Salvi Safont, Can Salvi. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Salvi Safont, Can Salvi. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Salvi Safont: «El payés siempre ama la tierra: es lo último que deja»

La Masía Can Salvi, situada en el Espacio Rural Gallecs, es la sede de un proyecto agrario familiar con casi un siglo de historia. Salvi Safont es su pilar actual, un hombre de cerca de ochenta años que sigue cultivando legumbres y cereales ecológicos. Aunque también trabajó en obras públicas, nunca renunció a su pasión por la tierra. Este payés resiliente disfruta participando en las iniciativas formativas que tienen lugar en este oasis del Vallès Oriental, una zona de gran interés natural que ha logrado preservar su uso agrícola.

Salvi Safont es un auténtico experto en Gallecs y conoce este espacio rural como las palmas de sus manos. Unas manos que, al estrecharlas, notamos fuertes y marcadas por pequeños surcos que evocan las innumerables horas dedicadas a trabajar la tierra. Nació en 1945 en la masía que se puede ver justo antes del desvío del camino que lleva al edificio del Consorcio de Gallecs, el órgano que se encarga de gestionar este espacio rural de 733 hectáreas.

La entidad está integrada por la Generalitat de Catalunya, a través de los departamentos de Territorio y Sostenibilidad y de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, así como por los ayuntamientos de Mollet del Vallès, Santa Perpètua de Mogoda, Palau-solità i Plegamans, Parets del Vallès, Lliçà de Vall y Montcada i Reixac. El 75% de la superficie se destina a actividades agrícolas, el 14% está ocupada por bosques y el resto lo forman las edificaciones, los huertos recreativos, las zonas verdes y los más de treinta kilómetros de caminos que hacen de este rincón del Vallès Oriental un paraíso para el ocio. Como a Salvi le gusta remarcar, «disfrutamos de una ubicación privilegiada que nos permite atraer a un gran número de consumidores». Con más de 200.000 personas viviendo en los cuatro municipios más cercanos, esta zona es muy valorada por quienes buscan espacios naturales y desean huir de la expansión urbana. La proximidad de Barcelona es otra ventaja añadida.

A pesar de su edad, Salvi todavía disfruta enormemente del trabajo en el campo; de hecho, se dedica a ello desde los dieciséis años. Después de haber estudiado Comercio y Gestión de Libros, su padre le preguntó si podía echarle una mano con las tareas agrícolas. «Podría haber hecho otras cosas, pero ¡nunca me he arrepentido!», dice.

 

«Podría haber hecho otras cosas, pero ¡nunca me he arrepentido!» Salvi Safont
 

En la actualidad, gestiona una sociedad agraria que está certificada por el Consejo Catalán de la Producción Agraria Ecológica desde 2006. La transición hacia la agricultura ecológica vino impulsada por la llegada de la agrónoma Gemma Safont, una de sus tres hijas, al Consorcio de Gallecs durante los años 2000. Ahora, Gemma es la gerente de la entidad. «Fue ella quien nos convenció de pasar del monocultivo del cereal a la agricultura ecológica destinada al consumo humano». Así lo hicieron e incorporaron seis o siete variedades de cereales antiguos, como el kamut, la espelta y el trigo Florence Aurora. Se atrevieron incluso a recuperar el trigo Montjuïc, que se había creado en Caldes de Montbui durante los años de la Segunda República Española. «Los cereales antiguos son más resistentes y se adaptan mejor. El trigo Montjuïc, por ejemplo, al estar en su casa, siempre prospera. ¡Y lo más fuerte es que yo ya lo había cultivado cuando era pequeño!», relata.

 

«Los cereales antiguos son más resistentes y se adaptan mejor» Salvi Safont
 

El ciclo de cultivo y transformación de los cereales en Can Salvi sigue el siguiente proceso. Tras la cosecha, el cereal es almacenado en silos. «Es crucial mantener el producto ecológico limpio, por lo que utilizamos varias máquinas. En casa, las tengo de todo tipo», explica el payés. En este proceso, participa Santi Olivé, de Herederos de Can Jornet, que forma parte de la misma Sociedad Agraria de Transformación (SAT) que Salvi. Santi es el encargado de moler el cereal y de comercializar la harina. En cuanto al sobrante, prefieren venderlo directamente ellos mismos, ya que, como dice Salvi, la venta directa es «la razón de todo». Además, en el consorcio hay una agrotienda donde también pueden comercializar sus productos. En cuanto a las legumbres, las sirven a menudo en los centros escolares. La SAT también gestiona un obrador compartido, y, desde el año 2000, funciona la Asociación de Payeses de Gallecs, de la que Salvi es miembro.

