Josep Montasell, expert en parcs agraris. FOTO: HELENA MONTASELL
Josep Montasell, experto en parques agrarios. FOTO: HELENA MONTASELL PUNSOLA

Josep Montasell Dorda: «Me pregunto si algún día tendremos un Plan Sectorial Agrario en Catalunya»

En la demarcación de Barcelona, la protección de los espacios agrarios tiene un nombre, Josep Montasell Dorda. Y una intención: acercar los alimentos a las personas.

Josep Montasell Dorda (Mataró, 1953) estuvo vinculado con el Parque Agrario del Baix Llobregat desde sus inicios hasta el año 2013, cuando dejó de ser su director. Quince años en total durante los cuales se esforzó por consolidar un nuevo modelo de protección y gestión de los espacios agrarios. Por suerte, la energía, la vitalidad y las ganas de luchar no le faltaban y, día a día, paso a paso, fue superando todas las barreras y, hoy, el parque agrario que él soñó es más que una realidad: es un caso de éxito que ha creado escuela y se estudia incluso en muchas universidades.

La constitución del Parque Agrario del Baix Llobregat es un hito muy importante en la demarcación de Barcelona porque fue la primera vez que agricultores y gobiernos locales del territorio se pusieron de acuerdo para proteger y blindar el suelo agrario. Pero no fue la última: desde entonces, ya son ocho los proyectos que han seguido la estela iniciada por este nieto e hijo de agricultores, como él mismo se define.

 


 

Josep, provienes de familia de agricultores, has vivido en una masía y has trabajado de payés durante muchos años; básicamente, hasta que entraste en la Diputación de Barcelona, en 1998, para impulsar el primer parque agrario de Catalunya. Para hacerlo realidad, implementantes una figura de protección, ordenación y gestión de los espacios agrarios muy innovadora. Pero han pasado veintitrés años desde la constitución del Parque Agrario del Baix Llobregat y, actualmente, el porcentaje de superficie agraria protegida formalmente en la demarcación de Barcelona con una figura de parque agrario o similar no llega al 13%. ¿Por qué crees que pasa esto? ¿Piensas que se han destinado recursos suficientes para la protección, ordenación y gestión de los espacios agrarios del territorio?

Antes de responder a tu pregunta, déjame aclarar que la constitución del Parque Agrario no es sólo mérito mío: hacía años que había un grupo de personas defendiendo la necesidad de consolidar la base territorial agraria de una forma proactiva desde diferentes ámbitos profesionales. Los hermanos Jordi y Andreu Peix, Jordi Carbonell, Miquel Domènech, Manel Canes, Ricardo Estrada, Pere Vidal, Quico Mestres, Agàpit Borràs y yo mismo llevábamos tiempo pensado que había que ir más allá del hecho de reconocer, en el planeamiento urbanístico municipal, el suelo agrícola como suelo no urbanizable de interés o valor agrícola. Preservarlo y ordenarlo era necesario, pero, además, era necesario añadir un aspecto muy importante: el suelo agrícola debía gestionarse. Si queríamos consolidar el territorio con un sector agrario profesional, productivo y con futuro, era necesario reconocer la realidad del espacio agrario, manifestar la voluntad de resolver las situaciones negativas e impulsar nuevas oportunidades y tendencias. Hacía falta una herramienta de gestión que permitiera tomar decisiones con voluntad de ejecutarlas, era necesario disponer de recursos económicos y humanos suficientes, y conseguir el compromiso de fijar medidas para su desarrollo con el apoyo del sector agrario y de las propias administraciones implicadas , especialmente las locales.

