Ester Garriga, Mels Cal Pastoret.  PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Ester Garriga, Mels Cal Pastoret. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Ester Garriga: «Me gusta capturar el paisaje en un tarro»

Ester Garriga es la apicultora de Mels Cal Pastoret (Moià), una mujer curiosa y activa que lleva diez años criando abejas y recolectando miel. Trabaja principalmente en los bosques del Moianès y el Bages, pero gracias a las colmenas trashumantes que transporta hasta el Pirineo y otros lugares puede seguir el ritmo natural de las floraciones.

El interés por el mundo de las abejas entró en la vida de Ester Garriga como una simple afición cuando, hace una década, compró tres colmenas a un compañero de trabajo. Hoy, Ester gestiona veinte apiarios, cada uno formado por una veintena de cajas. Los miles de abejas de las que cuida se han convertido en el eje central de su dedicación profesional, un proyecto apícola que compagina con otras labores agrarias.

Al llegar a su obrador de Moià, Ester está preparando los trajes de apicultora para presentarnos las abejas de la miel (Apis mellifera) de Cal Pastoret. Mientras se mueve arriba y abajo de la sala, explica con entusiasmo las fases de su pasión y la clave de todo ello: estos insectos succionan el néctar de las plantas y transportan el polen de flor en flor, facilitando la polinización del reino vegetal. Según las Naciones Unidas, casi el 90% de las plantas con flores dependen de este proceso para reproducirse, así como el 75% de los cultivos alimentarios del mundo. Además, un 35% de la superficie agrícola global está ocupada por plantaciones que necesitan polinizadores. Al visitarla con motivo de la celebración, el 20 de mayo, del Día Mundial de las Abejas, conocemos de cerca un proyecto centrado en uno de los grandes polinizadores que, junto con pájaros, murciélagos y mariposas, desarrollan una función esencial para la seguridad alimentaria de la población.

«Me gusta capturar el paisaje en un tarro»: así define esta payesa su trabajo. El romero, el tomillo, el naranjo, las flores de montaña... cada variedad plasma un ecosistema diferente. Estamos en plena primavera, época de máxima actividad para sus colmenas, cuando las abejas recorren kilómetros diarios buscando las mejores floraciones. Ester, además de apicultora, organizaba visitas educativas a sus colmenas, actividad que ahora quiere recuperar, y nos ofrece una pequeña muestra pedagógica. Frente a una fotografía colgada en la entrada, nos explica el ciclo de transformación de una larva en abeja, describe el tipo de cajas que utiliza y nos guía por el obrador detallando cada rincón y su función: desde la máquina centrifugadora de la miel hasta los bidones maduradores (clasificados según el tipo de flor), sin olvidar los paquetes de alimento que reserva para cuando necesita suplementar la dieta natural de las abejas.

Mels Cal Pastoret sigue un manejo convencional. Aunque Ester muestra interés por las prácticas ecológicas, es clara y realista: «Es muy complicado encontrar una zona donde todos los cultivos sean en ecológico!». La normativa de certificación ecológica establece que las colmenas deben estar situadas en áreas donde, en un radio de tres kilómetros, las fuentes de néctar y polen procedan principalmente de cultivos ecológicos o vegetación silvestre. Además, es necesario mantener una distancia suficiente de cualquier fuente de contaminación, requisitos difíciles de garantizar en un territorio con usos diversos.

 

Una organización social fascinante

Ester es consciente de la importancia de estos insectos melíferos y, de hecho, a veces se siente parte de su universo: «Soy una persona muy nerviosa y pensaba al principio que no me gustaría este oficio. A la hora de la verdad, me tranquiliza verlas actuar. Desconecto y me teletransporto a su mundo. Soy una de ellas». En la colmena, cada abeja tiene un papel perfectamente definido. «Todos deberíamos aprender de la forma que tienen las abejas de relacionarse, son muy organizadas», reflexiona la apicultora. Y no paran quietas nunca, igual que Ester.

Como otros insectos sociales, como las hormigas o las avispas, las abejas viven en comunidades perfectamente estructuradas. Su hogar, la colmena, acoge tres tipos de individuos con funciones bien diferenciadas: la reina, las obreras y los zánganos. Las obreras son las encargadas de múltiples tareas, desde la limpieza de la colmena hasta la recolección de néctar. Los zánganos, menos numerosos, tienen responsabilidades más limitadas, pero entre ellas destaca una función vital: mantener la temperatura de la colmena a 36 grados exactos cuando hace calor. La reina, o madre, es la única hembra fértil de toda la colonia, responsable exclusiva de la reproducción. «Se las llama reinas, pero en realidad están forzadas a procrear, las hacen trabajar muy duro. ¡Una abeja reina puede poner dos mil quinientos huevos diarios!», exclama Ester.

