Miquel Riera, Horta Pla de Munt. PATXI URIZ | DIPUTACIÓ DE BARCELONA
Miquel Riera, Huerta Pla de Munt. PATXI URIZ | DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Miquel Riera: «Para ser payés, debes tener ganas de currar e ilusión por poner en marcha un proyecto»

Situada en Palafolls, en el corazón del Espacio Agrario de la Baja Tordera, encontramos la huerta Pla de Munt, un proyecto agrícola de carácter familiar que destaca por su producción innovadora y eficiente, tanto al por mayor como al por menor. Hace diecisiete años, empezaron a cultivar en ecológico, y este cambio les ha transformado radicalmente la vida.

Miquel Riera (Mataró, 1972) representa la cuarta generación de una familia payesa impregnada de un profundo espíritu trabajador. Juntos con su mujer, Sílvia Porras (Mataró, 1973), lideran con determinación la huerta ecológica Pla de Munt, una empresa agrícola de referencia en el Espacio Agrario de la Baja Tordera (EABT). Desde hace un tiempo, comparten el timón con dos de sus cuatro hijos, formando así un equipo cohesionado que incluye también a cinco trabajadores dedicados al campo y tres profesionales encargados de las tareas de comercialización y apoyo a la gestión. La finca está ubicada en un lugar privilegiado, junto al río Tordera, y a lo largo de los años la han moldeado y acondicionado para convertirla en un entorno acogedor donde las personas consumidoras pueden pasar ratos de disfrute.

Al entrar en la finca, se podría tener la sensación de haber llegado a una pequeña comunidad autosuficiente: se ve una zona de recreo y descanso bajo las sombras preciadas, un espacio infantil, la agrotienda, casitas de madera que hasta hace nada han alojado el restaurante Espai Rural Cuina, y los invernaderos, que ocupan aproximadamente un diez por ciento del terreno. En total, cuentan con cinco hectáreas de propiedad y media hectárea de alquiler. Cultivan al por mayor zanahorias y rábanos y, al detalle, hasta treinta y cinco variedades de productos hortícolas diversificados.

Miquel es un manitas, una de las virtudes que debe tener un buen agricultor. Estudió formación profesional agraria y a los dieciocho años ya ejercía su oficio en una finca familiar en Mataró. De hecho, la pasión por el campesinado la lleva a la sangre. Su bisabuelo, un ganadero del Cadí, hacía cada año la trashumancia desde los Pirineos hasta el Vallès. Eran tiempos marcados por la escasez y el hambre. Un buen día, hacia 1934 o 1935, tomó la decisión de montar una vaquería en el centro de la capital del Maresme. El abuelo y la abuela continuaron el negocio familiar hasta que llegó la crisis de los piensos, momento en el que se pasaron a la agricultura. La creciente presión urbanística a finales del siglo pasado y su efecto sobre las tierras de la familia llevaron al padre de Miquel a plantear una pregunta crucial. Dirigiéndose a sus cinco hijos, les pidió: «¿Quién quiere hacer de payés? Quien esté interesado, tendrá derecho a tierra». Todos respondieron afirmativamente y, en vida, compartió parte de la herencia, dando tierra a dos hijos en Mataró y, en Palafolls, a los otros dos y a la hija.

El primero que se instaló junto al río Tordera fue Miquel. Acompañado de su mujer, empezaron de cero, con una casita de 2 metros cuadrados y mucha ilusión. Hoy forman una pareja resiliente y coherente con los principios de respeto por la tierra, el cuidado de la salud de las personas y la conservación del entorno. Se les ve felices, satisfechos con el camino que han recorrido juntos y que ha ido moldeándolos. La gestión de una empresa no es tarea sencilla; tampoco cuando la lleva una familia. A ellos les encanta formar parte de un equipo unido y luchador.

Durante los primeros años, Miquel y Sílvia continuaron trabajando las tierras de manera convencional, centrándose en tres cultivos: el rábano, la espinaca y la escarola. Pero todo cambió en el 2006. A raíz del embarazo de su cuarta hija, Sílvia empezó a sufrir de hipersensibilidad química. Productos como colonias, desodorantes y jabones le causaban molestias. «Mi cuerpo dijo basta, y eso nos abrió los ojos. Claro, ¡en la finca se vertían químicos!», explica Sílvia. Para intentar solucionar el problema de salud, empezaron a cultivar un huerto ecológico para el consumo de la familia.

