Colofònia, resina pura de pi. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Colofonia, resina pura de pino. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Carlos Delgado: «Los resineros somos guardianes del bosque»

Carlos Delgado y Elizabeth Ibanga son los últimos resineros de Cataluña, pero también los primeros de una nueva generación. En Vallirana han recuperado un oficio casi olvidado que, además de cuidar el bosque y reducir el riesgo de incendios, aporta materias primas naturales que llegan hasta nuestra vida cotidiana: desde la cosmética y la farmacia hasta la alimentación.

Los árboles son fuente de salud y de vida. Elizabeth tiene sesenta y siete años y Carlos setenta, y quizás precisamente por eso son conscientes de la importancia de su tarea en el bosque. Son un matrimonio enamorado de la resina y, claro está, de los pinos blancos (Pinus halepensis), que trabajan de marzo a noviembre para extraerles la savia. Cada día pasan tres o cuatro horas entre los árboles, y el resultado es un líquido mágico y grisáceo que gotea con paciencia y brilla con los rayos del primer sol matutino. El ritmo de la resina es constante, una sustancia de la cual se deriva gran cantidad de productos de nuestro día a día: farmacia, cosmética, construcción, alimentación... la lista es larga.

Todo comenzó a raíz de una idea original que se ha convertido en un sueño sólido y cada vez más viable. La familia Montané les cedió 2.200 pinos en unas 40 hectáreas en Vallirana, en el Pla d'Ardenya, a cambio del mantenimiento del bosque. A finales de 2015 crearon la cooperativa Forest Baix, establecieron un acuerdo con una refinería de Castilla y León y todo lo demás encajó. Solo había que empezar.

La extracción de la resina es más que un oficio sostenible: es una manera de cuidar el bosque y prevenir incendios. Elizabeth y Carlos son guardianes del bosque, en el sentido más amplio: con su presencia constante vigilan el territorio, mantienen limpios los accesos, detectan plagas o enfermedades de los árboles y contribuyen a la gestión sostenible de un ecosistema que, sin esta atención, sería más vulnerable a los fuegos y la degradación.

Más de diez años después de la primera idea, bien equipados de pies a cabeza, Elizabeth y Carlos nos invitan a una de sus jornadas de trabajo, un baño de bosque donde se mezclan sonidos de tres mundos: el más presente, el de los pitos reales y otras aves que trinan sin parar; el segundo, el del repique de las herramientas de los resineros (la escoda, la azuela y muchas otras), que trabajan la corteza entre el crujir del sotobosque; y el último, el más lejano, el del motor de algún avión que viene del aeropuerto de El Prat. Una amalgama de realidades de este bosque de resina que ahora conoceremos. Antes de empezar, nos muestran orgullosos la colofonia o ámbar, el residuo sólido de la resina, de un tono amarillento. Brilla a la luz de los claros del bosque con una belleza antigua.

 

¿Cómo surgió la idea de recuperar el oficio de la resinación en la provincia de Barcelona?

Elizabeth Ibanga (E): Carlos y yo trabajábamos en una empresa de estructuras de construcción, pero cerró. Yo aún era demasiado joven para jubilarme y pensé: o nos buscamos trabajo o esto no irá bien. El aspecto positivo era que teníamos un pisito en Vallirana y ninguna deuda.

Carlos Delgado (C): Si teníamos que volver a empezar, no queríamos que fuera en Barcelona, porque significaba dedicar doce horas al día a desplazamientos y trabajo. Un día, desde la terraza de nuestro piso, me preguntaba qué podíamos hacer en Vallirana. Delante de mis ojos solo había bosque... ¡La extracción de la resina! Y empecé a buscar información por internet. Pensé que el hecho de que el oficio no se practicara no quería decir que no se pudiera hacer.

 

¿Cuáles eran vuestros referentes?

C: En Castilla y León el sector está muy bien organizado y lo vienen haciendo desde hace quinientos años. Ahora bien, en el conjunto del Estado no hay suficiente resina para las necesidades productivas y el 75% se tiene que importar de Brasil y de China. Y no es por falta de árboles, es por falta de mano de obra. Una lástima, ¡porque pinos nos sobran!

 

«En el conjunto del Estado no hay suficiente resina para las necesidades productivas y el 75% se tiene que importar» Carlos Delgado

 

Esta sustancia tiene un papel relevante a lo largo de los siglos, ¿verdad?

