Ramon Casamada, Can Casamada. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Ramón Casamada, Can Casamada. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Ramón Casamada: «El ingenio en el campo nos permite dar la vuelta a los problemas»

Can Casamada es un proyecto agroganadero familiar situado en Castellar del Vallès. Especializados en el cultivo de la judía de gancho y varios cereales, combinan la producción agrícola con una granja de cerdos y terneras.

Can Casamada se ha consolidado como una presencia destacada en el escenario agrícola del Vallès Occidental, gracias, sobre todo, a Ramon Casamada i Faus, conocido como «el padre» de la familia, un apasionado de la agricultura y un hombre comprometido con la vida asociativa y la preservación de la naturaleza vallesana. Pese a su muerte en el 2012, dejó un legado significativo y, lo que es más importante, transmitió la pasión por el campo a su descendencia. Tres de sus hijos, Ramón, Jordi y Joan, siguen hoy trabajando la tierra. En la masía familiar viven dos, además de dos hermanas: Mireia y Rosa. Para conocer mejor el proyecto, entrevistamos al hermano mayor, Ramón Casamada Humet (Castellar del Vallès, 1955). Él vive en Castellar con su esposa, pero pasa doce horas al día en la casa disfrutando del entorno periurbano.

En Can Casamada cultivan cereales y forraje, y destacan como impulsores de la Denominación de Origen Protegida Judía de Gancho, una legumbre que les llena de satisfacción y que venden en su agrotienda. Les gusta destacar que la judía cultivada en su zona presenta rasgos organolépticos únicos: sabor suave, buena cremosidad y una piel que pasa casi desapercibida. Hace décadas que cultivan esta legumbre y han logrado dominar desde el manejo (la plantan en red para ahorrar agua) hasta la mecanización de algunas etapas del proceso, además de la cocción, que Ramón explica con entusiasmo.

Hoy en día, cultivan unas treinta y cinco hectáreas de secano y cuentan con unas setenta hectáreas de bosque que, según Ramón, «dan miseria y compañía». Este campesino siempre tiene un dicho o expresión catalana en la punta de la lengua. Como podremos ver a lo largo de la entrevista, le gusta comunicarse de forma directa y sin tapujos.

Además del proyecto agrícola, gestionan una granja con trescientas cerdas reproductoras en integración, unos mil quinientos cerdos de engorde y ciento sesenta terneras. Actualmente, Can Casamada mantiene a tres familias, pero la tradición agrícola de la casa se remonta muchos siglos atrás, con el apellido que ya aparece documentado en el siglo XVII.

 


 

¿Cuáles son los orígenes de la masía?

El origen de la casa se remonta al 1300 y durante varias generaciones estuvo asociada a los apellidos Morral Casamada. No fue hasta el siglo XVII que un miembro de la familia tuvo suficiente poder para posicionar el apellido de Casamada en primer lugar. La persona en cuestión pasó a llamarse Josep Morral de nombre y Casamada de apellido. Si avanzamos hasta llegar a la generación de mi abuelo, descubrimos que él vivía en Montcada y aquí, en Can Casamada, había masoveros. El abuelo tuvo ocho hijos: médicos, ingenieros, industriales, etc. Pero a mi padre le gustaba el oficio de la tierra. En ese momento, la masía se caía a pedazos. Y entonces mi abuelo dijo: «Pues la casa de campo, ¡para el hijo pequeño!». Mi padre se trasladó a la masía y empezó a trabajar la tierra. ¡Ahora todo el mundo se queja!

 

¿Crees que se quejan porque la vida en el entorno rural se ha revalorizado? Antes, en la época de tu abuelo, ser agricultor no tenía el mismo reconocimiento social que ahora. Salvi Safont, de la masía Can Salvi del Espacio Rural Gallecs, nos decía en una entrevista que él había sufrido mucho de joven, porque al decir que era payés le miraban mal.

Tiempo atrás, al campesino se le consideraba un dejado. ¡Pero ahora se ha dado la vuelta la tortilla! A mí no me pasó, porque yo ya estaba muy metido en el tejido social y de tiempo libre de Castellar del Vallès: participaba en bailes de gitanas, bastones, sardanas… Mi mujer es pastelera, así que con una pastelera y un campesino, ¡aquí estamos la mar de bien!

 

Repasemos tu día a día. ¿Qué es lo que más te gusta hacer cuando empiezas tu jornada de trabajo?

Yo salgo de casa y miro el cielo, voy a trabajar y nunca me quejo. Tengo ese carácter. Esto es como cuando das el pecho, ¿verdad que darás el pecho a tu hijo aunque llueva? Simplemente, se lo ofrecerás bajo el paraguas y seguirás haciendo. Pues es lo mismo. Yo sigo con el trabajo que he elegido, sin buscarle los tres pies al gato. Obviamente, también enfrento obstáculos, pero hago el trabajo que me gusta y, por tanto, les doy la vuelta. Aquí, en casa, tenemos una premisa: dedicamos cinco minutos a soltar los tacos que hagan falta, pero al minuto seis hay que ponerse a buscar la solución. Lamentarse no sirve de nada. Rápidamente tenemos la capacidad y el ingenio de visualizar la solución a los problemas.