El número de agricultores se ha ido reduciendo en la zona, y actualmente hay unos doce. «El payés siempre ama la tierra: es lo último que deja. La tierra, a pesar de que trabajes en otros ámbitos, siempre te reclama. Y tú vas a ella de lunes a domingo», reflexiona. Así fue para Salvi, quien durante veinte años combinó la agricultura con su trabajo en obra pública para el Instituto Catalán del Suelo (INCASÒL). Tenía su cuadrilla de trabajadores y, además de realizar actuaciones en muchos lugares, por ejemplo en el aeropuerto, también hacían servicios agrarios. Cuando era época de sembrar, formaban un buen equipo. Considera que el campo, con toda su complejidad, le ha causado menos quebraderos de cabeza que las obras. Para Salvi, la tierra es como «un virus genético» y él es portador. Sin embargo, ahora se encuentra más solo a la hora de hacer el trabajo. En sus inicios, era propietario de unas 13 o 14 hectáreas, y ahora ya lleva 50 o 60, entre la finca de Gallecs y una segunda que tiene en Torroella de Fluvià.

 

La historia de una familia campesina y ganadera

La vida de su familia bascula entre dos comarcas: el Vallès Oriental y el Alt Empordà. El abuelo de Salvi se llamaba como él y llegó a Gallecs hace cien años procedente de Castelló d'Empúries. En los años veinte del siglo XX, era más sencillo vivir de la agricultura en la zona de Barcelona que en el Empordà. Por este motivo, le arrendaron una finca junto a la iglesia de Gallecs para hacer de masovero. En 1933 decidió comprarla y, con la ayuda de su hermana, acabó de construir la casa. Al finalizar la Guerra Civil, el padre de Salvi, que había servido en la Quinta del Biberón, compró una máquina de batir y un tractor, e impulsó el proyecto agrario familiar. «Siempre hemos sido gente muy innovadora», recalca Salvi.

 

«Siempre hemos sido gente muy innovadora» Salvi Safont
 

En 1971, durante la dictadura del general Francisco Franco, el Ministerio de la Vivienda española les expropió las tierras de Gallecs, como hizo con las de otros muchos campesinos. La familia se vio obligada a volver a sus raíces ampurdanesas. Recibieron menos dinero por la expropiación en comparación con otros afectados que habían litigado judicialmente, pero tomaron rápidamente la decisión de adquirir una finca en Torroella de Fluvià, en el Alt Empordà, que llamaron Can Salvi. Aunque inicialmente tenían la intención de llevar hacia el norte las vacas que tenían en Gallecs, a última hora cambiaron de opinión. Con la muerte del dictador, Madrid devolvió a Catalunya las tierras de Gallecs y quedaron adscritas al Instituto Catalán del Suelo.

Salvi Safont rememora la dureza de su juventud: «Con dieciséis o diecisiete años, a los campesinos jóvenes nos miraban mal y las mujeres se apartaban de nosotros». La palabra "payés" era un insulto. Sufrió el vacío social debido a su condición, especialmente en espacios de ocio en los que no era bienvenido. Ahora, en pleno siglo XXI, todo ha cambiado: «Ahora los agricultores somos los reyes del mambo».

 

«Con dieciséis o diecisiete años, a los campesinos jóvenes nos miraban mal y las mujeres se apartaban de nosotros. Ahora los agricultores somos los reyes del mambo» Salvi Safont
 

Cuando tenía veinticuatro años, Salvi se casó con Joana, una peluquera de Barcelona, que abandonó su profesión para abrazar una nueva vida a su lado. «Agradezco a mi mujer todo lo que ha hecho. Dejó Barcelona y se vino a vivir aquí, sin teléfono ni coche… Y se puso a ordeñar las vacas, castrar a los cerdos, dar leche a los terneros, llevar a las niñas a la escuela… », confiesa Salvi. Se siente afortunado de formar un equipo maravilloso con su esposa y sus tres hijas.