Cuando en una colmena nace una segunda reina, se desencadena un proceso fascinante: la escisión de la comunidad. «Ahora en primavera es el momento de la supervivencia, de formación de nuevos enjambres. La población se divide y una parte de las provisiones se destina a formar otra colonia», explica Ester. El día que nace la nueva reina, la veterana abandona la colmena original buscando un emplazamiento, seguida por un grupo de abejas atraídas por sus feromonas. «Es un sistema muy perfecto. La reina joven es mejor que se quede en la caja y la vieja se va», detalla la apicultora con evidente admiración por esta estrategia evolutiva.

 

«Todos deberíamos aprender de la forma que tienen las abejas de relacionarse, son muy organizadas» Ester Garriga

 

Las abejas por el territorio

Para Ester, cada apertura de una caja es una experiencia única, una sorpresa constante. Tiene muy presente la importancia de minimizar las molestias a las colonias y solo realiza los tratamientos imprescindibles para protegerlas de las diversas amenazas que las acechan. La paciencia es clave en este oficio: hay que esperar el momento óptimo para la recolección de la miel (hecho que en apicultura se denomina 'castrar'), cuando el néctar ha madurado completamente y las abejas han sellado con cera las celdas de la colmena.

Sus apiarios se distribuyen estratégicamente entre campos de cultivo y zonas boscosas de las comarcas del Moianès y el Bages. El apiario principal, el más accesible para las visitas, se sitúa a poca distancia del obrador, en Moià. Ester explica que muchos campesinos de los alrededores le piden que instale cajas en sus terrenos, conscientes de los beneficios que aportan los polinizadores. Según explica, está demostrado que los campos rinden más con la presencia de las abejas. Por ejemplo, el cultivo de colza con polinizadores puede incrementar la producción hasta un 30%.

Pero el conjunto de las colmenas de Cal Pastoret son trashumantes: Ester las traslada siguiendo el ritmo de las diferentes floraciones, continuando una práctica milenaria. Vale la pena destacar que, en apicultura, solo hay que mover un apiario una vez al año para considerarse trashumante. Cuando quiere aprovechar la segunda primavera del romero (aquellos de un azul lila que parecen salidos de un sueño), transporta sus abejas hasta el Pirineo, donde encuentran temperaturas más suaves y más lluvia, factores que garantizan más alimento para los insectos.

«Todo lo que sé lo he aprendido con la práctica y también gracias a un grupo de apicultores de diferentes puntos del Estado, desde Castellón a Extremadura», confiesa. Esta red de amistad y colaboración le ha permitido intercambiar conocimientos y técnicas valiosas que aplica a su proyecto. Originaria de la Anoia, Ester evoca que su abuelo también tenía algunas cajas de abejas, pero «no se dedicaba tanto». «Era la época de las masías autosuficientes, donde tenían un poco de todo: un cerdo, cuatro gallinas... y todo el mundo bien avenido», dice.

La apicultura, como otras ramas del sector primario, afronta retos similares en un contexto rural cambiante. Pero a Ester no le da miedo trabajar y, además de las abejas, ha diversificado su actividad con parcelas arrendadas donde cultiva cereal. Es un buen complemento porque los ciclos se compensan: «En primavera tengo mucho trabajo con las abejas, mientras el cereal está creciendo», explica con pragmatismo. Tras el obrador, un tractor descansa a la espera de que el verano traiga el calor y, con ella, el momento de la siega.

 

El estado de los bosques

Pero no todo son flores y violas, ni en Mels Cal Pastoret ni en el resto de proyectos apícolas. La salud de las abejas constituye un verdadero barómetro ambiental del estado de los ecosistemas forestales y observar estos insectos y analizar su miel permite detectar los impactos del calentamiento global o los desequilibrios en las poblaciones de ciertas especies.

Ester Garriga ha afrontado un duro golpe este año, con un 70% de bajas en sus colonias de abejas. Esta situación, encadenada a los dos años consecutivos de sequía extrema, ha obligado a todo el sector a replantearse estrategias de supervivencia. Siguiendo la sabiduría popular de no poner todos los huevos en la misma cesta, la apicultora considera imprescindible diversificar aún más su actividad y tiene previsto impulsar una nueva línea de ganadería, en la que deposita considerables esperanzas. A pesar de estos esfuerzos de adaptación, tiene claro que la miel seguirá siendo el corazón de su proyecto, aunque los ingresos que genera no sean especialmente abundantes.