Cuando empezamos con las judías, lo hacíamos de manera chapucera; ahora, después de treinta años, hemos llegado a un punto de excelencia en el campo que ya no nos hace sufrir. Cada año pensamos cómo hacerlo mejor. Si funciona, al año siguiente lo perfeccionamos. El ingenio en el campo nos permite dar la vuelta a los problemas.

 

«Aquí, en casa, tenemos una premisa: dedicamos cinco minutos a soltar los tacos que hagan falta, pero al minuto seis hay que ponerse a buscar la solución. Lamentarse no sirve de nada» Ramón Casamada

 

 

Sin embargo, a veces surgen dolores de cabeza. ¿Cómo afrontas las preocupaciones?

Yo tengo el don de saber cambiar el chip y, cuando vuelvo a casa, así lo hago. Si tengo problemas, pienso: «¿Puedo solucionarlos ahora? ¿No? Pues no hay que abatirse». Antes me gustaba leer la contraportada del diario y a menudo entrevistaban a psicólogos y coaches sobre la salud mental. Y pensaba: «Yo todo esto que dicen, ya lo hago. ¡Ja, ja, ja!».

Tener la cabeza bien amueblada es la mejor terapia para cualquier persona. ¡Pero en el campo pasan cosas! Por ejemplo, hemos sufrido un 90% de pérdidas de la cosecha de cereal a consecuencia de la sequía... Hemos perdido doscientas cuarenta toneladas, lo que se traduce en unos 50.000 euros que no hemos cobrado de la venta del grano. Pero la maquinaria hemos tenido que pagarla igualmente... Y para poder sembrar este año, hemos tenido que invertir 25.000 euros más, aunque no podemos saber si el próximo año la cosecha irá bien o mal. Además, los cerdos han sufrido el virus Rosalía, lo que nos ha reducido los ingresos en un 40%. Si no tienes la cabeza bien puesta y no respiras, puedes volverte loco.

 

Vamos a la judía, que amas con devoción. La Organización Mundial de la Salud recomienda añadir más legumbres a una dieta sana, pero, en general, no es un cultivo que reciba mucha atención. ¿Por qué te focalizas en la judía desde hace unas décadas?

Todo empezó porque nos dedicábamos a producir forraje ensilado para una vaquería y un día lo dejamos. No sabíamos qué hacer y entonces se nos ocurrió cultivar judía. Mi padre tenía un amigo que cultivaba el pepino en redes y tratamos de hacerlo igual con la judía. Yo era reacio a hacerlo el primer año, lo reconozco, ¡ja, ja, ja! Y, de hecho, la red se cayó al suelo. Pero el siguiente año lo volvimos a intentar y un grupo de la universidad empezó a realizar pruebas de manejo y nos ayudó. ¡Aprendimos cosas conjuntamente y acabamos tomándole el gusto! Ahora soy buen conocedor del cultivo de la judía, y también me gusta cocerla y comérmela. ¡Estoy satisfecho!

 

«Ahora soy un buen conocedor del cultivo de la judía, y también me gusta cocerla y comérmela. ¡Estoy satisfecho!» Ramón Casamada

 

De vuestros inicios hasta la actualidad, habéis trabajado mucho  para perfeccionar el manejo de la judía. ¿Cómo llegáis hasta aquí?

Hemos dedicado mucho tiempo a realizar una selección de la semilla pura. Empezamos con esta semilla en 2002 y, con la universidad, hemos ido haciendo muchas pruebas y catas. Ahora, cada cinco años hacemos todo el ciclo de nuevo y volvemos a empezar desde cero: de un grano plantamos diez o doce, vemos qué planta va mejor y, una vez identificada, la seleccionamos para continuar con esa semilla. ¡La composición química de cada judía es diferente! Yo sé cuánto nos cuesta producirla, sé el resultado organoléptico, cómo cocerla... Conozco todos los secretos. Además, soy un poco sibarita.

 

Formastéis parte del colectivo que impulsó la creación de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Judía de Gancho. ¿Seguís implicados en la iniciativa?

Promovimos la denominación de origen para dar un valor a los payeses que producían la judía. Pero pronto nos encontramos con el problema de que, así como el aceite puede representar el cien por cien de los ingresos de un agricultor, la judía es un subproducto que sólo supone el 10% del volumen de negocio de un campesino de secano. Y no ha tenido éxito por culpa de los propios payeses, ya que muchos no han querido seguir requisitos como venderla envasada, ponerle una etiqueta, etc. Cuando nosotros sufrimos el destrozo del bosque por un vendaval, estuvimos unos meses preocupados, y dejé de ir a las reuniones de la DOP. Hacía demasiado tiempo que iba a actos, ferias, etc., sin cobrar ni un duro... La cuestión es que yo antes certificaba con la denominación, pero me cansé, porque, en realidad, vendía la judía en la agrotienda de casa. ¿Quieres más cercanía? Y a los restaurantes, ya se la llevo yo mismo. ¡Yo mismo certifico!

