Águeda Ortiz (Maó, 1987) y David Casas (Barcelona, 1984) son una pareja de jóvenes entusiastas de las plantas que disfrutan cuidando la tierra como si fuera un gran jardín y relacionándose con su clientela. Aman la naturaleza y la agricultura, pero no ocultan que hay una parte del trabajo que consideran especialmente pesada: la fiscalización externa y la burocracia. La honestidad es un valor que corre por sus venas.
En 2012, su afición por la horticultura les llevó a cultivar un pequeño terreno en el pueblo de Ordal, en el Alt Penedès, y pronto otros vecinos empezaron a sumarse al proyecto. Bautizado como El Tros d'Ordal, el proyecto fue muy bien recibido en el pueblo. En 2021 ampliaron sus tierras y tomaron una decisión importante: alquilar una nave en Vilafranca, donde, además de instalar su sede, abrieron una agrotienda.
Actualmente, tienen arrendadas tres hectáreas de huerta en Vilafranca, además de una parcela de melocotoneros en Ordal. Las tierras las trabajan conjuntamente con la ayuda de cinco trabajadores y han conseguido la certificación del Consejo Catalán para la Producción Agraria Ecológica (CCPAE). Sirven unas cincuenta cestas semanales, participan en dos mercados los sábados y distribuyen sus productos en tiendas, restaurantes y cooperativas de consumo. Una máxima que siempre tienen presente es ofrecer productos saludables, éticos y de calidad, ya que creen firmemente que comer ecológico y de temporada aporta muchos más beneficios al cuerpo que hacerlo de otra forma. Son payeses que viven con poco, pero al hablar con ellos se detecta de inmediato su carácter entusiasta y la gran pasión que sienten por su trabajo.
¿Podríais compartir algún recuerdo de vuestra infancia que esté relacionada con la producción o el consumo de alimentos?
David Casas (D): De pequeño, me entusiasmaba ayudar a mi abuelo en el huerto los fines de semana. Me lo pasaba muy bien, porque me gustaba estar allí con él. Aunque mi abuelo no cultivaba de manera convencional o ecológica, siempre mantenía el huerto limpio. ¡De hecho, lo tenía inmaculado! Cultivaba solo para el consumo familiar.
Águeda Ortiz (A): Hay un plato que añoro porque solo lo como cuando voy a casa, a Menorca. Se trata de los guixons, unas judías secas de color blanco con un puntito negro en medio. ¡Son muy tiernas! De pequeña, las hacíamos con pimentón y vinagre, ¡y era un plato maravilloso! Solo de pensarlo, ahora mismo me dan ganas de comerlo.
Otro recuerdo es el de las labores del campo asociadas a cada temporada. Mi abuelo era agricultor profesional y recuerdo que toda la familia nos reuníamos para pelar judías, habas, tirabeques... ¡La comida era de temporada y siempre buenísima! Por eso, ahora también lo valoro mucho.
«Aunque mi abuelo no cultivaba de manera convencional o ecológica, siempre mantenía el huerto limpio. ¡De hecho, lo tenía inmaculado! Cultivaba solo para el consumo familiar» David Casas
¿Qué estudios o qué trayectoria os llevaron a crear El Tros d'Ordal?
D: Yo estudié Trabajo Forestal y Gestión del Medio Natural. En Ordal teníamos un pequeño huerto familiar con Águeda y, poco a poco, nos animamos y comenzamos a tomar campos que estaban abandonados para darles vida. A medida que plantábamos más, salíamos a buscar más clientes.
A: Fue un proceso bastante espontáneo. Yo vengo del mundo de la fitoterapia y las plantas medicinales, y también había practicado terapias manuales como la acupuntura. Todo comenzó como una afición, y en un momento en el que ninguno de los dos tenía trabajo, decidimos convertir esa afición en nuestro oficio. Un vecino se unió a nosotros y empezamos a cultivar sin un objetivo concreto. La gente del pueblo nos visitaba y nos ofrecía terrenos que no podían cultivar.
Después, una vecina de Ordal que quería comprarnos verduras acabó siendo nuestra socia, junto a su hijo. Estuvieron en el proyecto durante nuestra etapa en Ordal. Llegamos a ser cuatro socios en una sociedad limitada (SL), y aunque intentamos formar una cooperativa, el papeleo era excesivo. Sin embargo, tomábamos las decisiones de forma colectiva. En agosto de 2021, decidimos hacer el cambio y nos separamos de ellos, pero mantenemos una buena relación. De hecho, los antiguos socios siguen viniendo a comprarnos. Ese año fue cuando David y yo hicimos el cambio de almacén y ampliamos las tierras.
