también tengo derecho a un sueldo digno, vacaciones y otros beneficios que disfruta la gente con trabajos considerados «normales».
«Es gratificante sentir que con tu trabajo contribuyes a un mundo mejor. Vivir aquí y estar en contacto con la tierra nos gusta mucho. Producir alimentos sanos, cuidar el planeta y las personas nos aportan muchas cosas y nos hacen sentir bien» Eva Carmona
Con el proyecto recién puesto en marcha, fuisteis padres. ¿Cómo se compagina el trabajo de payés con la crianza? ¿Es más compatible que en otros oficios?
E: El Circell comenzó entre 2014 y 2015, uno de nuestros hijos nació en 2017 y otro en 2019, ¡así que han sido unos años muy intensos! Impulsar un proyecto como éste es muy exigente al inicio, tienes que dedicarle muchas horas y no las cobras, y el hecho de que nacieran los niños nos hizo replantear algunas cosas. Por ejemplo, decidimos dejar los mercados y contratamos a una persona para que nos ayudara durante los veranos. También nos obligó a reorganizar el trabajo de la empresa. Como yo daba el pecho y quería criar a los niños, Armand se dedicó más a las tareas de trabajo en el huerto y yo asumí la gestión, la comercialización y todos los trabajos que se podían realizar con un bebé en brazos. Ha sido duro y muy sacrificado para ambos, pero a la vez muy bonito, puesto que hemos podido organizarnos como hemos querido.
Ahora que los pequeños son algo mayores, ¿cómo lo lleváis?
E: La organización que adoptamos en ese momento nos ha condicionado a largo plazo porque ahora Armand va mucho más rápido con el trabajo de la huerta y yo igual con lo mío, así que ya es muy difícil romper los roles. A mí, como mujer, este hecho me remueve, porque me considero feminista y me gusta defender a la mujer rural. Pero me doy cuenta de que hemos adoptado los roles típicos y, por ejemplo, aunque yo también estoy en el huerto, él lleva la maquinaria mucho más.
A: ¡Aun así, la conciliación familiar es nefasta! Cuando en verano ellos están de vacaciones, nosotros tenemos el grueso de trabajo, los días son más largos y podemos trabajar más en el campo. Vamos al revés de la sociedad.
¿No sería más bien que la sociedad va al revés de la naturaleza?
E: Quizás sí. En cualquier caso, para compensar estos ritmos girados, en verano buscamos casales para los niños y así disfrutan del verano haciendo cosas, además de pasar tiempo con los abuelos. Después, en Navidad, solemos hacer un par de semanas de vacaciones familiares. ¡Y hay cosas muy buenas, también! Ser payés es un estilo de vida, y nuestros hijos están aprendiendo mucho de la alimentación, de los ritmos de la naturaleza, de la espera, y eso no tiene precio. Vivir aquí es un privilegio.
«Nuestros hijos están aprendiendo mucho de la alimentación, de los ritmos de la naturaleza, de la espera, y eso no tiene precio. Vivir aquí es un privilegio» Eva Carmona
El sector primario ha estado tradicionalmente bastante masculinizado y se invisibilizaban las tareas que realizaba la mujer en la huerta, con el ganado y en la cocina. ¿Qué papel juegan las payesas del siglo XXI?
E: Antiguamente, la vida de payés podía sostenerse porque se miraba el mundo de otra manera y se contaba con el apoyo de la familia: había muchas tareas que ahora son asalariadas, como pelar hortalizas, desgranar ajos antes de sembrar, limpiar puerros, que antes las hacían las abuelas. Pero la sociedad en la que nosotros hemos nacido es bien distinta: anhelamos tener ocio, tiempo libre, vacaciones y otras cosas que la gente de payés de antes no se planteaba. Ahora queremos los derechos de la vida moderna, pero arrastramos las cargas de la vida anterior.
Por ejemplo, hay unos primeros años de la crianza que, si das el pecho, quieras o no, el niño necesita mucho más a su madre, y eso te condiciona. La maternidad ha condicionado mi papel como agricultora, y esto lo vivo como una contradicción interna porque yo he querido hacerlo así. Cuando voy al huerto me siento muy bien, ¡pero a la vez quiero criar a mis hijos! De hecho, durante estos años, Armand leía mucho sobre nuevas técnicas agrícolas y yo, en cambio, leía sobre crianza y buscaba entornos donde poder maternar. No podía evitarlo: mi cuerpo estaba muy centrado en esto. Pero en cuanto a la responsabilidad, y a la hora de tomar decisiones, los dos vamos a la par: no nos afecta nuestro género. Y, de hecho, creo que los espacios de lucha colectiva y activismo están mucho más feminizados. Como mínimo es lo que veo en dos iniciativas en las que participamos con El Circell: tanto en la Red de Campesinas y Campesinos Agroecológicos de Catalunya como en la asociación Mengem Osona tiramos mucho del carro las mujeres. Es decir, creo que mantenemos los roles tradicionales porque la crianza te lleva hacia ello, pero en la actualidad las mujeres no asumimos el rol de sumisión, ni nos quedamos detrás, ni estamos escondidas. Tenemos el mismo poder.
A: O más. Hay proyectos que están más llevados por mujeres que por hombres, y también en el ámbito productivo.