Hasta 1992, continuaron con la actividad ganadera, a pesar de las restricciones en la venta de leche fresca. En el Empordà, en tierra de regadío, sembraban alfalfa y otros forrajes para alimentar a las vacas, mientras que Gallecs fue fundamental para la comercialización. Después de dejar la ganadería, Salvi creó una sociedad con otro compañero y se dedicaron a realizar trabajos agrícolas para terceros. Al cabo de un tiempo, el socio abandonó el negocio.

 

La lucha por Gallecs

Gallecs, en la actualidad, es un mosaico que combina zonas de secano con áreas de huerta y bosque. Sin embargo, Salvi rememora la lucha ciudadana que fue necesaria para conseguir este resultado. En los años 70, se había proyectado la construcción de una ciudad y en 1977 se reó una comisión para la defensa del espacio que culminaría con una manifestación masiva al año siguiente. Después de la expropiación, Salvi recuerda con especial tristeza un período concreto marcado por la inseguridad que surgía de la amenaza hacia Gallecs, tanto para los cultivos como para la gente. «En 1984 no existía ninguna ley, el espacio era de todos, y la gente ocupaba tierras. Venían con rebaños y hacían huertos sin permiso».

Finalmente, el INCASÒL y los ayuntamientos de Mollet del Vallès y Santa Perpètua de Mogoda otorgaron licencias de uso agrícola a los campesinos de sus respectivos municipios que cultivaban tierras en Gallecs en ese momento. Estos permisos tenían una duración de seis meses, lo que limitada la capacidad de realizar rotaciones de cultivos, pero al menos había regulación, explica Salvi.

Hoy en día, el payés está satisfecho con la nueva situación: el espacio se respeta y lo disfrutan muchos habitantes de los pueblos vecinos: «Todo la gente aprecia Gallecs y nos dice que, si algún día se quiere edificar aquí, los agricultores contaremos con su apoyo». Esto lo llena de orgullo.

 

«Toda la gente aprecia Gallecs y nos dice que, si algún día se quiere edificar aquí, los agricultores contaremos con su apoyo» Salvi Safont
 

La vocación de compartir su experiencia

Las numerosas peripecias y experiencias de Salvi han dejado una huella en su personalidad y el deseo de difundir sus conocimientos. El Consorcio de Gallecs, además de facilitar las transiciones hacia la agricultura ecológica, también tiene un área dedicada a la educación ambiental y sirve como recurso pedagógico, y Salvi participa en las actividades del plan educativo, como el acogida de las prácticas del Máster de Agricultura Ecológica de la Universidad de Barcelona. Esto le permite compartir su saber sobre este tipo de manejo y cultivar unas parcelas experimentales para la universidad.

Cuando Salvi piensa en el futuro de su finca, rápidamente le viene a la cabeza la imagen de su nieto. Sólo tiene diez años, pero le ve la misma pasión por la tierra y cree que lleva «el mismo virus» que él. Cuando le transmite al niño algunos de sus conocimientos, siempre le dice: «¡Eso que el abuelo te cuenta no lo encontrarás en los libros! Lo he comprobado con los estudiantes del máster».

La filosofía que guía el trabajo en Can Salvi es la necesidad de «cambiar de modelo» en la agricultura y la ganadería, y hace tiempo que se rema en este sentido. Recientemente, Salvi participó en unas jornadas sobre máquinas desbrozadoras y quedó asombrado al darse cuenta de que hacía cinco o seis años que ellos ya las utilizaban. «En las reuniones siempre me piden que comparta mis experiencias, pero lo cierto es que nunca sabremos lo suficiente y siempre estaremos pendientes del cielo», dice.

Para él, la agricultura ecológica es la forma natural de cultivar. En sus inicios, había labrado la tierra con caballos, como en los tiempos de los antiguos romanos, y todo lo hacía a mano. Además, no existían los herbicidas de síntesis química, que se popularizaron durante la llamada "Revolución Verde". En ese momento, empezaron a cultivar más trigo, pero de calidad inferior, explica Salvi. En cuanto a la llegada de la agricultura intensiva, él tiene una teoría: «Si hubiéramos continuado comiendo variedades antiguas de trigo, es posible que no hubiera tanta gente celíaca. Porque tanto tú como yo somos tierra y nuestro cuerpo rechaza los productos manipulados», sostiene.