¿Cuál fue vuestra principal motivación para abrir sede en Vilafranca?
A: En Ordal, el principal problema que teníamos era la falta de agua, ya que es una zona de secano al cien por cien. Entonces, se presentó la oportunidad de alquilar un campo de tres hectáreas en otro pueblo del Penedès, un sitio que ya contaba con agua, y decidimos trasladar la mayoría de nuestras plantaciones allí. Sin embargo, con el cambio de proyecto, ya no tenemos ese campo y solo hemos mantenido los melocotoneros de Ordal, que siguen siendo de secano, y la huerta de Vilafranca. Ahora tenemos todo más cerca y hemos reducido un poco la producción porque las ventas están bastante estancadas.
D: Durante 2021, alquilamos una nave en Vilafranca y pensamos que abrir una tienda en el mismo lugar donde tenemos la cámara frigorífica y el material para preparar los pedidos podría ayudarnos a cubrir el alquiler.
A: Exactamente. El espacio sirve como almacén agrícola, lugar para gestionar los pedidos y agrotienda. De hecho, ¡siempre hay alguien trabajando en él! Antes, en Ordal, concentrábamos las ventas en un solo día, pero aquí decidimos abrir más a menudo para facilitar las compras a los vecinos del barrio.
«El espacio sirve como almacén agrícola, lugar para gestionar los pedidos y agrotienda. De hecho, ¡siempre hay alguien trabajando en él!» Águeda Ortiz
Águeda, ¿el enfoque del Tros d'Ordal hacia una alimentación ética, saludable y de calidad está relacionado con tu bagaje personal y tu visión de la salud?
A: Diría que nuestro compromiso con la salud se basa en principios muy fundamentales. Abastecerse con alimentos locales y consumirlos en el momento adecuado ofrece muchos más beneficios para la salud en comparación con otras opciones. Por un lado, los productos ecológicos tienen menos toxinas, y por otro, seguir las temporadas tanto de los alimentos silvestres como de cultivo permite que el cuerpo reciba en cada estación lo que necesita. Por ejemplo, comer tomates en invierno puede aportarte frío, algo que no es necesario. Se trata de respetar los ciclos naturales de los alimentos y consumir lo que se cultiva cerca de casa, en lugar de optar por productos de supermercado que han recorrido largas distancias.
A pesar de tener vínculos con el campesinado, no tienes tierras de propiedad y has tenido que arrendarlas. ¿Recomiendas a otros jóvenes comenzar con un formato pequeño, como lo hiciste tú, ganándose la confianza del vecindario y dando vida a parcelas abandonadas o infrautilizadas?
A: Es cierto que hay muchas tierras en desuso. Cuando empezamos, la gente del pueblo ya nos conocía, lo que creó un fuerte vínculo de confianza. Ver a dos jóvenes de veintidós y veinticinco años decididos a dedicarse al campo les hacía mucha ilusión. Había un componente romántico, además de un sentimiento de confianza al tratarse de un espacio pequeño.
D: También había mucho interés en ver el terreno bien cuidado. Un propietario que tenía un terreno nos veía trabajar duro y nos ofreció la tierra sin pedir nada a cambio. Sin embargo, cuando hemos buscado más terrenos, hemos encontrado de todo: desde gente desinteresada hasta personas que pedían mucho dinero.
A: En general, nos hemos encontrado con precios desorbitados. Al final, hemos conseguido alquilar un par de fincas, pero a un precio más justo.
«Cuando empezamos, la gente del pueblo ya nos conocía, lo que creó un fuerte vínculo de confianza. Ver a dos jóvenes de veintidós y veinticinco años decididos a dedicarse al campo les hacía mucha ilusión» Águeda Ortiz
Si sólo pudierais dar un consejo a una persona que está pensando en emprender un negocio en el mundo de la agricultura, ¿cuál sería?
D: A quienes están empezando, les diría que lo más importante es que realmente les guste trabajar la tierra. Este trabajo requiere dedicarle mucho tiempo y estar muy encima.
«A quienes están empezando, les diría que lo más importante es que realmente les guste trabajar la tierra. Este trabajo requiere dedicarle mucho tiempo y estar muy encima» David Casas
El Alt Penedès ha sufrido una disminución significativa de tierras de cultivo en los últimos años: entre 1956 y 2018, la comarca ha pasado de tener un 61,3% de tierras de cultivo a un 43%, según datos de BCN Smart Rural. Sin embargo, sigue siendo la comarca con la mayor superficie agraria de la provincia de Barcelona. El sector primario sigue siendo muy relevante y los precios de la tierra son elevados. ¿Cuáles son los retos que supone este hecho y cómo los abordais?
