Marc Talavera (Igualada, 1988) es el presidente del colectivo Eixarcolant, una entidad cooperativa que trabaja en la recuperación de variedades agrícolas tradicionales y especies silvestres comestibles. Con sede en Jorba, el proyecto quiere contribuir a construir un modelo agroalimentario y socioeconómico que genere un impacto positivo en todo el territorio y, para ello, organizan actividades muy diferentes.
Hablamos tranquilamente con este doctor en biología y especialista en divulgación científica, un referente indiscutible en temas de etnobotánica y agroecología en Catalunya.
Eres uno de los protagonistas de la primera de las 'Historias BCN Smart Rural', una serie de cortometrajes creada para dar voz a las personas que lideran el camino hacia un sistema agroalimentario más saludable y sostenible en las comarcas barcelonesas. ¿Nos puedes explicar qué es Eixarcolant?
Eixarcolant es un movimiento sociopolítico con el que reivindicamos la recuperación de las plantas olvidadas para ayudar a transformar el modelo agroalimentario y, más concretamente, la forma que tenemos de producir, distribuir y consumir alimentos. Queremos volver a una lógica basada en la sostenibilidad, la proximidad, la ética y la justicia social, y conseguir un territorio más vivo, más dinámico, con mayores oportunidades laborales dignas para todos y con una cadena de valor alimentaria que sea sólida y esté basada en la agricultura y la ganadería. Por eso somos una entidad cooperativa sin ánimo de lucro formada por 900 socios y socias en todo el territorio catalán. También por eso nos dedicamos a explicar a todo el mundo que tenemos más de 300 especies silvestres comestibles que no conocemos pero que podríamos utilizar y que tenemos más de 3.000 variedades agrícolas tradicionales que también podríamos volver a cultivar y que permitirían diversificar el territorio y generar servicios ecosistémicos de calidad, ofrecer oportunidades laborales, luchar contra el cambio climático y combatir el despoblamiento rural. Y por eso trabajamos cada día en nuestras diez líneas de actuación.
¿Podríamos decir que en Eixarcolant desea dar una nueva oportunidad a determinadas plantas y, por extensión, a la sociedad en general?
Sí. De hecho, si miramos la definición del verbo catalán “eixarcolar” (en castellano, deshierbar), veremos que significa arrancar manualmente las malas hierbas en un campo de cultivo. Sin embargo, ya hace muchos años, un señor mayor de la comarca, Pepito de Cal Bosquet, nos dijo que cuando él era pequeño e iba a los campos a deshierbar, todas las hierbas que arrancaban (amapolas, pimpinelas, ortigas, etc.) no las tiraban: se las daban al ganado, se las comían, las utilizaban para hacer remedios caseros, para teñir, para construir, etc. Y esto es lo que decimos en Eixarcolant: que estas plantas olvidadas no son mejores que las que cultivamos hoy en día, sino diferentes. Son nuevas oportunidades que como sociedad debemos darnos para poder volver a un modelo de producción y desarrollo socioeconómico que sea verdaderamente sostenible. Lo que hacemos las generaciones actuales no puede comprometer lo que puedan hacer las futuras generaciones.
«Lo que hacemos las generaciones actuales no puede comprometer lo que puedan hacer las futuras generaciones» Marc Talavera
¿Cómo nace Eixarcolant y hacia dónde evoluciona?
El colectivo Eixarcolant nace en el 2016 a raíz de la inquietud de un grupo de personas de Anoia que no entendíamos cómo podía ser que la gente no conociera ni consumiera muchas hierbas comestibles y, en cambio, los estantes del supermercado estuvieran llenos de alimentos llegados de la otra punta del mundo. Nos parecía que esto no tenía ningún tipo de lógica y decidimos organizar la primera Jornada Gastronómica de las Plantas Olvidadas. A partir de este evento el movimiento fue creciendo hasta que en 2019 nos dimos cuenta de que no lograríamos el objetivo de transformar el modelo agroalimentario si sólo contábamos con el tiempo libre de cada uno. Sin dejar a un lado el modelo de asociación sin ánimo de lucro y a base de voluntariado, iniciamos la parte profesional del proyecto con el objetivo de seguir avanzando en nuestros objetivos transformadores.
Dices que Eixarcolant es un movimiento sociopolítico. ¿Qué quieres decir exactamente con esa afirmación?
Para empezar, quiero decir que somos un movimiento social del que todo el mundo puede formar parte: cualquier persona puede hacerse socia del colectivo, ya sea para colaborar económicamente con la causa o para participar activamente. Además, reivindicamos una serie de ideas políticas relacionadas con la producción, la transformación, la distribución y el consumo de alimentos. Poner un plato en la mesa es, seguramente, la acción política más potente que podemos llegar a realizar.
«Poner un plato en la mesa es la acción política más potente que podemos llegar a realizar» Marc Talavera
En Eixarcolant también mantenéis un banco de semillas de variedades agrícolas tradicionales. ¿Qué importancia dáis a estas semillas?