Pronto se dieron cuenta de que algo fallaba desde el punto de vista ético. «No encajaba que profesionalmente nos ganáramos la vida cultivando rábanos rociados con pesticidas y nosotros nos alimentáramos con productos ecológicos», admite Miquel. Por aquel entonces, era mucho más habitual que los cultivos hortícolas se trataran con químicos de síntesis.

 

«No encajaba que profesionalmente nos ganáramos la vida cultivando rábanos rociados con pesticidas y nosotros nos alimentáramos con productos ecológicos» Miquel Riera
 

La transición de la huerta convencional a la ecológica

¿Pero cómo trasladar la práctica de un pequeño huerto al conjunto de la finca? Miquel rememora que la agricultura que había aprendido en la escuela y en la familia era «salvaje, intensiva». Había que desaprender y volver a empezar, cambiar totalmente el modelo de empresa. Con la adopción del nuevo manejo ecológico, se dieron cuenta de que no tenían referentes a los que acudir con sus preguntas. Decidieron empezar regenerando las tierras, ya que nunca habían utilizado estiércol, sino abonos químicos. «¡Las plantas estaban acostumbradas a ser alimentadas directamente en vena!», explica el agricultor. Al pasar de cultivar tres variedades a una treintena, la complejidad del trabajo aumentó, y también lo hicieron los costes de mano de obra. «En el método químico, hay un gran problema y una gran solución, como cuando tomas un antibiótico para el dolor de estómago. En cambio, en ecológico, los problemas son diversos y debes encontrar muchas pequeñas soluciones», dice.

Durante el proceso de conversión, dedicaron un gran número de horas a investigar, documentarse y probar nuevas metodologías, siguiendo el principio de ensayo y error. La decisión de realizar el cambio fue fundamentada en su convicción, no en una moda huidiza. «Una vez iniciada esta transformación, no podíamos dar macha atrás, y, por tanto, debíamos buscarnos la vida como fuese para que aquello funcionase», recuerda Sílvia. Como no tenían mercado donde vender sus productos, debían encontrarlo, y empezaron a comercializar cestas de verduras desde Girona a L'Hospitalet de Llobregat. Con el tiempo, han dejado de hacerlo, porque no les salía a cuenta.

Hoy en día, se organizan de la siguiente manera: Miquel coordina las actividades en el campo, mientras que Sílvia se hace cargo de la parte económica, los papeles y la comercialización. Pero también tienen claro que un proyecto familiar equivale a la suma de competencias de sus miembros, y si algo no se sabe, se aprende. «Aquí siempre nos lo hemos hecho todo entre todos. Si tienes que pagar para que te lo hagan, malamente», dice Sílvia. Su hijo mayor hace de mecánico, por ejemplo, y junto a Miquel se dedican a reparar la maquinaria agrícola. Forman un tándem de dos manijas, con la diferencia de que, antes de ejecutar ninguna tarea, el joven invierte más tiempo en planificar el diseño para conseguir resultados más duraderos. Recientemente, el dueto creativo ha comprado una máquina de arrancar zanahorias de cuarta mano a unos agricultores del Alt Urgell que cerraron y el hijo mayor intentará arreglarla durante la temporada de invierno. Su empresa se construye en base al aprendizaje constante.

En la actualidad, Miquel está orgulloso de la agricultura que practican en la huerta Pla de Munt, la cual está registrada en el Consejo Catalán de la Producción Agraria Ecológica (CCPAE). En el transcurso de los años, ha comprobado de forma tangible la gran diferencia entre ambos modelos. «Antes, cuando hacía agricultura química e intensiva, yo era gestor. ¡Ahora soy payés!», exclama. Hoy conoce con detalle todas las variedades que cultiva, así como sus formas de adaptación y problemas asociados. También domina los diferentes tipos de suelo que existen en la finca y cuál va mejor para cada planta. Además de la agrotienda, cuentan con otras vías de comercialización, como colaboraciones con escuelas, otros agricultores y el mercado mayorista. Al mismo tiempo, tienen como clientes algunos supermercados, donde venden zanahorias y lechugas ecológicas embolsadas y limpias.