D: Sí, los precios son altos. No sé qué piensa la gente sobre la tierra y el trabajo de payés... Ven que en verano cosechas una cantidad considerable de tomates y no se dan cuenta de la otra parte, la dura, como cuando llega una helada que estropea las habas o los guisantes, a pesar de haber invertido en cañas, mallas, planteles, etc.
A: Algunas personas dicen: «¡Te harás de oro! Qué bien vives: tendrás mucha pasta». O se maravillan de la cantidad de verduras que produces. Lo cierto es que equilibrar los números cuando haces huerta es complejo. Hoy en día, con el aumento de precios, parece que el payés es el único que no puede subir sus precios, aunque nuestros costes suben en todos los aspectos y, además, tenemos que pagar la cuota de autónomos. Nuestra clave como familia es gastar poco y trabajar mucho. En casa sabemos que no nos faltará comida, y eso es lo más importante.
D: Si eres agricultor, tienes que trabajar mucho para poder sobrevivir. Las motivaciones deben venir de ver el campo bonito y bien cuidado. Tienes la ventaja de no tener que trabajar en un lugar cerrado, como una oficina. Y te motiva ver a la clientela que lleva tantos años comprando y apreciando tu trabajo.
«Nuestra clave como familia es gastar poco y trabajar mucho. En casa sabemos que no nos faltará comida, y eso es lo más importante» Águeda Ortiz
Si hacéis memoria, ¿qué aspectos añorarais de vuestra primera etapa en Ordal?
A: Si retrocediéramos en el tiempo, quizás ganaríamos en calidad de vida. Teníamos más tiempo para hacer cosas, como por ejemplo disfrutar de los fines de semana.
D: ¡Vivíamos la parte más romántica de la huerta! ¡Pero siempre podemos volver a hacernos pequeños!
En la etapa actual de vuestro trabajo, ¿qué es lo que más os gusta?
D: A mí me encanta estar en el campo, tenerlo bien cuidado e intentar que todo crezca bien… Es lo que más me gusta. También disfruto del contacto con las personas y del ambiente en el mercado. Pero, si tuviera que elegir, optaría por estar en el campo.
A: A mí me gusta todo el proyecto en su conjunto. Lo iniciamos porque teníamos una afición: cuidar la tierra. Me encanta hacer venta directa y expandir nuestros productos. Me costaría mucho cambiar de sector; la tierra engancha. La parte que no me gusta es toda la burocracia que rodea al oficio. Las trabas provienen de factores externos sobre los cuales no tienes control. El papeleo y la trazabilidad deben cumplirse, pero no estamos preparados para ello.
D: Cuando crees que todo está hecho correctamente, porque han venido técnicos y arquitectos, aparece un inspector de sanidad que te dice que tienes que montar una puerta aquí y una pared allá. ¡Y te preguntas por qué poner una puerta cuando, en realidad, siempre estará abierta! Te hacen gastar dinero innecesariamente.
«A mí me encanta estar en el campo, tenerlo bien cuidado e intentar que todo crezca bien… Es lo que más me gusta» David Casas
Según Marc Castellnou, inspector de los Bomberos de la Generalitat y jefe del Grupo de Actuaciones Forestales (GRAF), las leyes actuales están más orientadas al mundo urbano y no tienen suficientemente en cuenta las perspectivas y necesidades del campesinado, un sector que juega un papel clave en la prevención de incendios. ¿Estáis de acuerdo? ¿Cuál es vuestra opinión al respecto?
A: A menudo encontramos muchas incoherencias. Seguramente existe una lógica en la elaboración de las regulaciones, pero cuando vives directamente la parte práctica, tienes la sensación de que una visión no concuerda con la otra. Lo que suele decirse es: «Quien hace las leyes del campo, nunca ha estado en el campo». Por ejemplo, nos dicen que debemos llevar todo el producto limpio del campo y que en el almacén no debería limpiarse, pero si lo limpio en el campo, se ensucia. Entra en el almacén más sucio y tengo que hacerle una segunda limpieza.