C: La historia de la resina tiene miles de años. En el norte de Europa, los vikingos ya comerciaban el ámbar, que es la resina fósil amarillenta de los pinos, también llamada «colofonia». Y en la antigua Roma se empleaba la resina para calafatear los barcos, es decir, para impermeabilizarlos.

 

¿Cómo funciona el proceso de resinación?

C: La temporada de la resinación dura nueve meses, de marzo a noviembre. Nosotros extraemos la resina de los pinos en recipientes que colocamos en los árboles y después la almacenamos en bidones de 200 kg. Una vez hemos llenado dos palets de bidones, nos los vienen a recoger de la refinería Resinas Naturales, de Castilla y León, una empresa que siempre nos ha tratado muy bien. En todo el Estado hay ocho refinerías, que pertenecen a cuatro o cinco empresas diferentes. A nosotros nos pagan por kilo neto y ellos se encargan de la elaboración y la comercialización. Cuando la resina llega a la planta, filtran las impurezas y, a una cierta temperatura, se funde y se filtra. A continuación se decanta y, finalmente, hay una destilación en la que, a una temperatura determinada, se separan los dos componentes: la colofonia (sólida) y el aguarrás (líquido). El resultado lo venden a farmacéuticas y otras industrias. ¡De hecho, es sorprendente la cantidad de productos cotidianos que se fabrican con resina! ¿Sabéis que el asfalto, el caucho, los neumáticos, el chicle y medicamentos como el Vicks VapoRub lo contienen?

 

«¡Es sorprendente la cantidad de productos cotidianos que se fabrican con resina!» Carlos Delgado

 

Creasteis la cooperativa Forest Baix para desarrollar la actividad, pero primero pasasteis por una fase de aprendizaje.

C: Al principio éramos seis en el proyecto, pero ahora somos tres: Elizabeth, yo y un tercer miembro, que es socio colaborador. Pero sí, nos formamos. Elizabeth es la maestra. Ella hizo el curso en Amposta dirigido a ingenieros forestales. Sabe mucho y trabaja más que yo. ¡Y es más rápida! Yo siempre digo que le deberían dedicar una escultura, ya que es la primera mujer «maestra resinera de Cataluña». ¡La primera... y la única!

E: [Ríe] Yo llevo más años que Carlos haciendo el oficio, sí, siete años ya... ¡Y tengo el título de resinera!

 

Además de la extracción, dedicáis una parte de vuestro tiempo a la formación de personas interesadas en el oficio. ¿Con qué objetivo lo hacéis?

C: Sí, nos visitan muchas escuelas forestales para conocer el proceso de extracción de la resina: la Escuela Agraria Forestal de Santa Coloma de Farners, el Instituto de Sostenibilidad y Medio Ambiente de Barcelona y otros centros. Y a nosotros nos gusta compartir lo que sabemos, porque queremos extender el oficio en Cataluña. Con la gran cantidad de pino blanco que tenemos en el territorio, seríamos los principales productores del Estado. Queremos que la gente se dedique a ello, porque puede ganarse la vida dignamente.

 

«Nos gusta compartir lo que sabemos, porque queremos extender el oficio en Cataluña. Queremos que la gente se dedique a ello, porque puede ganarse la vida dignamente» Carlos Delgado

 

Si hay tanto potencial, ¿por qué no hay más resineros en Cataluña?

C: En primer lugar, porque el oficio no se conoce. Por eso lo damos a conocer a los estudiantes de escuelas forestales que nos visitan periódicamente. Un segundo problema es que el 76% de los bosques están en manos privadas, mientras que en Castilla la mayoría de los bosques son comunales. Allí, los ayuntamientos alquilan parcelas de 5.000 pinos: con un bosque de este tamaño se pueden ganar entre 20.000 y 22.000 euros en nueve meses de trabajo. No está nada mal.

Para poder ejercer el oficio hacen falta dos elementos: gente que deje los pinos y gente que quiera trabajarlos. En nuestro caso, llegamos a un acuerdo con el propietario del bosque. Además de extraer la resina de los pinos, hacemos limpieza forestal. Lo curioso del caso es que justo al otro lado del camino de la finca, otro propietario nos dijo que no a la misma propuesta. Es un tipo de trabajo que se puede hacer incluso a nuestra edad, por tanto, una persona joven que empiece podría ganarse la vida con esta actividad durante décadas.

 

¿Cuál es el primer paso que debería dar una persona que quiera dedicarse al mundo de la resina?