 

«Antes, cuando hacía agricultura química e intensiva, yo era gestor. ¡Ahora soy payés!» Miquel Riera
 

Producir verduras en ecológico y al por mayor no es sencillo, y día a día, intentan mejorar los procesos con una mezcla de creatividad e ingenio. «Si hace veinticinco años me hubieran dicho lo que estoy haciendo ahora, no me lo hubiera creído. En ese momento, pensaba que para conseguir tantos kilos era necesario hacer una agricultura muy salvaje, ¡y no es cierto!», asegura con firmeza. Y es más que evidente cómo la agricultura ecológica ha remodelado su entorno. Sílvia alaba la gran biodiversidad que habita su finca, desde una abubilla que la saluda cada mañana hasta las ranas que disfrutan de una balsa que construyeron junto a la casa en la que viven.

Miquel, que tiene una perspectiva más agrícola, siempre juega entre lo que le gustaría hacer y lo que puede hacer, teniendo en cuenta la limitación del tiempo. A pesar de los esfuerzos de Sílvia por intentar persuadirle de tratar de cultivar nuevas variedades, el payés no siempre está dispuesto a arriesgarse, ya que considera que las personas consumidoras todavía no están acostumbradas y no compran lo que no conocen. «Búscame una patata lila», le insiste Sílvia. Y, gracias a ese diálogo fructífero, mejoran su oferta hortícola.

 

De la tierra al plato

Desde el punto de vista económico del proyecto, reconocen que todavía no van sobrados; siempre hay un nabo o un repollo en el que invertir. «Nosotros hemos cambiado el modelo. Ahora son nuestros chavales quienes deben hacer que la empresa sea viable económicamente, para que todo el engranaje vaya más suave», pide Miquel. Una de las iniciativas en las que han invertido bastante dinero es el Espai Rural Cuina, situado en medio de la huerta Pla de Munt. Actualmente, el restaurante está en pausa, ya que no encuentran un cocinero o cocinera que se integre bien con el equipo.

Después de abrir la agrotienda, pensaron que sólo les quedaba una pieza para completar el círculo: «Queríamos ofrecer la posibilidad de que la gente pudiera sentarse y disfrutar de las verduras del campo», explica Miquel. Por este motivo, decidieron abrir el Espai Rural Cuina, un restaurante donde degustar sus productos y, al mismo tiempo, un punto de divulgación diseñado para acoger talleres y otras actividades. Durante la primera temporada, optaron por abrir sólo los meses de junio a agosto, pero en la segunda temporada ampliaron el horario de apertura a todo el año. Es un espacio agradable, con dos casitas de madera rodeadas de árboles que proporcionan una sombra que se agradece en verano. Es fácil imaginarse disfrutando de este idílico entorno, con la tranquilidad de saber que la procedencia de los ingredientes es tan próxima y totalmente transparente. Desafortunadamente, las subidas en los precios de los carburantes y la energía, junto con el aumento de la inflación y la falta de un cocinero o cocinera estable, fueron los factores que llevaron al cierre temporal del restaurante en otoño de 2022. Lo volverán a abrir tan pronto como tengan la oportunidad, ya que toda la infraestructura se mantiene lista para este propósito.

Si tiene que subrayar el principal reto de su trabajo, Miquel no vacila: los bajos precios de los alimentos, que les han obligado a apretarse el cinturón. «Los precios de los productos alimenticios han subido al final de la cadena, pero este aumento no ha repercutido en el sector primario», recalca. De hecho, en la agrotienda no han incrementado las tarifas con el fin de mantener a la clientela. Como cualquier empresario, sabe que los sueldos deben seguir pagando, pase lo que pase en el entorno económico.

 

«Los precios de los productos alimenticios han subido al final de la cadena, pero este aumento no ha repercutido en el sector primario» Miquel Riera
 

Otro desafío crucial dentro del sector es el relevo generacional, y Miquel no duda a la hora de ofrecer un consejo para aquellos que están empezando: «Para ser payés, debes tener ganas de currar e ilusión por poner en marcha un projecyo». Aunque su historia de cambio ha tenido éxito, no olvida que el trayecto no ha sido corto: llevan diecisiete años tirando del carro del nuevo modelo. Por otra parte, su compañera recomienda a las personas que se deciden a emprender un negocio agrícola que «aprendan a hacer de todo» si quieren que les salgan los números. A Sílvia le encanta descubrir nuevas formas de hacer y cree que sus hijos también disfrutan con este enfoque creativo. En este contexto, Miquel añade un matiz: plantea que han logrado alcanzar la autosuficiencia « por necesidad». Según su perspectiva, si los importes que reciben por sus productos fueran distintos, delegaría algunas de las tareas que ahora realizan internamente.