La cuestión es que hacía tiempo que le estábamos dando vueltas a esta idea, y ya la teníamos más o menos desarrollada, cuando conocimos al Parco Agricolo Sur de Milán. En ese momento, la idea tomó forma: el parque agrario italiano fue el referente que nos permitió desplegar y concretar el Parque Agrario de Sabadell y el Parque Agrario del Baix Llobregat. De este inicio, se han ido preservando el resto de espacios agrarios a lo largo de los años. Y todos han salido adelante gracias a la voluntad de personas comprometidas en cada uno de los proyectos, con más o menos presupuesto. El Espacio Rural de Gallecs, el Parque Rural del Montserrat, el Espacio Agrario de la Baixa Tordera, el Parque Agrario de la Cuenca de Òdena, el Espacio Agrario Cinco Norias-Mata-Valldeix en Mataró y el Parque de la Acequia de Manresa son espacios agrarios que han nacido cogiendo como parámetros de referencia los establecidos por el Parque Agrario del Baix Llobregat, aunque después los hayan bautizado con diferentes nombres: parque agrario, parque rural, espacio agrario, etc. Pero el nombre no es tan importante: lo verdaderamente relevante es tener la voluntad de preservar, ordenar, gestionar y desarrollar el espacio agrario. Y conseguir esto requiere, sobre todo, de tiempo y persistencia, ya que son procesos largos donde intervienen actores muy diversos que van desde la administración pública hasta el propio campesinado, y con todos ellos hay que hablar y encontrar los puntos de acuerdo necesarios para hacer efectivo cada proyecto. Para sacar adelante un parque agrario, las personas que lideren la iniciativa deben tener una firme voluntad de persistencia.

 

«Para sacar adelante un parque agrario, las personas que lideren la iniciativa deben tener una firme voluntad de persistencia» Josep Montasell

 

¿Piensas que la protección de un espacio agrario constituye un impedimento para su desarrollo económico o más bien lo contrario?

La preservación de un espacio agrario debe realizarse con una visión de futuro, que no significa ignorar el presente. Hay que trabajar bajo la influencia de lo que yo llamo «utopía creativa»; es decir, debe ser utópico en el planteamiento, pero esta utopía debe crearse y construirse desde el trabajo del día a día. Un trabajo cotidiano que, dicho sea de paso, nunca debe hacernos olvidar los objetivos que se quieren conquistar. Cuando esto sucede, no se adelanta y se generan situaciones frustrantes.

Como he dicho muchas veces, si hay espacio agrario, puede haber agricultores; pero si no hay espacio agrario, seguro que no habrá agricultores. Y esta afirmación debemos creerlo: el suelo agrario no puede sufrir constantemente situaciones de precariedad. Si realmente consideramos, como afirman desde el Parlament de Catalunya, que el espacio agrario es estratégico, éste no debe dañarse ni estar siempre bajo la amenaza del ladrillo, de una planta fotovoltaica o de un complejo lúdico recreativo como era EuroVegas. El suelo agrario debe protegerse y debe hacerse por muchos motivos, pero sobre todo porque es un recurso no renovable y la base de la actividad productiva agroganadera y, consecuentemente, también de la alimentación. Cataluña es un país con recursos limitados de suelos de buena calidad y, si queremos avanzar hacia la autosuficiencia alimentaria, debemos hacer que las tierras agrarias puedan seguir produciendo alimentos.

Vista bajo este prisma, la protección de un espacio agrario favorece la actividad agraria y, por tanto, su desarrollo económico. El suelo agrario no es, ni debería ser, un lugar donde desarrollar una actividad económica en torno a cualquier propuesta que no sea estrictamente agraria. Y tampoco es un sitio para instalar plantas fotovoltaicas. De hecho, las plantas que se cultivan en los espacios agrarios son ya, por definición, grandes «plantas fotovoltaicas», dado que, con la fotosíntesis, producen alimentos, una fuente fundamental de energía.

 

«Si hay espacio agrario, puede haber agricultores. Pero si no hay espacio agrario, seguro que no habrá agricultores» Josep Montasell

 

¿Cuáles son los valores más importantes de los espacios agrarios protegidos? La constitución de un parque agrario, ¿qué efectos beneficiosos tiene en la producción de alimentos, la biodiversidad, la salud, el turismo, etc.?

