Pol Dunyó, El Mosaic. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Pol Dunyó, El Mosaic. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Pol Dunyó: «Me gusta que mi trabajo no sea prescindible»

En El Mosaic, situado entre Òrrius y Vilassar de Dalt y rodeado por los bellos paisajes del Parque de la Cordillera Litoral, se cultivan hortalizas ecológicas y de temporada con la ayuda de caballos. Los fundadores de esta iniciativa del Maresme, Pol Dunyó y Xavier Roqué, han unido sus proyectos para trabajar conjuntamente. Pol, además, tiene una faceta de escritor que nutre con su trabajo de payés.

Pol Dunyó (Vilassar de Dalt, 1989) es una persona que busca la profundidad en lo que le rodea. Amante de las letras y la música, a los veinte años descubrió la agricultura, una actividad que le fascinó, y hoy se dedica tanto al campesinado como a la escritura. Tras iniciar un proyecto en Cabrera de Mar, conoció a Xavier Roqué, quien tenía un terreno para arrendar en Òrrius, y decidió lanzarse de cabeza a la aventura.

Cultivar y conseguir lo que ellos llaman «comer real», practicar la ecología y trabajar con tracción animal son los principales objetivos que siguen en El Mosaic, una iniciativa que es fruto de la fusión de sus proyectos individuales:una iniciativa fruto de la fusión de sus proyectos individuales: L'Horta d'Òrrius de Xavi y El Turó d'en Rompons de Pol. Trabajan la huerta en la finca de Can Femades, en Òrrius, donde tienen tres yeguas fantásticas que les ayudan a cultivar la tierra, y los dos proyectos agroecológicos que cohabitan: la granja ecológica El Niu d'Ous y Bolets d'Òrrius. 

Pol y Xavi han encontrado un buen equilibrio entre la colaboración y la autonomía. Cada uno cultiva a su ritmo y tienen cuentas de explotación separadas, pero, al mismo tiempo, comparten servicios como el cuidado de los caballos y la comercialización, según les conviene.

En El Mosaic, hacen huerta certificada ecológica en una extensión de unas dos hectáreas y plantan forrajes para sus caballos en otro terreno, sin dejar huella ambiental y produciendo alimentos libres de químicos de síntesis u otras alteraciones. En su trabajo, evitan el labrado profundo, así como las herramientas y maquinarias que puedan compactar el suelo y dañar la biología del terreno. Además, recuperar espacios agrícolas abandonados es uno de los objetivos que se han propuesto. Este año, han puesto en marcha una prueba piloto de pastoreo con vacas de la Albera en la zona forestal que tienen más cerca. Actualmente, gestionan dieciocho hectáreas en el Parque de la Cordillera Litoral con el objetivo de evitar incendios y obtener leña, y, si la prueba funciona, ampliarán la extensión.

Las iniciativas agrarias con las que colaboran no terminan aquí. Pol es secretario de la Escuela de Tracción Animal Moderna, un centro de formación que este año ha comenzado su primera edición y que se lleva a cabo en parte en Can Femades. Nos explica que, de las doce plazas disponibles, se presentaron cincuenta personas, una demostración del creciente interés por el trabajo agrícola con caballos dentro de los proyectos con enfoque agroecológico.

Pol Dunyó es un amante de la lectura que también escribe sobre temas que le fascinan y preocupan. De ahí surgió su primer libro, Destripar la tierra: Contra las mentiras del mundo rural, un ensayo que denuncia la obsesión por la rentabilidad y la prisa, y que pretende desmentir las falacias que se cuentan sobre el mundo rural.

 

Una banda sonora con encanto

Recorrer las colinas que rodean Òrrius lleva al visitante a un encantador pueblecito, afortunadamente poco explotado a nivel turístico. En la finca donde se ubica El Mosaic, nos recibe Pol, quien nos invita a acompañarlo a curar una de las yeguas de la casa. Esta será la entrevista con la banda sonora más bonita de todas las que hemos hecho hasta ahora. El tintineo de los cencerros, en primer plano, añade un encanto adicional a la conversación pausada que mantenemos con Pol, una persona inquieta que ha encontrado en la agricultura una forma de no aburrirse nunca.