Adentrémonos ahora en vuestra forma de cultivar la tierra. ¿Qué tipo de agricultura practicáis?
A: En el Circell cultivamos en ecológico y estamos intentando hacer una agricultura de conservación del suelo; es decir, una agricultura que fija carbono y es respetuosa con la microbiología y el entorno. Esta forma de hacer nada tiene que ver con prácticas tradicionales de la agricultura convencional como, por ejemplo, labrar: nosotros intentamos ara el suelo lo mínimo y no agredirlo. Desde el inicio, diseñamos la finca para hacer un cultivo asociado de frutales y huerta, lo que en francés se llama agroforesterie. Siguiendo este modelo, los árboles no nos dan fruta, pero sí tienen otras funciones como la protección de los cultivos. Por ejemplo, hacen sombra durante el verano.
E: Los frutales también consiguen que aumente la biodiversidad y existan más espacios para la fauna. Nos gustaría hacer un sistema agronómico complejo y diverso, por lo que, además de los árboles, plantamos bandas florales. Por decirlo sencillo, intentamos que el huerto se parezca al máximo a un bosque, a un ecosistema natural. Cuanta más complejidad exista, más facilitamos la autorregulación de la naturaleza.
«En el Circell cultivamos en ecológico y estamos intentando hacer una agricultura de conservación del suelo; es decir, una agricultura que fija carbono y es respetuosa con la microbiología y con el entorno» Armand Suriñach
¿Ha notado la sequía en Osona? ¿Cómo se abastece de agua?
A: En la finca tenemos un pozo superficial y, por tanto, estamos acondicionados por los pluviales. También tenemos una balsa que, durante el invierno, cuando teóricamente llueve, debería llenarse. ¡Pero ahora estamos esperando a que llueva! Llevamos un par de años que la lluvia está costando mucho y estamos terminando las temporadas algo justos.
E: Y, si no llueve, no podremos empezar la siguiente temporada.
La venta sin intermediarios es un camino de muchos proyectos que quieren ser económicamente sostenibles. ¿Recibís un reconocimiento de los consumidores por la calidad de los alimentos que producís?
E: Hay gente que los valora mucho y te lo dice, y gracias a ello sigues adelante. Es gente a la que adoptar la cesta en casa les ha hecho cambiar hábitos, come mejor y se siente mejor. Pero al aumentar hasta cien cestas semanales, ha crecido la clientela y ahora hay de todo. De hecho, ya no conocemos a todas las personas a las que servimos, porque tenemos muchos clientes que nos hacen el pedido por internet, buscan la cesta en el punto de recogida y ni los vemos.
A: La mayoría de gente está contenta con el producto. El problema es que hay mucha desconexión entre el campo y la ciudad y hay gente que no es suficientemente consciente de cuánto cuesta realmente producir los alimentos y de los riesgos que asumimos los payeses.
«Hay mucha desconexión entre el campo y la ciudad y hay gente que no es suficientemente consciente de cuánto cuesta realmente producir los alimentos y de los riesgos que asumimos los payeses» Armand Suriñach
¿Os imagináis un modelo en el que las personas consumidoras compartieran más los riesgos con las productoras?
A: Sí. Están muy bien las Asociaciones para el Mantenimiento de la Agricultura Campesina (AMAP, por sus siglas en francés), ya que todo el mundo se vuelca en la producción y los campesinos tienen un sueldo digno.
E: Lo importante es que se valore el trabajo más allá de las cosechas: independientemente de si recolectamos o no un cultivo, el trabajo de cuidado del entorno es el mismo. Después, si las berenjenas no salen bien, no las venderemos; pero el trabajo ya está hecho. Actualmente, en el Circell, tenemos una fórmula que es lo más parecido a un apoyo directo: en verano, como bajan las ventas y sube la producción, ofrecemos lo que llamamos «cestas solidarias». Es decir, aunque nuestras clientas habituales se vayan de vacaciones, pagan sus cestas igualmente y nosotros las llevamos a un comedor social. Es una opción totalmente voluntaria, pero hay una parte de gente que la elige.
Además del mismo manejo de la agricultura de conservación, ¿qué otras acciones realizais para combatir el cambio climático?
A: Nuestro sistema de producción está muy enfocado a la mitigación del cambio climático. Y, de hecho, este tipo de agricultura es mucho más sostenible en el tiempo que la convencional.
E: En vez de empobrecer los suelos, los regeneramos y los hacemos fértiles para el futuro. Y un suelo fértil capta carbono atmosférico, es más productivo, tiene mayor capacidad de retención de agua, no lixivía, etc. Es una agricultura de resiliencia. Y si tienes un suelo así, eres mucho más capaz de afrontar sequías y cambios en el clima. Esto respecto a la producción. Por lo que respecta a la comercialización, también hacemos muchas cosas que ayudan a luchar contra el cambio climático. Por ejemplo, realizamos circuitos cortos y repartimos toda nuestra producción en una única ruta semanal de cuatro horas y sólo en Osona. Fíjate que a las personas del sur de Osona les decimos que no, que compren a otro productor más cercano, ¡ja, ja, ja! También cuidamos mucho los materiales que utilizamos: utilizamos mallas de algodón en lugar de plástico, hilos de papel, bolsas biodegradables, etc.
— Redacción BCN Smart Rural —