El futuro de la huerta Pla de Munt está garantizado. Sin embargo, cuando se trata de realizar sugerencias para el sector, Miquel cree que es esencial reconsiderar los plazos de los contratos agrarios de alquiler, que actualmente tienen una duración de siete años. «Necesitas tres años para arreglar el terreno, y otros tres para amortizarlo… ¿Y ya te echan?», se cuestiona. Con esto en mente, defiende la creación de bancos de tierras públicos en toda Catalunya. De hecho, ésta es una de las ideas que tiene sobre la mesa el Espacio Agrario de la Baja Tordera (EABT), un proyecto impulsado por la Diputación de Barcelona conjuntamente con cinco ayuntamientos y el campesinado de la zona, para velar y preservar una de las zonas hortícolas más fértiles de la provincia.

Aunque admite que el EABT es un parque agrario muy nuevo, Miquel contempla el proyecto con optimismo: «Los ayuntamientos empiezan a ver a los campesinos de forma diferente. Ya no somos un comodín para cuando el municipio quiera crecer», afirma con confianza. Dentro de esta iniciativa, se ha montado un ciclo formativo de grado medio en producción agroecológica y se está realizando un obrador que tiene previsto abrir el próximo diciembre. Además, la EABT sirve como herramienta supramunicipal, que otorga a los cinco ayuntamientos una mayor fuerza cuando trabajan de forma colectiva, subraya Miquel.

La huerta Pla de Munt se está beneficiando de la nueva mentalidad municipal hacia sus alrededores. A esta empresa agrícola le es muy favorable el ordenamiento de las zonas periurbanas y la mejora de los torrentes y otros cursos de agua, porque les interesa que la ciudadanía visite la agrotienda, compre alimentos de proximidad y conozca a los productores locales de hortalizas .

 

«Los ayuntamientos empiezan a ver a los campesinos de forma diferente. Ya no somos un comodín para cuando el municipio quiera crecer» Miquel Riera
 

Una pareja con principios

Miquel y Sílvia llevan más de tres décadas juntos y muchos otros años siendo vegetarianos. Cuando reflexiona sobre la colaboración con su mujer en temas de trabajo, Miquel lo tiene claro: «Trabajar juntos te puede unir o te puede triturar». En su caso, se les ve más unidos que nunca. Y tienen cuatro hijos, a los que han transmitido su espíritu de superación, colaboración y autosuficiencia. De hecho, cuando les preguntamos sobre la crianza, nos cuentan que durante un tiempo optaron por escolarizarlos en casa, lo que suele llamarse homeschooling. «Teníamos treinta años y mucha energía», admite Sílvia.

Echando la mirada atrás, si le hubieran pedido que prediciera su futuro, Miquel nunca habría imaginado que llevaría el negocio en ecológico. «La agricultura ecológica estaba asociada a los hippies, a gestionar un pequeño huerto...», pensaba en ese momento. Sin embargo, las dimensiones del proyecto actual son muy diferentes. Se muestra satisfecho con el progreso, aunque no olvida los episodios más tristes, como el temporal Gloria, que causó daños en su finca.

Miquel y Sílvia disfrutan de una vida que les satisface y no se quejan de ninguno de los desafíos que han superado juntos. «Trabajamos mucho, pero a mí, aquí, no me sabe mal levantarme a las siete de la mañana», reconoce Miquel. No viajan ni salen a menudo, pero es que son de la opinión de que «como en casa, en ningún sitio». En todo su trayecto laboral y vital, Sílvia se siente orgullosa de haber contado siempre con el apoyo de los parientes en momentos complicados. Son una gran familia y un equipo sólido que marca la diferencia: basta con asomarse por la huerta Pla de Munt para confirmarlo de manera directa.

 

— Redacción BCN Smart Rural —

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