Sin profundizar en ello, diré que un parque agrario protegido y gestionado tiene unos valores derivados de los recursos disponibles (clima, suelo, agua, paisaje, personas, etc.), unos valores ecológicos (resultantes de los hábitats, de la biodiversidad, de la función de corredor ecológico, etc.) y unos valores culturales (la tradición y el saber hacer del campesinado, el patrimonio arquitectónico, las redes de caminos y de riego, etc.) Este conjunto de valores intrínsecos tienen una mayor o menor importancia en cada espacio agrario, pero todos comparten el hecho de tener una función económica para que desarrollen una actividad agraria profesional; una función ambiental porque mejoran la calidad de vida de las personas y enriquecen el paisaje; y una función social porque se pueden transitar a pie o en bicicleta, aportan elementos para la educación ambiental e invitan al descubrimiento del entorno.

A estos valores y funciones, cabe añadir su contribución a la economía circular, un potencial que se ve incrementado cuando los espacios agrarios utilizan el compost resultante del tratamiento de la fracción orgánica de los desechos urbanos o utilizan para regar agua regenerada procedente de la depuración de las aguas residuales urbanas. Éstas son dos aportaciones que habría que aprovechar mucho más, sobre todo en el contexto actual de emergencia climática, ya que, por un lado, la cantidad de agua necesaria para el riego puede verse reducida, y, además, ayudarían a incrementar la materia orgánica del suelo y enriquecer su calidad.

Al respecto, me gustaría añadir un hecho que me parece muy importante: la necesidad de reforzar e impulsar las relaciones entre los espacios agrarios y los espacios urbanos. Los campos que rodean un municipio no deberían ser percibidos como espacios desconectados de la vida del pueblo o la ciudad, sino como elementos integrantes de su actividad. El mundo agrario y el mundo urbano debería gestionarse como una sola unidad con características propias pero complementarias, y debería fomentarse mucho más su nexo de unión principal: la comida. Si los gobiernos locales incorporaran el planeamiento alimenticio junto al planeamiento urbanístico, se entenderían de verdad los efectos beneficiosos que tiene la producción de alimentos sobre la biodiversidad, la salud, el turismo, el paisaje, la cultura, el patrimonio, etc., de un municipio.

De hecho, creo que el debate urbano de las supermanzanas de Barcelona debería extenderse al espacio agrario, ya que incluye conceptos que ayudarían a mejorar su planificación. Por ejemplo, las supermanzanas quieren mejorar la calidad de vida de los vecinos priorizando la movilidad sostenible y ordenando los flujos de recursos que entran y salen del barrio: agua, mercancías, etc. ¿Por qué no trasladamos esta idea del mundo urbano al mundo agrario? Por qué no impulsamos la creación de «superillas agrarias» o «parcelas alimentarias» y pensamos cómo podemos organizar los flujos de los alimentos producidos en el espacio agrario más cercano a cada supermanzana y garantizar, de este modo, el acceso de la ciudadanía a alimentos de proximidad? Esta pregunta me parece tan interesante que ahora mismo la estamos desarrollando en una publicación que se titulará "La gobernanza alimentaria desde la política pública local".

 

Actualmente, ¿cuáles son las principales amenazas que sufren las tierras de cultivo de la demarcación de Barcelona? ¿Dónde piensas que es más urgente proteger el suelo agrario?

Hay varios tipos, pero quiero destacar tres: el precio de los productos agrarios, la transición energética y lo que yo llamo la «payelarización». Pero empecemos por el primer peligro... Contrariamente a lo que siempre se dice, el campesinado no vive de su trabajo en la tierra, sino de lo que percibe vendiendo los productos obtenidos gracias a que sabe trabajar la tierra. En este sentido, si los precios de los alimentos que produce no hacen posible una remuneración justa del trabajo del campesinado, los agricultores y ganaderos se desaniman y difícilmente se podrá incentivar la incorporación de nuevas personas al sector primario. Y este es un problema que administración, ciudadanía y campesinado debe afrontar con seriedad: si un territorio quiere tener agricultores, los alimentos deben pagarse a un precio justo.