Si queremos conseguir un paisaje diverso y que más personas puedan vivir de forma sostenible en el territorio, debemos lograr que los agricultores y las agricultoras diversifiquen lo que plantan. Debemos huir de las 20 especies que actualmente ocupan el 91% de la superficie cultivada catalana e intentar recuperar variedades de tomates, peras, pimientos, berenjenas, etc., pero también de plantas como la verdolaga, las ortigas o las cosconillas. Con este objetivo, hacemos prospecciones etnobotánicas y hablamos con personas mayores para que nos expliquen cuáles eran los productos que plantaban antiguamente en sus huertos. A continuación, conservamos estas semillas en un banco preparado para preservarlas. Actualmente tenemos más de 400 especies diferentes de plantas olvidadas y cada cierto tiempo las plantamos para renovarlas. Pero, claro, si sólo hiciéramos esto estaríamos haciendo un museo de semillas y en Eixarcolant siempre explicamos que nosotros somos depositarios de unos conocimientos y que tenemos el deber de compartirlos con el conjunto de la sociedad. Por este motivo comercializamos estas semillas: queremos que todo el mundo que quiera plantar una col de invierno, una pataca o una verdolaga, pueda hacerlo. Sin la base del banco de semillas y los ocho huertos que cultivamos en las comarcas de Anoia, Noguera y Urgell, no podríamos desarrollar todo lo que hacemos.
Has hablado del deber de compartir vuestros conocimientos con la sociedad. ¿Qué papel juega la divulgación en el proyecto?
En Eixarcolant creemos que si un agricultor o agricultora cultiva verdolaga, las personas consumidoras deben saber qué es, cómo se prepara y por qué es importante cocinarla, y por eso ponemos tanto énfasis en la divulgación y transferencia de conocimientos. Organizamos muchas charlas, talleres y salidas para familias, profesionales y centros educativos; editamos libros donde informamos de los usos de estas especies silvestres comestibles; tenemos el calendario del buen consumidor, publicaciones infantiles, recopilaciones de variedades; y todo lo hacemos para transmitir un conocimiento olvidado desde hace tiempo por la sociedad. Para nuestro colectivo, la divulgación es una de las claves para transformar el modelo agroalimentario.
¿Crees que se puede cambiar el mundo con una semilla?
Creo que todo es una rueda y cuando mucha gente se interesa por las semillas, siempre hay alguien que quiere cultivarlas, alguien que quiere transformarlas en su obrador y alguien que se decide a interpelar a nuestros representantes para que lleven a cabo políticas agrarias, de emprendimiento o de desarrollo industrial que tengan en cuenta la crisis climática y de materiales y podamos avanzar hacia un modelo económico más sostenible.
El verano del año pasado, pusisteis en marcha una campaña de micromecenazgo para recuperar la panadería de Jorba, un negocio con décadas de historia que veía peligrar su futuro porque el panadero se jubilaba. ¿Qué deseáis demostrar con esta iniciativa?
Cuando hablamos de las líneas estratégicas del colectivo Eixarcolant, siempre nos gusta explicar que queremos volver a poner en funcionamiento unos engranajes que hace cincuenta años se detuvieron. Y, para conseguirlo, no es suficiente con hacer prospecciones agrobotánicas, editar materiales divulgativos, hacer charlas y talleres y recuperar y comercializar semillas: hay que cerrar el círculo. En este sentido, tener una panadería es primordial, ya que nos permite incidir directamente en la alimentación. El horno es un punto de venta donde podemos ofrecer de forma diaria y cotidiana productos elaborados única y exclusivamente con materias primas locales que han sido obtenidas de forma sostenible, justa y ética y, además, nos permite normalizar el consumo de plantas silvestres comestibles y las variedades agrícolas tradicionales. En las charlas y libros podemos teorizar, pero en el horno las ideas deben materializarse: ahora todo el mundo puede ir a la panadería de Jorba y consumir una torta de verdolaga, un brownie de calaminta y algarroba, panellets de piñones de pino carrasco y ajedrea, etc. En el horno demostramos que lo que decimos se puede hacer, que podemos cambiar el modelo agroalimentario y de desarrollo socioeconómico a través de la recuperación de estas especies olvidadas. Queremos que las personas que visiten el horno puedan visualizar nuevas oportunidades de transformación de productos agroalimentarios a partir de las mal llamadas "malas hierbas" y se decidan a implementarlas en sus propios negocios. Por eso, nuestro objetivo no es producir mucha cantidad, sino producir un amplio abanico de productos diferentes. Con el horno queremos abrir puertas, romper techos de cristal y demostrar que todo lo que reivindicamos desde el colectivo se puede hacer. Con el horno demostramos que las plantas olvidadas pueden generar una cadena de valor asociada. Con el horno queremos conseguir que otros muchos proyectos se puedan inspirar en nuestra experiencia.
Eixarcolant es una cooperativa y, como tal, sigue los principios de la economía social y solidaria. ¿Por qué optastéis por este modelo de empresa?