«Me gusta mucho el bosque y quiero vivir de esto, pero cada vez lo veo más complicado», confiesa con preocupación. Entre los motivos de esta dramática mortalidad, señala diversas amenazas cotidianas: la avispa asiática (especie invasora) es la más importante, seguida por el ácaro varroa (Varroa destructor) o el aumento poblacional de aves como el abejaruco, un pájaro de tonos verdes y amarillentos que se ha multiplicado notablemente en los últimos años.

Con detalles vívidos, Ester nos describe los ataques despiadados de la avispa cuando decapita a la abeja cargada de polen y néctar para llevarse el botín hacia su nido. Ante este peligro, un grupo de habitantes del Moianès ha comenzado a instalar trampas caseras contra la avispa asiática que, según su experiencia, les están funcionando. Aunque estas soluciones artesanales son motivo de debate entre expertos, ya que pueden afectar también a otros polinizadores silvestres importantes para el ecosistema, Ester nos explica que utilizan una receta con orificios pequeños adaptados para minimizar la captura de otras especies: una mezcla de agua, azúcar, zumo de endrinas, cerveza negra y levadura fresca dentro de una garrafa.

En cuanto al ácaro varroa, representa otra amenaza seria para las colonias. «Es como una garrapata que se adhiere a las abejas y les provoca enfermedades. Por ejemplo, muchas nacen con las alas deformadas», explica la apicultora. Esta anomalía condena a los insectos a una vida corta e improductiva, explica la apicultora con evidente preocupación.

En lo que respecta al abejaruco, Ester ha observado comportamientos sorprendentes de solidaridad: cuando un abejaruco captura una abeja y ésta «grita y llora», la apicultora ha visto cómo tres o cuatro compañeras salen a defenderla.

Aunque algunos profesionales del sector tienden a minimizarlo en público, la realidad es que anualmente se pierden entre el 15 y el 20% de las colmenas, sea por ataque de depredadores, por la muerte de las reinas o por otras causas naturales. Ester puntualiza un fenómeno curioso que sucede cuando muere la reina sin dejar sucesora: la colonia se transforma en «zanganera». En esta situación, algunas obreras, que normalmente son estériles en presencia de la reina, comienzan a desarrollar ovarios y a poner huevos. Pero como estas obreras nunca han sido fecundadas por ningún zángano (éstos solo pueden fecundar a la reina), sus huevos solo pueden desarrollarse en zánganos (machos). Sin nuevas obreras para mantener la colmena, la colonia está condenada a desaparecer.

 

«Me gusta mucho el bosque y quiero vivir de esto, pero cada vez lo veo más complicado» Ester Garriga

 

 

Una familia forestal

Otro factor que preocupa a esta apicultora es el abandono de los bosques en Cataluña. En su casa, este tema está especialmente presente: ella misma pertenece a la ADF Els Cingles y su pareja conduce el camión de una empresa de trabajos forestales. «Cuando veo que se desbroza un bosque de golpe, me duele, claro, porque desaparecen todas las flores. Pero un peligro aún mayor es cuando un bosque no se toca y se va tapando. No entra luz, cada vez tenemos menos acceso, se llena de zarzas y matorrales. Este tipo de bosques no van bien», reflexiona con conocimiento.

Ester lleva diez años con el carnet amarillo de las Agrupaciones de Defensa Forestal (ADF), un detalle que le gusta remarcar con orgullo. Este carnet la autoriza a acercarse a un incendio e intentar evitar que se propague; una vez llegan los bomberos, su función pasa a ser la de darles apoyo logístico. «Yo trabajaba llevando una cuba de purines, muy útil para transportar agua en caso de emergencia. Los miembros de la ADF casi me invitaron a entrar, je, je, je», explica entre risas. Es una mujer de acción, una abeja incansable, que combina la pasión por la naturaleza con la determinación de hacer que su negocio sea económicamente viable.

 

«Un peligro es cuando un bosque no se toca y se va tapando. No entra luz, cada vez tenemos menos acceso, se llena de zarzas y matorrales. Este tipo de bosques no van bien» Ester Garriga

 

Vender la miel con etiquetado claro

Los productos de Mels Cal Pastoret, todos derivados de las abejas, llegan a los consumidores a través de la venta directa. El catálogo incluye miel de diferentes floraciones, polen, cera de opérculo y tintura de propóleo. Ester explica con entusiasmo las propiedades de cada uno: «El polen está indicado para reforzar el sistema inmunológico; el propóleo es un antibiótico natural, ideal para combatir infecciones; y el opérculo es la cera natural que sirve para elaborar cremas y ungüentos».