 

«Si hubiéramos continuado comiendo variedades antiguas de trigo, es posible que no hubiera tanta gente celíaca. Porque tanto tú como yo somos tierra y nuestro cuerpo rechaza los productos manipulados» Salvi Safont
 

En Can Salvi, actualmente realizan rotación de cultivos entre cereales y legumbres, una práctica que él ya hacía de pequeño y que se consideraba esencial: la rotación «iba a misa», dice. Como ya no disponen de rebaño propio, han optado por adquirir una compostadora que procesa el estiércol de las granjas cercanas para poder repartirlo por sus campos.  

 

La falta de relevo generacional

El problema de falta de relevo en el sector primario es una fuente de preocupación para Salvi. En el mismo Gallecs, lamenta la desaparición del Rave Negre, un proyecto que, según comenta, llevaban dos mujeres y funcionaba bien. Él valora la fuerza femenina en este oficio y cree que las mujeres tienen mucha astucia y sensibilidad. Para las personas que comienzan en este ámbito, Salvi les recomienda tener paciencia y ser conscientes, desde el principio, de que les debe gustar mucho la agricultura. «Es un trabajo muy duro porque no se hace dinero. Si se ganara más dinero con el campo, habría más gente dispuesta a dedicarse a este trabajo».

En un análisis global, Salvi identifica varios problemas preocupantes. En primer lugar, lamenta de cómo las grandes superficies estrangulan a los productores, dejándolos con márgenes de beneficios reducidos. Asimismo, inversores de todo el mundo compran tierras y desvalorizan o arruinan los proyectos locales pequeños o medianos instaurando procesos de comercialización con los que no pueden competir. Como ejemplo, menciona el caso de unos amigos campesinos del Empordà que, durante un tiempo, vendieron sus manzanas a una cadena de supermercados, pero un día les exigieron una bajada de precio, y al no aceptarla, los reemplazaron por otros proveedores. En el camino, ellos habían realizado inversiones para ampliar la cooperativa y terminaron sin cliente. Salvi considera que los contratos de integración ganadera son otro factor perjudicial para el pequeño campesinado, ya que la concentración de poder quita autonomía al resto.

Ante la realidad del envejecimiento de los payeses, Salvi considera que es crucial fomentar el relevo generacional, aunque reconoce que no es tarea fácil. «Hoy en día, poner en marcha una explotación agrícola es muy complicado. Una persona joven debe encontrar tierras, y los arrendamientos están carísimos por varios motivos, pero sobre todo porque la tierra se emplea para justificar deyecciones de purines», explica. Además, montar una finca con un mínimo de maquinaria implica gastos considerables, y haciendo números, las ganancias finales serán escasas.

Cuando tratamos el relevo generacional en Gallecs, Salvi analiza la etapa crucial que pasa actualmente este espacio. Las licencias que les fueron otorgadas en los años 80 ahora deben ser revisadas y regularizadas. Además, la nueva concesión permitirá desarrollar otras actividades como el turismo rural. Salvi tiene la convicción de que los agricultores siempre se han adaptado y diversificado para salir adelante. Es plenamente consciente de que es necesario buscar alternativas para garantizar la continuidad del sector primario.

Después de reflexionar sobre su trayectoria como payés, le pedimos que haga balance: «Considero que tengo una buena vida», afirma. «El proceso de plantar una semilla, hacer el plantel, cuidar el campo y ver su crecimiento es mágico. Se puede comparar con el cuidado de un bebé: si haces la cuna con una mantita calentita, se sentirá la mar de bien y será una joya». De hecho, recuerda con cariño la época en la que tenían la granja de vacas, donde vivía cada nacimiento de un ternero como si fuera el de un hijo propio. Sin embargo, está contento con el trabajo de ahora y no añora la presencia de los animales porque le ha permitido disfrutar de más tiempo de vacaciones. Cada año intenta realizar un viaje con su mujer, la barcelonesa que siempre ha estado a su lado.

 

— Redacción BCN Smart Rural —

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