«Las yeguas son una maravilla», comenta Pol mientras pone un colirio antibiótico en el ojo de una de ellas, que se lastimó pastando en el bosque. Se llaman Cati, Cuca y Xula, y son originarias de Molló. La primera que llegó a Can Femades fue Cati, hace unos diez años. Xavi quería empezar a trabajar con tracción animal, y con el tiempo pudieron comprobar que habían hecho una buena elección, ya que el caballo ya estaba adiestrado. De hecho, podría decirse que el equipo de El Mosaic no está formado solo por dos trabajadores, sino por cinco: las yeguas también cuentan.

 

«Las yeguas son una maravilla» Pol Dunyó

 

La potencia de la tracción animal moderna

Durante toda la conversación con Pol, las yeguas están presentes, lo que hace que la pregunta sobre las diferencias entre humanos y caballos planee sobre la entrevista. «Las yeguas no son como los perros o los gatos. Son herbívoras, animales susceptibles que temen y huyen de los peligros. Por eso debes enseñarles teniendo en cuenta este miedo, intentando que confíen en ti, que entiendan que deben hacer lo que les pidas y que no hay nada que temer», explica el campesino. Pol admite que no es fácil describir cómo es un caballo, ya que la vinculación emocional con el animal es clave para comprenderlo. En su libro Destripar la tierra, comenta: «Trabajar con animales es como meditar: ser capaz de concentrarse sin interrupción y mantenerse tranquilo, relajado, pero siempre atento a las adversidades y los contratiempos [...]. Nuestro papel no es obligarlos ni someterlos a nuestra voluntad, sino al contrario: generar una relación en la que nuestra persona pase a formar parte de su familia, de su grupo, de su rebaño, quizás en una posición jerárquica superior».

Un aspecto delicado de los caballos es la alimentación. Son animales muy potentes (algunos pueden pesar hasta 600 kg), pero pueden sufrir cólicos dependiendo de lo que coman. Por eso, además de tenerlos bien domados, es necesario conocer sus necesidades y, sobre todo, tener paciencia. Esta relación sin prisas implica un cambio en los relojes del siglo XXI.

Cuando trabajan en la huerta, las yeguas se encargan del mantenimiento de los cultivos; a Pol le gusta hacer todos los labrados con ellas. Solo utiliza el tractor en las tareas que ellas no pueden realizar. Ahora que han empezado a trabajar en el bosque, han comprobado la destreza física de estos mamíferos: «Las yeguas se mueven por el bosque como unas campeonas y se meten en lugares que flipas», comenta Pol con admiración.

«La tracción animal no solo es rentable y práctica en los sentidos más estrictos de estas dos palabras, sino que añade una serie de factores imprescindibles en una finca rural, como la interrelación de los animales con los cultivos, la multifuncionalidad, la aportación de estiércol, la autosuficiencia, la mejora de la calidad ecológica de nuestro producto, la descompactación de los suelos y la disminución de la huella ecológica». Este fragmento proviene también del libro Destripar la tierra, una joya donde Pol reflexiona sobre su oficio, alimentada por su experiencia diaria.

Antes de profundizar en el trabajo de este agricultor innovador, queremos conocerlo más como persona, así que le pedimos que nos cuente su historia. Aunque Pol no se crió en el campo, sino en Vilassar de Dalt, tiene raíces en Òrrius, ya que uno de sus bisabuelos nació en una masía de los alrededores y cultivaba la tierra «como casi todo el mundo en la época». Sin embargo, sus padres ya no se dedicaron al campesinado: su madre es enfermera y su padre se dedica a las plantas ornamentales, un oficio muy habitual en la comarca del Maresme. «El sector de la planta ornamental se enmarca en un sistema muy artificializado que no tiene en cuenta el entorno. Es como hacer calzoncillos en una fábrica industrial», lamenta. Sin embargo, también hay sorpresas: por ejemplo, la abuela italiana de Pol fue una de las personas que introdujo el cultivo del clavel en Catalunya, aunque la fama de este hito se la llevara su socio, un hombre.