La segunda amenaza proviene de asumir, desde un análisis simplista, que el espacio agrario es una reserva de suelo para la instalación de molinos de viento y plantas fotovoltaicas. Desde este punto de vista, no dejarlas indiscriminadamente o dudar de su idoneidad en una zona agraria concreta se interpreta a menudo como una oposición a la necesaria transición energética. En algunos casos, la instalación de energías renovables casi se impone y, en otros, se hacen apetitosas ofertas económicas a propietarios de suelo agrario que, o no son campesinos, o sí lo son, pero obtienen escasas ganancias con sus fincas. Es un tema que hay que pensar muy bien, porque, obviamente, estas instalaciones no sólo conllevan una importante destrucción de suelo agrícola productivo, sino que también afectan al paisaje.

La tercera problemática que planteo es la “payelarización”; es decir, el proceso mediante el cual agricultores autónomos o bien pasan a trabajar para empresas agrarias como asalariados, o bien siguen trabajando en sus explotaciones, pero ligándose a una empresa externa, que es quien toma las decisiones. En este modelo económico, el campesinado debe realizar fuertes inversiones para poder garantizar el aumento de productividad y la reducción de los costes de producción exigidos por estas compañías, y, como consecuencia, se ve obligado a asumir un endeudamiento creciente que, a menudo, es insostenible.

 

«Si un territorio quiere tener agricultores, los alimentos deben pagarse a un precio justo» Josep Montasell

 

¿Cómo valoras la actual Ley de espacios agrarios? Aprobada hace dos años, ¿ha servido para detener la ocupación del medio agrario?

Se trata de una ley largamente esperada, pero que todavía no tiene el reglamento que la desarrolle. Tampoco ha incorporado la gestión de los espacios agrarios de forma comprometida, ni ha hecho suyas las figuras de los parques agrarios y rurales como modelos de gestión, o la concreción de un banco o fondos de tierras proactivo. En resumen, es una ley poco atrevida y, además, parece parada en su despliegue. Me pregunto si algún día tendremos un Plan Sectorial Agrario en Catalunya.

 

Para una protección efectiva de las tierras de cultivo, ¿es suficiente con disfrutar de un buen marco normativo? ¿Qué otros elementos son imprescindibles para que un parque agrario tenga éxito? ¿Qué medidas deberían implementar los municipios que deseen asegurarse de que el crecimiento urbano, forestal y de infraestructuras es sostenible y no pone en peligro sus zonas agrícolas?

Una protección del espacio agrario debería fundamentarse sobre la base de tres pilares: la protección urbanística con un plan especial urbanístico de protección y mejora, un plan de gestión donde se concrete el modelo de espacio agrario que se quiere desarrollar (y que se concrete de forma anual o bianual con un plan de actuaciones) y un ente gestor encargado de dinamizar el espacio agrario, llevando a cabo las actuaciones previstas para cada período. Estos son los principios sobre los que se asienta el Parque Agrario del Baix Llobregat. Y sabemos que lo que más cuesta es redactar y aprobar el plan especial urbanístico, sobre todo por reticencias de las administraciones locales y parte del sector primario. Pero no tenerlo es una carencia importante, y más cuando es necesario defender estos espacios de amenazas como las que plantean las plantas fotovoltaicas. Dicho esto, no disponer de un plan especial urbanístico no es excusa por no trabajar y concretar los otros dos pilares. Con ellos, ya podemos defender y gestionar el espacio agrario. Es necesario ser proactivos.

 

«No disponer de un plan especial urbanístico no es excusa para no trabajar y concretar los otros dos pilares. Con ellos, ya podemos defender y gestionar el espacio agrario» Josep Montasell

 

¿Crees que hay que revisar las políticas municipales de planificación territorial teniendo en cuenta los efectos del cambio climático? Sin integrar los servicios asociados al secuestro de carbono de los campos de cultivo, ¿piensas que los pueblos y ciudades de la demarcación de Barcelona podrán alcanzar el objetivo de reducir en un 55% los gases de efecto invernadero en los próximos nueve años, como se han comprometido en la reciente Declaración de Emergencia Climática?