C: Si alguien quiere hacer de resinero, tendrá que empezar por gestionar el bosque. El primer año se debe hacer una limpieza exhaustiva: la finca forestal se tiene que desbrozar para poder trabajar bien. Clarear los bosques es necesario por muchos motivos, pero sobre todo porque favorece el crecimiento de los árboles. Si en un metro cuadrado compiten tres o cuatro pinos, no se dejan crecer entre sí.

En nuestro caso, antes de empezar a gestionar la finca donde trabajamos, una ingeniera forestal de la Generalitat de Cataluña nos visitó. Cuando le explicamos que utilizaríamos la desbrozadora para limpiar caminos, nos indicó qué especies no teníamos que tocar, como por ejemplo el enebro, porque es un arbusto de crecimiento muy lento que hay que preservar para mantener la diversidad en el bosque. También nos recomendó que, en los grupos de encinas pequeñas y apiñadas, dejáramos solo la encina central, para favorecer que pueda crecer bien.

Los resineros bajamos el riesgo de incendios porque hay una persona cada día trabajando en el bosque. Y estamos en verano, el período más sensible a sufrir fuegos.

 

«Los resineros bajamos el riesgo de incendios porque hay una persona cada día trabajando en el bosque. Y estamos allí en verano, el período más sensible a sufrir fuegos» Carlos Delgado

 

¿Creéis que la resinación podría ser una herramienta clave para la gestión sostenible y la prevención de incendios en nuestros bosques?

C: Sí, porque el oficio de la resinación solo aporta beneficios al territorio. Los resineros somos guardianes del bosque, porque somos los primeros interesados en que no se queme. Si detectamos humo, avisamos a los forestales. Estamos conectados con ellos.

E: Nosotros limpiamos el bosque y así impedimos que haya incendios. Creo que este es uno de los motivos más importantes por los cuales yo hago este trabajo.

 

Para implementar la resinación como herramienta de gestión forestal, ¿cuál es el principal obstáculo que hay que superar?

C: Lo que hace falta, sobre todo, es convencer al propietario de que te deje los pinos. Normalmente, las personas que se quieren dedicar a este oficio no tienen recursos para comprar una finca forestal. Si no te dejan los pinos, no puedes trabajar. Según el inventario de la estudiante de posgrado Andrea Lapeña, hay 55 millones de pino blanco en Cataluña. A pesar de que no todos se pueden resinar, por factores como la inclinación del bosque o la dificultad de acceso, el potencial para extraer resina es muy grande.

 

¿Cómo podrían ayudar las administraciones a potenciar el oficio?

C: Los ayuntamientos, excepto si tienen bosque público, no pueden hacer mucho. La Generalitat de Cataluña es la administración que más puede ayudar; por ejemplo, haciendo un inventario de los bosques donde se pueda resinar y contactando a los propietarios para proponerles que, si nos dejan los pinos, les limpiaremos el bosque. Después habría que buscar personas interesadas en el oficio y ofrecerles formación. Nosotros estamos dispuestos a enseñar, pero no podemos encargarnos de contactar con los propietarios.

Hay otro aspecto importante: las normas de la resina son autonómicas y en Cataluña no hay marco legal. Como solo somos nosotros los que nos dedicamos a la resinación, nos dijeron que lo que hacíamos se consideraba una prueba piloto. Cuando haya sesenta personas trabajando en este ámbito, quizás se adapten las normas de Castilla y León.

 

¿Se podría crear una herramienta similar a los bancos de tierras para facilitar el acceso de los resineros a los bosques privados?

C: Nos gustaría encontrar más propietarios dispuestos a ceder los pinos y más gente que quiera trabajarlos. Personas interesadas en hacer de resineros ya tenemos unas cuantas. De momento, estudian formación forestal, pero los fines de semana se querrían dedicar a la resina. Es un oficio en el que no dependes de nadie, solo de las horas que quieras dedicarle. Cuanto más trabajas, más extraes.

 

¿Habéis sufrido alguna falta de reconocimiento o incomprensión de la gente por el hecho de recuperar este oficio?