Pol, un autodidacta apasionado por la lectura, había intentado dedicarse a la música antes de optar por la agricultura. Tocaba percusión y se había iniciado en la producción de música electrónica «sin tenerlo muy claro», apunta. Pero un buen día, a sus veinticinco años, empezó a interesarse por el cultivo de la tierra y, de repente, este nuevo campo le maravilló. Primero intentó poner en marcha un proyecto en Cabrera de Mar junto a otros dos socios, pero no acabó de funcionar. Después pasó de un sitio a otro hasta que, a los veintiocho, conoció a Xavi, quien tenía un terreno para arrendar, y llegó a Òrrius.

 

La fascinación por la agroecología

Pol confiesa que le gusta que su contribución a la naturaleza tenga un papel productivo en la cultura: «Me gusta que mi trabajo no sea prescindible». Este campesino y escritor considera que existen muchas formas de hacer agricultura, pero a él trabajar en medio de un parque, con un manejo ecológico y con caballos, le aporta una relación interesante con el entorno. Según explica, esta relación tiene una gran profundidad y puede ser tanto positiva como negativa, pero le permite descubrir la complejidad de las cosas, «y esto te repele o te fascina». A Pol le pasa el segundo caso, y eso es una ventaja para él, que tiene tendencia a aburrirse. En cambio, en la agricultura es imposible sentir tedio, porque «siempre hay nuevas plantas, sistemas, objetivos, horizontes y maneras de llegar al mismo sitio».

La conciencia de su papel e impacto en el entorno es algo que le atrae. Se nota cuando Pol nos muestra una parte de la finca donde antes había una granja que se abandonó y que ahora se ha reconvertido en un bancal para el cultivo. Junto con Xavi, han trabajado duro para limpiarla y han conseguido que un espacio medio muerto sea productivo desde el punto de vista alimentario. «¡Es fantástico!», se reafirma Pol.

A una persona que siempre ha disfrutado implicarse en colectivos ambientales y políticos del Maresme, la posibilidad de que su trabajo sea casi un activismo le atrae. Pol vive el campesinado no solo como un oficio, sino como una actuación política.

Pol y Xavi llevan cinco años compartiendo camino y tienen una relación muy clara: cada uno trabaja a su propio ritmo y genera sus propios ingresos, pero comparten ciertas responsabilidades. La finca funciona como una unidad, pero la comercialización de la huerta se realiza de forma independiente. Lo primero que compartieron por conveniencia fue la planificación conjunta de los cultivos, el reparto a domicilio de las cerca de cuarenta y cinco cestas semanales, el cuidado y la alimentación de las yeguas, y la gestión de las cámaras frigoríficas. Y cuando ya habían mancomunado estos elementos, decidieron crear El Mosaic, su marca comercial conjunta.

«Nos gusta la idea de trabajar de forma autónoma. Sé que un día puedo empezar a las siete de la mañana y otro a las diez. Y puedo aplicar el sistema que yo quiero», explica Pol, convencido de que gracias a este método no tienen discusiones. Pol Dunyó es un alma libre, y la idea de trabajar para otro le pone los pelos de punta. «Forzarse a cooperar es muy difícil», asegura. Para él, el cooperativismo es como una relación: no puedes obligarte a estar con alguien. Pero si hay buena sintonía, es necesario mantenerla todo el tiempo que sea posible. Y, con Xavi, en El Mosaic, el proyecto fluye. Además de las cestas que distribuyen por domicilios de los alrededores, venden sus productos en dos mercados de payés: el de los sábados en Vilassar de Dalt y el del barrio del Guinardó de Barcelona. También reparten a dos cooperativas de consumo: Cydonia en Barcelona y Teixits de la Terra en Sabadell.