Las políticas urbanísticas, climáticas, ambientales y alimentarias no deben ser interpretadas como compartimentos estancos, sino que deben plantearse de una manera holística e inclusiva, viendo sus interrelaciones evidentes y haciendo propuestas de planificación y gestión que formen parte de un mismo proyecto. En temas de emergencia climática y en cuanto a la actividad agraria, es necesario llevar a cabo un análisis conjunto que nos permita fomentar la producción de alimentos de proximidad; realizar una buena gestión del agua que se traduzca en una disminución de su consumo y la disponibilidad de nuevas fuentes de suministro como el agua regenerada; mejorar el contenido de materia orgánica del suelo a partir del compostaje de la fracción orgánica de los residuos urbanos; buscar soluciones a los espacios agrarios más cercanos a la línea de costa que pueden desaparecer por el aumento del nivel del mar, etc.

Para reducir los efectos del aumento global de las temperaturas, quizás habría que plantearse una agricultura a diferentes alturas y asociar, por ejemplo, árboles frutales y huerta o árboles carpinteros y cereales o vid. De hecho, esta propuesta no tiene nada nuevo: si visitamos el Huerto del Cura de Elche, veremos que las parcelas disponían de una red de riego y los cultivos se distribuían en tres niveles: las palmeras con dátiles se situaban en la periferia de las parcelas, en medio de las parcelas encontramos a los granados y otros frutales, y las hortalizas se intercalaban entre los frutales. Así conseguían tamizar la intensidad de los rayos de sol y obtener microclimas más adecuados para cada cultivo. Si queremos apaciguar el incremento de temperaturas, ésta es una solución interesante que nos convendría profundizar y, por qué no, incluso estudiar su viabilidad en nuestro país.

 

«Las políticas urbanísticas, climáticas, ambientales y alimentarias no deben ser interpretadas como compartimentos estancos, sino que deben plantearse de forma holística» Josep Montasell

 

¿Por qué crees que hay más hectáreas de espacios naturales protegidos en la demarcación de Barcelona que de espacios agrarios? ¿Valoramos mucho más los bosques que los alimentos de proximidad? ¿Cómo se podría corregir ese sesgo histórico?

Los espacios naturales actuales son el resultado de reivindicaciones populares de los años setenta y de una predisposición política a disponer de herramientas capaces de detener el desmedido crecimiento de las urbanizaciones de segunda residencia de la época, entre otras cosas. Hoy, ¿conseguiríamos declarar tantos espacios naturales protegidos y preservar tantas hectáreas? Estoy convencido de que no.

En cuanto a los espacios agrarios, en ese momento no existía una demanda popular para protegerlos y, como consecuencia de ello, tampoco se planteó la opción de hacerlo. Sin embargo, hay excepciones memorables... Es el caso de «Gallecs, agrícola», una acción reivindicativa que en los años setenta consiguió detener la construcción de una ciudad para unos 130.000 habitantes en campos agrícolas, a pesar de haberse realizado ya las expropiaciones necesarias. También el «Salvemos el Pla» del Baix Llobregat, una iniciativa impulsada por payeses, vecinos y ecologistas en defensa de los espacios agrarios de la zona del delta y el valle bajo del río Llobregat. Y en Sabadell, la campaña «Protegemos nuestros campos y bosques» también reunió con éxito a un buen número de entidades.

Desde los años ochenta, se han producido más propuestas de protección de los espacios agrarios del territorio, sobre todo en el ámbito de la Región Metropolitana de Barcelona. Muchas de estas propuestas ya se han concretado o se están concretando, como es el caso del Parque Rural del Montserrat, el Espacio Agrario de la Baixa Tordera y el Espacio Agrario Cinco Norias-Mata-Valldeix de Mataró. Y otros se lo están planteando... En cualquier caso, como he dicho antes, se trata de iniciativas que deben recorrer un camino largo y es necesario que las lideren personas que no desfallezcan y sean constantes. También es necesario que haya voluntad política, funcionarios proactivos y no dedicados a encontrar pegas, el apoyo de una parte del sector agrario y muchas conversaciones entre la administración local y el campesinado para elegir el modelo de espacio agrario que mejor se adecue a las demandas y necesidades del territorio. Además, hay que contar con el apoyo de la ciudadanía para que haga suyo este espacio, que sea su despensa, que lo conozca y disfrute. Conseguir todo esto es un proceso que exige tiempo y madurez.