Para hacer frente a los retos que afronta su proyecto, la apicultora reconoce que existen algunos apoyos institucionales, aunque considera que deberían ser más sustanciales. Desde hace unos meses, la Generalitat de Catalunya ha puesto en marcha una línea de ayudas específica para la apicultura sostenible, destinada a mejorar la viabilidad de este sector estratégico. Entre las medidas de apoyo incluidas, Ester menciona la subvención de las arpas, unas trampas electrificadas que paralizan a las avispas invasoras, y los líquidos específicos para capturar reinas de avispa asiática. «Al final, estos insectos amenazadores aprenden a esquivar las arpas. Por eso, lo más práctico es trasladar las cajas hacia el Pirineo, porque allí todavía no hay tantos. ¡Aquí, en el Moianès, he llegado a ver cuarenta avispas esperando a las abejas que volvían cargadas a la caja!», explica con preocupación.

En paralelo a la vigilancia constante de las amenazas a las abejas, Ester Garriga señala otro reto importante: la regulación del etiquetado de la miel. «Es necesario que la legislación asegure un etiquetado claro de la miel, donde se muestre el origen exacto y el porcentaje que es realmente de proximidad. Es una lucha que estamos impulsando desde hace tiempo a nivel estatal», afirma. La apicultora explica que, actualmente, se están comercializando mezclas de mieles procedentes de China y de otros puntos del mundo con miel española, pero las etiquetas no reflejan los porcentajes reales de cada origen, dando lugar a lo que en el sector se conoce como «miel falsa». «Las grandes envasadoras compran miel buena y la mezclan con bidones de otras mieles y jarabes, y a eso le llaman miel», denuncia. Es uno de los pocos momentos de la entrevista en que la expresión de Ester cambia visiblemente; su rostro se pone serio. Refleja un sentimiento compartido por muchos pequeños productores: la dificultad para competir con productos importados a bajo precio y la percepción de que, a pesar de las ayudas existentes, todavía hace falta más reconocimiento y protección para la miel de proximidad.
 

«Es necesario que la legislación asegure un etiquetado claro de la miel, donde se muestre el origen exacto y el porcentaje que es realmente de proximidad» Ester Garriga

Durante la conversación, Ester hace referencia a las protestas de la llamada «revuelta campesina» del año 2024. Rememora aquellas movilizaciones que pusieron al sector primario en el centro del debate público y en las cuales ella participó activamente. Como mujer en un ámbito tradicionalmente masculinizado, su experiencia es especialmente valiosa. Cuando le preguntamos si se ha sentido alguna vez discriminada, positiva o negativamente, por el hecho de ser mujer en el mundo agrario, responde con contundencia que no ha tenido nunca ningún problema; al contrario, se muestra satisfecha al observar la presencia creciente de mujeres ganaderas y campesinas en su entorno. Sin embargo, reconoce que hay más mujeres que practican la apicultura como afición que como profesión.

Desde aquel primer día en que Ester se enfundó el traje de apicultora y sintió el zumbido ensordecedor de miles de abejas a su alrededor, ha pasado una década, pero aún recuerda con nitidez aquella primera sensación de respeto y miedo. «Aquel ruido te hace subir la adrenalina», evoca con una sonrisa. Hoy continúa fiel a este oficio, sin haber tirado la toalla. A diferencia de épocas anteriores, los nuevos apicultores cuentan ahora con más recursos formativos. La Generalitat de Catalunya ha intensificado en los últimos años los programas profesionales a través de las Escuelas Agrarias, donde este 2025 se prevé capacitar a unos 400 alumnos en técnicas apícolas, una apuesta clara para garantizar el relevo generacional y la viabilidad de una profesión con futuro.

Y sí, las abejas la han picado más de una vez. Son «micropicaduras», como ella misma las denomina con despreocupación. Ester Garriga es una mujer de acción, una guardiana incansable de las polinizadoras por excelencia, defensora de los bosques y, por extensión, de todas las especies que compartimos este planeta.

 

Fuente original de la entrevista: Oficina Técnica de Prevención Municipal de Incendios Forestales y Desarrollo Agrario de la Diputación de Barcelona

Abelles als ruscos de Mels Cal Pastoret.  PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
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