 

«Nos gusta la idea de trabajar de forma autónoma. Sé que un día puedo empezar a las siete de la mañana y otro a las diez. Y puedo aplicar el sistema que yo quiero» Pol Dunyó

 

Acercar a la gente a la agricultura

A Pol no le gustan las rutinas, ni siquiera en la escritura. «Yo escribo a ráfagas», afirma. El libro Destripar la tierra surgió de la redacción reflexiva y aplicada al trabajo diario que realiza en el campo y con los caballos. Es una especie de manifiesto con el que quiere transmitir la belleza y la importancia de la agricultura y los espacios rurales, mientras denuncia, al mismo tiempo, «la confusión y la distancia que se tiene hacia estos entornos». El hecho de que él no venga de una familia de campesinos le ha ayudado a ser más consciente de esa distancia. «A pesar de no ser de ciudad, no he naturalizado la experiencia campesina como mía, y veo muchas cosas que la gente de campo percibe de manera diferente. Por eso, el mundo rural todavía me cautiva más: porque lo he descubierto por voluntad propia», añade.

En su libro, Pol señala un problema que le preocupa especialmente: el hecho de que la opinión urbana esté sobrevalorada. Algunas decisiones que afectan de lleno al campo y a la vida rural son tomadas por «gente que no tiene la más mínima idea de lo que está hablando», según él. Y denuncia lo siguiente: «Si tu cultura se basa en una distancia profunda de lo que te sustenta, de lo que mantiene el paisaje, la alimentación, la vida, no se puede culpar a un solo actor; son múltiples: los medios, los sistemas comerciales, las clases políticas, la administración».

En el libro, el joven campesino desgrana diversas temáticas, como la germinación, las raíces, la mediocridad, la prisa, la violencia y las mentiras, tanto en clave de propuesta como de crítica. Con voluntad inquisitiva, Pol recuerda que, si desaparece el sector primario, la muerte de todos está asegurada. El día en que ya no sea rentable «explotar países del Tercer Mundo», habrá que buscar el alimento en casa. «Nadie puede alimentar a un país en dos años ni en diez. Si abandonas la tierra, ¡para recuperarla puedes necesitar muchos años!», alerta.

 

«A pesar de no ser de ciudad, no he naturalizado la experiencia campesina como mía, y veo muchas cosas que la gente de campo ve diferente» Pol Dunyó
 

El autor también se queja de la banalización de disciplinas maravillosas como el mindfulness o el yoga, que pueden ayudar a recuperar la conexión con la vida y la muerte. «Si tienes que pagar 300 euros por hacer un retiro espiritual de mindfulness, en algo nos hemos equivocado», se queja. Según él, hay muchas otras formas de estar presente en el aquí y ahora que no requieren un gran desembolso económico.

En otro ámbito, Pol, que cuida y trabaja con las yeguas en El Mosaic, lamenta algunas posturas de los animalistas más radicales. «Son una deformación profunda del ideario. Ellos defienden en realidad lo que estamos haciendo nosotros; querrían ser como nosotros, ¡pero no saben ni que existimos! O, si nos conocen, nos han dicho de todo», se lamenta. Sin embargo, cree que todo el mundo tiene derecho a opinar sobre el uso de la tracción animal, siempre y cuando haya cuidado alguna vez un caballo.

«Para quienes tenemos o hemos tenido animales de granja, duele ver cómo crece la hierba y no se utiliza como pasto; eso nos hace pensar en la manera de aprovechar lo que crece allí y de lo que nadie hace uso, o, más bien dicho, el entorno con el que nadie interactúa. Podemos sentir cómo crece la hierba. Dejar que los espacios naturales evolucionen solos y sin intervención me parece muy romántico, pero poco realista. Que no nos traicione la misantropía. De entrada, hay que entender que las personas forman parte del espacio natural sin intervención, por mucho que nos esforcemos en creer lo contrario». Es otro de los fragmentos de Destripar la tierra, donde carga contra el movimiento de rewilding o resalvajización, antes de sumar otra reflexión: «No puedo imaginar una mentalidad más elitista y heredera del capitalismo salvaje que la idolatría absoluta de los espacios naturales no intervenidos por la humanidad. Un paternalismo sobreprotector que resulta posible gracias al hecho de no tener que relacionarnos con nuestro entorno, porque todo lo que necesitamos ya nos lo traen de fuera».