 

Cuando pruebas tu judía en los restaurantes, ¿eres exigente?

Sí. Cuando llega un plato de judías, sólo con ver el aspecto, ¡ya sé si les falta cocción! Como conozco el esfuerzo que conlleva prepararla, cuando los restauradores no la cocinan bien, lo que queda mal es la judía. ¡Pero a mí me gusta que, cuando la gente la come, arquee las cejas! No se trata de comer un alimento que cueste mucho dinero, sino que te sorprenda en el gusto. Esto es lo que buscamos, pero no podemos hacerlo sin la complicidad de la persona que cocina. Hay que ir visitando los restaurantes, y cuando te ven llegar dicen: «¡Hoy, no!». ¡Ja, ja, ja!

 

«No se trata de comer un alimento que cueste mucho dinero, sino que te sorprenda en el gusto» Ramón Casamada

 

¿Compartirías tus secretos para cocinar bien la judía de gancho?

Primero, es necesario tenerlas una hora en remojo. Y, después, cocerlas cuatro horas. Lo mejor es ponerlas al fuego y marcharse, ¡olvidarse de ellas! No les añadas ni sal ni bicarbonato, ni nada. Además, el fuego debe estar a unos 90-95 grados, que no se muevan.

 

¿Te hubiera gustado ser cocinero?

No, yo no cocino, ¿eh? ¡Yo soy agricultor! Pero sí me gusta comer y opinar sobre lo que como. Para mala suerte de los restauradores, cuando empiezo a comer me concentro y cierro los ojos. A veces les pregunto si realmente el plato lleva lo que me han dicho que lleva. Aunque un plato me sorprenda a la vista, yo me fijo en el gusto. Y después, ¡les digo a la cara lo que me parece!

 

¿Y crítico gastronómico?

No. ¡Agricultor! ¡Payés!

 

¿Consideras que tienes una buena vida?

La disfruto. No he viajado, pero he hecho lo que me ha apetecido. No me quejo por lo que no puedo hacer. ¿Verdad que no puedo hacerlo? Pues no hace falta quejarse. Pienso que hay que invertir la energía en lo que se puede cambiar.

 

«Pienso que hay que invertir la energía en lo que se puede cambiar» Ramón Casamada

 

¿Cómo ves el futuro de tu actividad agrícola y ganadera? ¿Podrías compartir un proyecto específico que tengas entre manos en la actualidad?

Uno de los proyectos del próximo año es volver a sembrar. Ahora estamos planificando la siembra, aunque nos preocupa no saber qué va a pasar con la sequía. Llenar la balsa de agua para poder regar los cultivos es otro quebradero de cabeza.

 

En relación al futuro del sector, ¿cómo ves las acciones de fomento del relevo agrario? ¿Qué consejo darías para animar a las nuevas generaciones a dedicarse a esta profesión?

A nosotros, ni a mí ni a mis hermanos, nadie nos animó. Creo que ser agricultor es algo que debes llevar en la sangre. Cuando alguien se hace voluntario, nadie le dice «haz voluntariado»; le sale de dentro, ¿verdad? ¡Pues ser payés es igual! Si no naces con ese instinto, las cosas no llegan a buen puerto.

 

«Los proyectos deben pensarse desde abajo, desde la necesidad» Ramón Casamada

 

¿Existe alguna petición directa que quieras hacer a las administraciones?

A los responsables institucionales les pediría que, cuando intenten fomentar el relevo generacional, se centren en iniciativas que se traduzcan en un aumento real del número de agricultores. Si logran ese objetivo, chapeau, porque cada día hay menos campesinos. Muchas actuaciones se plantean desde arriba y se destinan muchos recursos económicos: la Generalitat de Catalunya, por ejemplo, impulsó la venta de proximidad, pero no ha funcionado. Creo que los proyectos deben pensarse desde abajo, desde la necesidad. Y el productor agrario, ¿cuál es su gran problema? La logística, como se pudo comprobar durante la pandemia. Los vehículos frigoríficos cuestan mucho dinero, así que, si la Administración quiere ayudarnos realmente, que subvencione el transporte de alimentos. Esto podría incluir asumir los costes de una empresa que realice los envíos de los productos, por ejemplo. Sin embargo, a menudo se nos pide que participemos en eventos como show cookings de productores y restauradores, sin tener en cuenta los retos logísticos. Estas iniciativas suelen pasar por alto cómo llevará el producto el agricultor.

 

— Redacción BCN Smart Rural —

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