Para nosotros era muy importante ser una cooperativa de trabajo asociado sin ánimo de lucro y que todos los ingresos generados por el colectivo se reinvirtieran en el proyecto. Sin embargo, hay que dejar claro que la cooperativa está totalmente supeditada a lo que decide la asamblea general de socios y socias: las líneas estratégicas del proyecto, las actuaciones concretas y las inversiones a llevar a cabo se deciden en este marco de participación y las personas vinculadas profesionalmente al proyecto lo que hacemos es recoger lo que aprueba la asamblea y trabajar para hacerlo realidad.
Los socios de Eixarcolant son, pues, muy importantes. ¿Cuántos hay en la actualidad y cuántos querríais tener? ¿Cuál creéis que sería el número ideal para conseguir vuestros objetivos?
El techo de socios de Eixarcolant no lo fijamos nosotros: lo fijará la sociedad. Nosotros tenemos que intentar hacer las cosas lo mejor posible para llegar al máximo número de personas. Actualmente superamos los 900 socios y socias en todo el país, pero lo que nos preocupa no es el número de socios sino la calidad de nuestra relación. Cada socio es una persona con nombres y apellidos que hace latir el corazón del movimiento, generando muchas dinámicas a su alrededor. Pero, evidentemente, cuanto más socios seamos, más lejos llegaremos, y, por eso invitamos a todo el mundo a formar parte de Eixarcolant. Llegar a los 10.000 socios sería ideal, porque eso querría decir que más personas comulgan con nuestro objetivo de recuperar las plantas olvidadas para transformar el modelo agroalimentario.
¿Cuál es el motivo por el que los supermercados de Catalunya, Madrid, Sudáfrica o Brasil ofrecen los mismos productos?
La globalización ha provocado una uniformización increíble de los alimentos que cultivamos y comemos. Los últimos informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) demuestran que, en el último siglo, hemos perdido tres de cada cuatro variedades agrícolas tradicionales; es decir, el 75% de los productos que comían nuestros abuelos y abuelas los hemos perdido. La uniformización de la dieta ha provocado una uniformización del paisaje y, en la actualidad, a nivel mundial, 30 especies vegetales representan el 90% de la ingesta calórica mundial de origen vegetal. Esto es una auténtica barbaridad que no refleja la diversidad paisajística y gastronómica del planeta: sólo en Catalunya, tenemos 300 especies silvestres comestibles y más de 3.000 variedades agrícolas tradicionales. La globalización ha empobrecido buena parte de este patrimonio. Pero, ¡atención! La etnobotánica es la ciencia que estudia la relación entre plantas y personas, y esa relación es dinámica, porque depende de cada contexto cultural. Por tanto, en Eixarcolant no queremos hacer una fotografía fija del pasado: lo que queremos es saber qué cultivaban nuestros abuelos y abuelas, qué cultivaban en Marruecos, Castilla, etc., y, a continuación, aterrizar esta información en el momento actual y en las necesidades de cada persona. Queremos recuperar el pasado para transformar el futuro.
«En el mundo hemos perdido el 75% de los alimentos que comían nuestros abuelos y abuelas» Marc Talavera
¿Vuestra lucha por preservar el patrimonio agroalimentario local es entonces una lucha contra la globalización?
Catalunya es una de las zonas del Mediterráneo y del mundo con una mayor diversidad de hábitats y paisajes. Si viajamos de Barcelona a Lleida, subimos hacia los Pirineos, bajamos por la Costa Brava, tomamos el eje transversal y nos dirigimos a las Tierras del Ebro habremos pasado por una diversidad de paisajes increíbles que difícilmente encontraremos en otro lugar de Europa. Todo esto es un patrimonio natural que favorece la biodiversidad y ofrece paisajes idílicos, pero también garantiza servicios ecosistémicos y genera oportunidades económicas y de desarrollo social. En Eixarcolant pensamos que no podemos construir un futuro que sea verdaderamente sostenible si no tenemos en cuenta todo lo que nos puede ofrecer el territorio, y, por este motivo, queremos saber qué tenemos en estos paisajes. Queremos que aquellas personas que habían vivido en estos paisajes antes de que se iniciase el éxodo del mundo rural al mundo urbano, nos expliquen qué había en ellos. Queremos hablar con nuestros mayores para que nos expliquen cómo utilizaban lo que tenemos alrededor y, a continuación, queremos mezclar todo este conocimiento con la tecnología y con todo lo que podamos aprender de personas venidas de otras culturas. Por tanto, la globalización también tiene sus aspectos positivos.
¿Cómo ha beneficiado a Eixarcolant el hecho de participar en la actuación 'Rural Innova' de la estrategia BCN Smart Rural? ¿Qué tipo de asesoría y acompañamiento ha recibido?
Gracias a BCN Smart Rural, hemos recibido asesoramiento en temas comunicativos y nos ha ayudado a explicar mejor el proyecto, llegar a más personas y hablar de nuestras actuaciones de forma mucho más adecuada a las tendencias actuales. La valoración es, pues, positiva.
— Redacción BCN Smart Rural —