Pol nos ayuda a reconciliar dos facetas a veces separadas interesadamente: la naturaleza y la cultura. Cuando cultiva en El Mosaic, produce alimentos y, por tanto, fomenta la cultura gastronómica. «El paisaje es cultura. Todo lo que ves condicionado por la mano del ser humano es cultura». Y, al mismo tiempo, cuando se pone a escribir, plasma la naturaleza en el papel. «¿Por qué no? Los pájaros cantan y es naturaleza, ¿no? Pues nosotros escribimos, es lo mismo. Somos lo mismo, ¿no?», se pregunta.

 

«El paisaje es cultura. Todo lo que ves condicionado por la mano del ser humano es cultura» Pol Dunyó

 

La esperanza del relevo agrario

Cuando le preguntamos sobre la falta de relevo generacional en el campo, Pol señala dos grandes problemas. El primero es la escasez de tierra, ya sea porque está acaparada o porque no existe, especialmente en el Maresme, «donde los precios están por las nubes». El segundo es la escasa viabilidad económica de los proyectos. «¿Quién quiere trabajar en algo que no es rentable?», pregunta. «Para mí, la agricultura es una pasión y tiene un componente de activismo político. Además, he logrado que el proyecto funcione económicamente. Pero estás todo el día luchando contra competencias desleales y otros obstáculos. Necesitamos que el mercado nos respete y haya tierra para cultivar», afirma. En otras palabras, para que más jóvenes se dediquen al primer sector, Pol cree que es necesario facilitar el acceso a la tierra y conseguir que los mercados respeten los precios reales de la comida.

 

«Necesitamos que el mercado nos respete y haya tierra para cultivar» Pol Dunyó
 

Durante toda la conversación, Pol nos ha parecido una persona que valora mucho la libertad e incluso tiene un toque ácrata. Por eso, nos sorprende cuando afirma que conserva «una confianza única y exclusiva en la clase política y la administración» a la hora de solucionar estos dos problemas: la falta de tierra y los bajos precios de los alimentos. En este sentido, reivindica que se saque del cajón la Ley de Espacios Agrarios, aprobada en 2019. «Si un propietario tiene una tierra que lleva seis años sin cultivar, hay que decirle que tiene uno o dos años para que vuelva a producir», explica. También considera necesario regular los precios de los productos agrarios para garantizar que los alimentos de proximidad tengan el mismo precio que los importados.

Pol Dunyó impresiona tanto por sus teorías como por su práctica coherente, sostenible e innovadora. Cerca de una gran ciudad como Barcelona, es un regalo escuchar la sabiduría de sus palabras y el encanto del tintineo de las yeguas que le acompañan.

El dinero no es la prioridad de Pol, aunque reconoce que debe estar presente. Cuando le preguntamos si considera que vive una buena vida, lo tiene claro: «Sí. La clave para una buena vida es tener un trabajo que te guste, que sea útil, productivo y que contribuya positivamente. Y, si esto se produce de forma agradable, con una buena calidad de vida, salud, amistades y familia, aún mejor».

 

— Redacción BCN Smart Rural —

Pol Dunyó i Xavier Roqué, El Mosaic. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Enlaces relacionados

Historias BCN Smart Rural: 'Cuando la tierra es semilla'
Cortometraje producido por BCN Smart Rural | Diputación de Barcelona

Compartir
Te puede interesar

¡Únete a la revolución más deliciosa!

¿Quieres estar al día de las últimas novedades del programa Barcelona Agraria?  ¡Suscríbete a nuestro boletín digital!

Rellena el breve formulario que encontrarás a continuación y recibirás en tu correo electrónico una selección de noticias, entrevistas, informes y publicaciones que seguro te interesan.

¡Quiero suscribirme!