D: También nos presionan para garantizar la trazabilidad y debemos saber de qué partida proviene cada lechuga y de qué campo es. Y a veces cosechamos lechugas de ambos campos. Tener totalmente controlado el origen de todos los productos que cultivamos es una tarea compleja y nos obliga a tener una persona dedicada media jornada exclusivamente a ello. ¡Medio sueldo! Con este tipo de requisitos, te hacen aburrir el oficio de payés.
A: Priorizar la trazabilidad tiene su lógica, porque en caso de problemas, debes poder identificar su origen. Pero todo se complica, ya que manipulas muchos productos y partidas a la vez.
¿Qué aspectos de vuestro proyecto os animan a seguir adelante a pesar de los retos que se os presentan?
A: De los dos mercados en los que vendemos, el mercado de la tierra de Slow Food es muy agradecido. Lo hacemos en la plaza de las Tres Chimeneas de Barcelona, y a menudo es la gente la que nos anima a continuar. ¡Nos gusta mucho el contacto directo con la clientela! Ya han pasado once años desde que empezamos el proyecto, y hay personas a las que hemos visto crecer a sus hijos, hemos presenciado la evolución de sus carreras profesionales y hemos seguido sus vidas… ¡Hay mucha confianza entre nosotros! De hecho, hay gente que se ha conocido en la parada y ha acabado estableciendo vínculos fuertes. Es pesado levantarse por la mañana para ir al mercado, pero una vez allí, ¡observar estas interacciones es muy motivador! El mercado es el sitio ideal para ver quién valora nuestro trabajo.
«El mercado es el sitio ideal para ver quién valora nuestro trabajo» Águeda Ortiz
Dentro del marco de los principios agroecológicos, existen iniciativas que buscan estrechar los vínculos entre las personas productoras y las consumidoras, como las asociaciones La Datzira o Mengem Osona. ¿Habéis considerado alguna vez incorporar esta dimensión de consumo al Tros d'Ordal?
A: Ahora mismo, no sé cómo podríamos abordar este tipo de iniciativa; no veo cómo podríamos llevarla a cabo. En el pasado, habíamos valorado la posibilidad de unirnos a la Ecoxarxa Penedès, una iniciativa en la que eres productor y, al mismo tiempo, consumidor de los demás productores. Desafortunadamente, la iniciativa no terminó de funcionar en el Penedès. Otra propuesta surgió entre once productores del Penedès y el Garraf: intentamos crear una cooperativa de productores para gestionar y comercializar de forma conjunta. Una vez que la estructura estuviera montada, queríamos abrir un supermercado cooperativo. Al final, el proyecto no salió adelante, pero todos seguimos colaborando.
En las comarcas barcelonesas se están impulsando diversas iniciativas para fomentar el relevo generacional en el sector agrario, como los bancos de tierras. ¿Cuál es vuestra opinión sobre este tipo de actuaciones?
D: Para la gente que empieza, pueden ser útiles. Los bancos de tierras son un lugar en el que encontrar fincas abandonadas o en desuso, y es positivo que haya un proceso de traspaso y un seguimiento por parte de la persona propietaria de las parcelas. La mejor forma de decidirse a ser payés es probar el oficio.
«La mejor forma de decidirse a ser payés es probar el oficio» David Casas
Como pareja, ¿cómo conseguís combinar un proyecto profesional de esta magnitud con vuestra vida personal? ¿Cómo os organizáis?
D: Actualmente, no nos planteamos tener hijos. No vemos en qué momento encontraríamos tiempo para dedicarles. ¿Los llevaríamos al campo?
A: Si tuviéramos un hijo, sería para poder cuidarlo nosotros mismos. Además, nuestros respectivos padres tampoco viven cerca. Ahora mismo, vivimos para el proyecto.
¿Consideráis que tenéis una buena vida?
D: Sí. Pasamos muchas horas en el Tros d'Ordal, pero estamos haciendo un trabajo que nos gusta. El problema es que, dentro de este trabajo, nos obligan a realizar otras tareas que no queremos.
A: Una buena vida es poder trabajar en lo que nos apasiona, algo que ya estamos haciendo, y tener más tiempo para realizar otras actividades que también nos gustan, con amigos y familia. Ese segundo elemento nos falla un poco.
D: Sí, nos falta tiempo para hacer cosas que no están relacionadas con el trabajo, tener algún fin de semana libre, compartir más momentos con la familia y las amistades… Algo positivo es que, a pesar de ganar poco, ahorramos, ya que no tenemos tiempo para gastar dinero.
A: ¡Tampoco somos personas con muchas necesidades!
— Redacción BCN Smart Rural —