C: Sí. Por ejemplo, un propietario no nos quiso ceder los pinos porque tenía miedo de que los secáramos y los matáramos. No conseguimos que cambiara de opinión. Otro problema es que hay mucho ecologista de sofá que, cuando cortas un árbol, ya está poniendo el grito en el cielo. El primer o segundo año recuerdo que alguien colgó en nuestros recipientes para recoger la resina carteles con frases como «Asesinos de árboles», «Estáis matando los árboles», «Los árboles también sufren», impresos en papel y pegados con cinta adhesiva. Al principio, quería no hacerles caso, pero como pasa mucha gente por el camino, sobre todo los fines de semana, se lo podían creer y decidí actuar. En un chat del pueblo de Vallirana expliqué las aplicaciones de la resina. La primera frase decía: «Qué atrevida es la ignorancia». Y añadí: «Curiosamente, la cinta adhesiva que habéis usado lleva resina, el tóner la lleva, y el papel es un producto derivado de los árboles». También aclaré que los árboles no sufren en el proceso de extracción de la resina, como tampoco sufre una berenjena o un pimiento cuando los arrancamos del huerto.

 

¿Podéis explicar técnicamente por qué la extracción de la resina no hace daño a los árboles?

C: La resina sale entre la corteza y la madera, en una zona de color rojizo llamada «el cambio», que es la que con el tiempo se convierte en corteza. Los canales resineros circulan por dentro de esta zona, mientras que la savia de los árboles va dentro de la madera. El pino fabrica la resina para cerrar heridas y evitar insectos y plagas. Un buen resinero nunca toca la madera.

La primera tarea que se tiene que hacer es derroñar la corteza. Si ejecutas bien esta tarea, la incisión se hace en pocos segundos y no tiene que ser mayor de doce centímetros, según las normas de Castilla y León. Cada doce días tienes que volver a hacer una nueva, porque la herida deja de gotear; cuando vuelves, vas subiendo hacia arriba del tronco. Y así hasta noviembre. La resina que sale primero es líquida, como un aceite, y después se va solidificando. Nosotros ponemos una rejilla en el recipiente para que no caigan insectos dentro.

 

Después de unos años de trabajo, ¿creéis que la actividad es económicamente viable?

C: En Cataluña aún no es muy viable, pero en Soria, sí. En 2016 hablamos con un resinero que él solo gestiona 8.000 pinos y conseguía unos 27.000 euros por temporada. Actualmente, de media, los resineros ganamos entre 15.000 y 25.000 euros por temporada.

 

Elizabeth, como mujer resinera, ¿cómo valoras tu experiencia? ¿Has tenido que afrontar retos específicos?

E: No, ninguno. Tengo sesenta y siete años y me he dado cuenta de que no es un trabajo que requiera una edad concreta, solo tener ganas. Estoy convencida de que hago un trabajo que algún día mucha más gente llevará a cabo.

 

«Estoy convencida de que hago un trabajo que algún día mucha más gente llevará a cabo» Elizabeth Ibanga

 

¿Qué dirías a los jóvenes que estén interesados en dedicarse a la resinación?

E: Que tengan paciencia, porque es un proceso que requiere tiempo y apoyo. La administración nos tiene que ayudar, sobre todo con la primera inversión. La gente joven necesita dinero para empezar: el primer año, como mínimo, 3.000 euros.

 

Tenéis un hijo joven. ¿Qué piensa de vuestra dedicación a la extracción de resina? ¿Se quiere dedicar a ello?

C: No, él se dedica a la informática. De hecho, nuestro hijo piensa que estamos locos... Nos pregunta por qué seguimos trabajando con la edad que tenemos, y nosotros le respondemos que lo hacemos porque nos gusta. Es nuestra afición. Hay jubilados que tienen un huerto y cultivan tomates: nuestro huerto es el bosque y le sacamos resina. Es nuestra forma de entretenimiento.

 

¿Qué es lo que más os gusta de la resinación?

E: Me gusta mucho el entorno y limpiar el bosque. Este bosque es casa, porque hace siete años que venimos. El oficio de resinera no tiene precio. Cuando estoy aquí, medito bajo los pinos; ahora mismo lo estoy haciendo mientras hablo con vosotros. Me encantaría poder continuar con esta actividad, pero depende de mi salud.

C: De joven, yo era boy-scout y siempre me ha gustado la montaña. La resina me permite estar allí siempre. Estoy enamorado de la resina.

 

Fuente original de la entrevista: Oficina Técnica de Prevención Municipal de Incendios Forestales y Desarrollo Agrario de la Diputación de Barcelona
 

Carlos Delgado i Elizabeth Ibanga, resiners a Forest Baix. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
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