Antes de pasar a la próxima pregunta, me gustaría destacar el papel importantísimo que ha jugado, y sigue jugando, la Diputación de Barcelona en el impulso no sólo de los espacios naturales de la demarcación con su propia red, sino también de los espacios agrarios del territorio. Sería totalmente injusto no reconocer el esfuerzo que hace y ha realizado esta administración para crear, consolidar y gestionar los espacios naturales y agrarios de la provincia.

 

«Me gustaría destacar el papel importantísimo que ha jugado, y sigue jugando, la Diputación de Barcelona en el impulso no sólo de los espacios naturales de la demarcación con su propia red, sino también de los espacios agrarios del territorio» Josep Montasell

 

¿Qué papel juega la educación agraria a la hora de entender el pasado, el presente y el futuro de los sistemas agroalimentarios? ¿Crees que enseñar a los niños a cultivar sus propios alimentos de manera sostenible debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas?

Tener técnicos preparados es fundamental en cualquier profesión y proyecto, pero, en temas agrarios, necesitamos técnicos tanto universitarios como de formación profesionales que estén preparados para incorporar una visión holística e inclusiva del ámbito de la ordenación territorial y urbanística, del cambio climático, del medio ambiente, del alimento y la alimentación. Puede haber especialistas, pero esta visión de conjunto es muy importante.

De hecho, para aportar nuevas ideas, creo que habría que desarrollar una especialización que podríamos llamar «hortussolier», es decir, una persona experta en la degustación de frutas y hortalizas y capaz de explicar sus cualidades nutricionales, organolépticas y culinarias, en además de ayudar en la elaboración de la carta de un restaurante. Si queremos ampliar la valoración social y económica de las frutas y verduras, necesitamos crear un perfil profesional que pueda revalorizar estos productos y, al igual que hace un sumiller con los vinos, crear un mito a su alrededor.

En las escuelas, es importante acercar al alumnado a las frutas y hortalizas a partir de experiencias de observación y degustación, principalmente, pero también de siembra, plantación y recolección. Tener un huerto en la escuela puede ayudar a los niños a tomar conciencia de la importancia de los alimentos que se cultivan, pero esta actividad se vuelve aún más interesante cuando el huerto de la escuela se hermana con una huerta del municipio y los niños y niñas pueden conocer agricultores profesionales y acercarse a la realidad del mundo agrario.

 

¿Cómo valora el estado actual de la producción de la agricultura ecológica en la demarcación de Barcelona? ¿Piensas que es necesario mejorar el conocimiento que tienen los campesinos sobre los efectos que tiene la pérdida de biodiversidad en la producción de alimentos, para estimular su entusiasmo a la hora de acelerar la transición hacia una agricultura más sostenible y conseguir un manejo más respetuoso con el medio ambiente?

Creo que habría que incentivar la producción ecológica de frutas y hortalizas y aquí deberían jugar un papel aún más activo las Asociaciones de Defensa Vegetal (ADV). Son ellas las que deben transmitir entusiasmo y animar al campesinado a reconvertirse, junto con los agricultores y agricultoras que ya hacen productos ecológicos. Pero, evidentemente, las administraciones públicas y las legislaciones y normativas también deben jugar bien su papel, que debe ser más dinamizador que punitivo.

También es importante la organización de cursos de formación permanente dirigidos al campesinado que les permitan entender las explotaciones agrarias como agroecosistemas y no sólo como lugares donde producir alimentos. Además, habría que acercar el campesinado a la ciudadanía, conseguir que se escuchen y se conozcan. La producción ecológica debe popularizarse y éste no es un objetivo fácil de alcanzar. Pero es necesario encontrar el camino y seguirlo.

 

— Lola Mayenco —

Conreus al Parc Agrari del Baix Llobregat. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
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